El Último Beso
Autor: ODALIS PICANO
GéneroRomance
El Último Beso
Luego de que Ayla preparara los platos y los sirviera en la mesa, Anna los miró con expresión de asco. Brian y Anna estaban sentados frente a frente. El hombre le había pedido que probara los platos y que le diera su opinión sobre ellos. Anna probó cada uno de ellos, y estaba muy insatisfecha con el sabor. Ella sostenía que los platillos estaban demasiado salados o demasiado picantes.
Al tener presente aquello, Brian le dio una mirada a su esposa y le preguntó: "¿Te estás vengando de mí porque te pedí que cocinaras?".
"No, no, para nada", negó la chica con la cabeza. Era muy evidente que la estaban molestando intencionalmente. Sabiéndolo, ella no tenía nada que decir porque eso no tenía sentido.
"Ah, ¿no? ¡Porque ninguno de estos platos se puede comer! ¡Todos saben muy mal!", expresó el hombre. Luego se puso de pie y tiró toda la comida al piso. Ahora el piso estaba hecho un desastre.
Sin embargo, Ayla lo había presentido y vio con calma que ellos despreciaron lo que ella había cocinado con mucha dedicación y esmero. Aunque todos su empeño fue desperdiciado por ese diablo, ella ni siquiera se sentía triste, pues era algo podía esperar de él. Ya había sufrido bastante hoy.
Primero, el tema de la intimidad de Toby con otra mujer, y luego las humillaciones de Brian y Anna.
Brian se enojó aún más al ver que Ayla ni siquiera reaccionaba. Sus ojos se entrecerraron hasta convertirse en rendijas, exasperado, levantó la mano y le dio una cachetada en la mejilla a su esposa. La fuerza fue tanta que la hizo caer al piso.
A la chica le ardía donde la mano de su esposo le había golpeado. Ella se había equivocado al pensar que no podía sentir más dolor ese día.
"¡Limpia este desastre!". A Brian le había disgustado que ella no mostrara expresión alguna, y no sabía porqué.
Su esposa debería estar llorando y rogándole, sin embargo, no hacía nada de eso.
El hombre siempre había querido estar a cargo de todas las situaciones, pero se sentía frustrado al no poder controlar a Ayla.
Ella no emitió palabra alguna; simplemente se arrodilló en el suelo, en silencio, y recogió todos los pedazos de platos rotos, uno por uno. Accidentalmente, se cortó un dedo, y la sangre brotó de dicha herida. No obstante, ella sencillamente perdió el entusiasmo por reaccionar incluso por haberse herido, y continuó su trabajo sin decir nada.
Buscó una escoba y empezó a barrer hasta dejar el lugar limpio. Había sido más humillada de lo que hubiese podido esperar, y se burló de sí misma por la vida que le había tocado.
Ella ni siquiera era la verdadera hija de la familia Woodsen; solo era una chica huérfana que ellos habían adoptado. Además, el hombre del que se había enamorado y en quien confiaba la había abandonado.
Para colmo, había perdido su virginidad. Después de todo esto, ella no tenía esperanzas de que nada bueno pasara en su vida.
No obstante, no tenía otra opción más que aguantar. El hombre frente a ella la torturaría todos los días, la humillaría de todas las maneras posibles, la castigaría siempre que pudiera y, aun así, ella no podía detenerlo.