El verdadero amor tarda, pero llega
Autor: Marijn Mannes
GéneroModerno
El verdadero amor tarda, pero llega
"Señora, mi nombre es Willie, soy el asistente del señor Johnston. Por favor, venga conmigo".
Camila se quedó congelada en el sitio cuando lo vio. Enseguida, su voz la sacó del aturdimiento, y rápidamente se agachó para ocultar su cara porque no quería que él supiera que lo había reconocido.
El día anterior, cuando ella había ido a tratar al paciente de Forrest por él, fue Willie quien abrió la puerta.
Si era el asistente de Isaac, ¿eso significaba que el hombre herido había sido Isaac?
"Señora, por favor", la instó él y se puso un tanto molesto al ver que Camila no se había movido ni un centímetro.
"No, me tengo que ir a trabajar", soltó ella.
Por supuesto, esa era una excusa para rechazarlo, y ambos lo sabían.
No estaba interesada en ver a Isaac, sin importar cuál pudiera ser la razón.
"Señora, le aconsejo que reconsidere su decisión. Si va en contra del señor Johnston, no solo perderá su trabajo, sino que también estará arriesgando toda su carrera y reputación".
Esa había sido una clara amenaza, y ambos también lo tenían claro.
Camila apretó los dientes. Su padre solo había accedido a financiar la cirugía de su madre, y era ella la que pagaba el tratamiento y otros gastos hospitalarios. Por lo anterior, no podía darse el lujo de perder su trabajo, ni renunciar a su carrera después de tantos años de arduo trabajo.
Tras reflexionar sobre la situación, no podía hacer nada más que irse con Willie.
"Está bien, dame un segundo. Necesito llamar al hospital para pedir un permiso de ausencia". Dicho eso, ella corrió a su habitación con el pretexto de hacer una llamada. Si bien era cierto que iba a informarle al hospital, su objetivo principal era sacar el bisturí de su botiquín para guardarlo en un bolsillo secreto de su bolso. Después de todo, era mejor prevenir que lamentar.
Tras eso, siguió a Willie fuera de la villa, y en poco tiempo se encontró en una especie de club en el que jamás había estado.
En el lugar, la gente se agrupaba complaciéndose en sus áreas preferidas de depravación. Al pasar por una esquina, escuchó a un puñado de mujeres discutiendo entre ellas.
"Isaac está en la sala VIP del último piso hablando de negocios con un tipo muy lascivo. Escuché que el hombre tiene algunos problemas bastante fuertes".
"¿Ese es el que casi mata a una de sus acompañantes durante una de sus sesiones?".
"¡Sí! El mismo".
"Oh, Dios mío, pobre chica. Pero bueno, me alegra que no haya sido ninguna de nosotras. Por cierto, ¿ustedes la conocen? Puede que haya sobrevivido, pero escuché que se volvió infértil después del incidente. No me puedo ni imaginar el tipo de tortura a la que ese bastardo la sometió para que terminara así".
Cuanto más escuchaba Camila, más se asustaba, tanto así que ni siquiera se atrevía a reflexionar sobre las implicaciones de esa horrible conversación.
En ese punto, su corazón latía con fuerza, al tiempo que Willie la conducía al ascensor que la llevaría a su incierto destino.
"Usted sabe mejor que nadie cómo llegó a convertirse en la esposa del señor Johnston. No tendrá que entrar allí siempre y cuando firme los papeles del divorcio", le recordó Willie al ver lo pálida que estaba ella.
De todos modos, la solución era muy simple, solo debía firmar. Era cierto que la familia Johnston le debía un favor a la familia Haynes, por lo que no habían tenido más remedio que aceptar las condiciones que el padre de Camila había puesto. Sin embargo, ni ella ni Isaac querían casarse, y toda esa farsa se acabaría si tan solo firmara el acuerdo de divorcio.
Mirando a Willie, ella no pudo evitar estremecerse y reflexionó sobre que, si hubiera tenido el poder de negarse, nunca se habría casado con Isaac y ahora ese matón no la estaría obligando a nada.
Entonces, respiró hondo como buscando fortaleza, cuadró los hombros y salió del ascensor con la cabeza en alto.
Por su parte, Willie frunció el ceño, pero no dijo nada más, y solo la hizo pasar a una lujosa habitación privada, que aunque contaba con una iluminación bastante tenue, no tuvo problemas para encontrar a Isaac sentado al lado de un hombre de aspecto sórdido.
Dicho sujeto se animó tan pronto como ella entró, y procedió a silbar mientras se la comía con la mirada. Como si eso fuera poco, soltó un comentario repugnante: "Genial, me gusta... Linda cara, cinturita de avispa y un trasero sensacional. Oh, bebé, apuesto a que me sentiré muy bien contigo en mis brazos, ¿eh? Ven, ven, siéntate aquí a mi lado".
Ignorándolo, Camila miró fijamente a Isaac.
En ese instante, su supuesto esposo estaba sentado muy tranquilo en un extremo del sofá, con sus largas piernas cruzadas.
Gracias a la maldita iluminación, ella no había podido distinguir su expresión.
A su vez, cada vez más impaciente, el tipo grosero se puso de pie, se le acercó a Camila cojeando para poner el brazo sobre sus hombros, mientras se giró y sonrió al otro hombre. "¿Dónde encontraste a esta belleza? Es mucho más hermosa que esas otras putas con su maquillaje pesado y ropa diminuta. Me encanta lo pura e inocente que se ve esta señorita".
