El verdadero amor tarda, pero llega
Autor: Marijn Mannes
GéneroModerno
El verdadero amor tarda, pero llega
Camila mantuvo la cabeza gacha mientras rápidamente buscaba su botiquín. Teniendo en cuenta que era médica, se aclaró la garganta y le dio algunos consejos a Isaac: "No debe mojarse las heridas durante algunos días. Desinfécteselas una vez al día y use camisas holgadas para que no se vuelvan a abrir".
Con eso, sacó un frasco de pastillas y un tubo de ungüento, y los dejó sobre la mesita de noche. "Le dejo estos medicamentos".
"Ya veo", contestó él, pero sin darse la vuelta.
Camila tampoco dijo nada más, simplemente salió de la villa de inmediato.
Ya casi eran las once de la mañana cuando regresó al hospital, por lo que se dirigió al comedor del personal. Después de comer, y apenas se había acomodado en su escritorio, la llamaron a la oficina del director.
"Enviaré a Debora al Hospital Central Militar para que realice su pasantía", informó el director en un tono que no admitía discusión.
Camila se quedó estupefacta después de escuchar eso. "Pero pensé que ya se había decidido a enviarme a mí".
"Estoy seguro de que sabes que todo el equipo de alta tecnología con el que cuenta nuestro hospital fue patrocinado por la Corporación Paramount. Además, el señor Johnston me ha pedido personalmente que cuide de Debora, así que no puedo permitirme ir en contra de sus instrucciones".
Ella no pudo evitar ponerse un poco nerviosa ante la mención del nombre de su supuesto esposo.
Podrían estar legalmente casados, pero en realidad no se habían conocido oficialmente. Solo lo había visto en revistas y ocasionalmente en los noticiarios de televisión.
Entonces, ¿él y Debora?
Al pensar en esa posibilidad, a Camila le dio un vuelco el corazón, pero se mantuvo serena. "¿En serio?".
"Sí, me temo que tengo muy pocas opciones al respecto. Escucha, Camila, ambos conocemos el alcance de tus habilidades, pero...". El director quería consolarla, pero no estaba seguro de cómo. Era cierto que la chica se destacaba entre sus compañeros, gracias a su increíble talento y ética profesional, cosa que el director realmente apreciaba.
"Entiendo...", murmuró ella en voz baja.
En el fondo, se dijo a sí misma que no estaba en posición de sentirse decepcionada por el simple hecho de que Isaac estuviera involucrado en ese asunto. Después de todo, se había visto obligado a casarse, así que no debía esperar que él se preocupara por ella.
"Señor, todavía tengo que prepararme para una cirugía, así que ya tengo que irme", dijo ella en un tono resignado, pues sabía que no había nada que pudiera hacer para revertir esa decisión.
Todo lo que el director pudo hacer fue suspirar y verla marcharse.
Por la tarde, Camila se sumergió de nuevo en su trabajo, en un intento de olvidarse del asunto de la pasantía. Después de terminar su segunda cirugía sin problemas, se quitó el uniforme quirúrgico y miró hacia arriba, antes de dejarse caer en una silla con cansancio.
En ese momento, Debora entró en la sala y, con una sonrisa brillante, le dijo: "Hola, Camila. ¿Estás libre esta noche? Me gustaría invitarte a cenar".
"Lo siento, pero más tarde tengo algunos asuntos que atender", declinó la aludida cortésmente. A decir verdad, no estaba en los mejores términos con Debora. Eran simplemente colegas, no amigas.
Ambas se habían graduado al mismo tiempo de la misma universidad, pero en aquel entonces Debora era muy competitiva y siempre quería presumir y llamar la atención de todos, mientras que Camila prefería pasar desapercibida y perderse en sus libros.
En resumen, se podría decir que eran polos totalmente opuestos, de modo que, naturalmente, no se llevaban muy bien.
"Oh, qué pena", exclamó Debora, luciendo avergonzada por alguna razón desconocida. "La verdad es que hay algo de lo que quiero hablar contigo".
Camila se puso de pie y se acercó a su casillero para colgar su bata, al mismo tiempo que sin mirar a la otra decía: "Adelante".
El hecho de que Debora se hubiera enredado con Isaac de una forma u otra solo hizo que Camila quisiera distanciarse aún más de ella.
"Seguramente ya te enteraste, ¿verdad? Lo siento mucho. No tenía ni idea de que el director...".
"No te preocupes", soltó Camila, interrumpiéndola.
Sin embargo, Debora aún no había terminado. "¡Oh, por cierto! ¿Puedes mantener en secreto que anoche cubriste mi turno? Ya sabes, como voy a realizar mi pasantía en el Hospital Central Militar, no quiero que eso pueda causar algún problema".
A pesar de que esa justificación le parecía poco convincente, Camila no se opuso.
"Está bien. No se lo diré a nadie".
De cualquier forma, no era tan extraño cubrir el turno de algún colega, pues de vez en cuando todos tenían alguna emergencia personal.
En las afueras del hospital, cuando comenzó a oscurecer, las luces de la calle se encendieron una a una.
Forrest se encontraba en el asiento trasero de un lujoso auto negro, el cual estaba aparcado frente a las puertas del nosocomio. "Bueno, ¿y qué te pareció mi excompañera de la universidad? Tiene excelentes habilidades, ¿no es así?", inquirió él con una voz llena de orgullo.
A su lado, Isaac se recostó relajado en su asiento, y al oír eso, volvía a pensar en la médica que lo había atendido unas horas atrás, y en cuán tranquilas y precisas habían sido sus acciones. De hecho, se quedó asombrado por sus habilidades.
"Ahí viene la señorita Griffith", informó Willie de repente.
De inmediato, Isaac bajó la ventanilla mientras que Debora se iba acercando al auto.
A Forrest se le elevaron las cejas hasta su frente, preguntando: "¿Debora?".
Willie se dio la vuelta desde el asiento del conductor y le interrogó, sorprendido: "¿La conoce?".
El otro asintió con un brillo curioso en los ojos y contestó: "Ella era mi compañera en la universidad".
Isaac sintió mucha curiosidad cuando escuchó eso.
En ese sentido, además de haberlo salvado la noche anterior, ¿también había curado sus heridas hace unas horas?
"¿Será obra del destino?", preguntó Willie en tono lleno de asombro.
¿Acaso el universo por fin decidió darle a su jefe una oportunidad en el amor?
"¿De qué diablos estás hablando?", inquirió Forrest con el ceño fruncido, mientras miraba alternadamente a los dos hombres.
Sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta, ya que justo en ese momento Debora se paró afuera del auto, interrumpiendo su conversación.
"Hola, señor Johnston".