Isaac permaneció en silencio y no hizo nada para detener al hombre.
Ante eso, un escalofrío le recorrió la espalda a Camila, que apretó con fuerza su bolso.
"¿Quieres beber?", dijo el hombre, cuya mano viajaba por el cuerpo de la joven con la intención de acariciarle las nalgas.
Apartándose de él con disgusto, ella contestó con firmeza: "No".
"Vamos, no es gran cosa. Puedo enseñarte. ¿Comenzamos con tus lecciones?", insistió el tipo, colmando un vaso de licor que acercó a los labios ajenos.
Por reflejo, Camila giró la cabeza hacia un lado en un intento de esquivarlo, pero el hombre la rodeó con el brazo libre y la inmovilizó. "¡Suéltame!", gritó ella, luchando con toda su energía. A decir verdad, habría tenido éxito si Isaac no hubiera elegido ese momento para intervenir.
"Es tu deber entretener a mis invitados. ¡Si no puedes manejarlo, vete a la mierda!", exclamó Isaac, inclinándose hacia adelante en su asiento, mientras que el juego de luces y sombras de la habitación les daba una cualidad siniestra a sus rasgos.
Durante todo ese tiempo, Camila había creído que su marido la descartaría como si fuera una basura indigna de su tiempo y atención, lo que no esperaba era que fuera tan cruel que le hacía la vida imposible.
"Bien, beberé", lanzó ella, empujando al hombre y quitándole el vaso.
Se quedó mirando el líquido por un largo segundo, antes de tragárselo todo de una sola vez.
Era la primera vez que ella consumía alcohol.
El licor sabía horrible y dejaba una sensación de ardor a su paso, como si una bola de fuego rodara hacia la boca de su estómago.
Su mueca de disgusto le pareció muy coqueta al hombre, que ya no podía esperar a poseerla. "Señor Johnston, ¿puedo llevármela ya?", balbuceó con voz áspera.
Naturalmente, Camila entró en pánico al oír eso, y miró a su alrededor en busca de una vía de escape, solo para que sus ojos fueran detenidos por otro par a unos pocos metros de distancia. La mirada de Isaac era oscura e insondable. ¿Acaso humillarla se había convertido en su misión de vida?
Pronto, él apartó la mirada primero. "Tú... Mmm... sí, como quieras".
Oír eso hizo que el sujeto casi gritara de alegría, y deslizó de inmediato su otro brazo alrededor de Camila con una sonrisa. Sin pelear, la joven se dejó arrastrar fuera de la habitación.
"Señor, si permite que Camila se vaya con Jaylen Williams, no creo que... No creo que ella pueda escapar de él", comentó Willie, un poco consternado.
Él entendía que Isaac quería forzarla a firmar el divorcio, pero no creía que deseara que un pervertido se aprovechara de ella, ¿o sí?
Tras servirse una copa de vino, Isaac tomó un sorbo con indiferencia. "¿De verdad crees que es inocente e inmaculada?", le preguntó a su asistente, cuyos ojos se abrieron en estado de conmoción.
¡Los Haynes realmente habían ido demasiado lejos! ¿Cómo se habían atrevido a imponerle una mujer impura a su jefe, y obligarlo a casarse con ella?
De la nada, Willie experimentó una extraña sensación de traición. A fin de cuentas, él se había solidarizado con Camila e incluso le había deseado lo mejor, pero ahora parecía que ella no merecía sus buenas intenciones.
"Ella sabe que la haremos pasar un mal rato y, de todas maneras, se niega a firmar los papeles del divorcio. Me temo que esto no terminará aquí, señor".
¿Acaso Camila estaba tan decidida a ser parte de la familia Johnston?
"Señor...".
"Vámonos", lo interrumpió Isaac, sin querer escuchar nada más sobre su esposa.
Cerrando la boca, Willie se fue a abrirle la puerta.
Poco después, estaban en el auto de camino a casa, y en todo lo que Isaac podía pensar era en la mirada de derrota de Camila cuando Jaylen se la llevó.
Ella era consciente del peligro, pero aun así, se sometió a él.
Esa mujer...
"Da la vuelta...".
Frenando de golpe, a Willie le tomó un par de segundos darles sentido a las palabras de su jefe, pero cuando lo hizo, inmediatamente se dirigió de regreso al club.
Sin embargo, no habían podido encontrar a Camila ni a Jaylen por ninguna parte, y luego les informaron de que la pareja se había ido.
Frunciendo el ceño, él le ordenó a Willie que fuera a la villa, pero la chica tampoco estaba allí.
"¡Ve y...!".
El resto de la oración de Isaac murió en su garganta cuando se escuchó el crujido de la puerta principal abrirse, seguido por la dulce voz de Camila.
"Hola, Glenda...".
En vista de que ella nunca había bebido, ese solo vaso de licor que se tomó había sido más que suficiente para marearla. Si no hubiera sido entrenada para mantener la calma en las situaciones más desastrosas, era posible que no hubiera podido regresar a casa.
Sin obtener ninguna respuesta, ella entrecerró los ojos para hacer un balance de su entorno. Estaba segura de que había vuelto a la villa correcta, pero ¿dónde estaba Glenda?
"¡Glenda...!", gritó una vez más, y cuando parpadeó de nuevo, encontró al imbécil de su marido parado no muy lejos.