El Último Beso
Autor: ODALIS PICANO
GéneroRomance
El Último Beso
Ayla se cambió de ropa y salió del baño. Su esposo la estaba esperando afuera, el hombre le lanzó una mirada rápida mientras apretaba la mandíbula. Sin emitir palabra alguna, se giró y salió furioso, y ella corrió tras él sumisamente.
El viaje en auto fue muy incómodo, cosa que la hizo arrinconarse en una esquina. El ambiente en el interior del Bentley plateado estaba tan tenso que la chica solo pudo mirar por la ventana, y rezar para que todo esto terminara lo más rápido posible.
Cada vez que él se movía, o hacía algo mínimo, ella temblaba, temiendo que él la acercara sin su consentimiento.
El silencio invadió casi todo el viaje. Al cabo de una hora, llegaron a la lujosa villa de Brian. Esta elegante casa tenía un diseño exquisito, que solo Brian podía permitirse.
El auto entró al garaje y se detuvo. Luego el hombre se bajó y le ordenó en tono amargo a su esposa: "¡Sal del auto!".
La familia Woodsen también era propietaria de una villa, pero era incomparable a la enorme que poseía Brian. Ella tímidamente, siguió a su esposo, dando cada paso con precaución.
"Señor, ha vuelto", dijo el mayordomo, Ruben, corrió hacia ellos y observó a la hermosa mujer detrás del hombre sin decir nada.
Brian no contestó, se fue a la sala de estar y se sentó en el sofá. Maria salió un rato después y le sirvió café en una taza delicada y costosa. "Señor, aquí está su café". el hombre acostumbraba tomar café en todo momento.
Brian inhaló el fuerte aroma del café, el cual estaba hecho con los mejores granos de café de Jamaica, que era su olor favorito.
Mientras tanto, Ayla permanecía inmóvil, quieta. El clima serio dentro de la casa le recordó una vez más que ella no pertenecía aquí. No obstante, el hecho era que no ella podía huir.
Repentinamente, la taza de café cayó al suelo y se rompió en pedazos, con un gran estruendo. "¡Señor!", exclamó Maria e inmediatamente fue a limpiarlo, pero se detuvo a la mitad cuando Brian levantó la mano.
"¡Tú, ven aquí a limpiar esto!", dijo el hombre haciéndole un gesto a Ayla, ordenándole cruelmente.
La chica se estremeció con sorpresa, y lo miró estupefacta.
"Señora Clark, ¿qué sucede? ¿Acaso no me escuchaste? ¿O pretendes desafiarme?", interrogó Brian sarcásticamente.
Ella parpadeó y desvió la mirada. No importaba si ella se oponía a hacerlo, él la obligaría a limpiar el desastre de todos modos. Además, ella había hecho esas cosas similares, antes en casa de la familia Woodsen.
Para ella, esto era una tarea fácil.
En silencio, la chica se inclinó y recogió los pedazos, uno por uno, y los arrojó a la basura. Maria, le dio un trapo de limpieza que usaba para pasar en el piso, después de recoger los pedazos.
Sus ojos observaron las manchas de café que había en los zapatos de su esposo. Acto seguido, las limpió cuidadosamente con pañuelos de papel, temiendo que la pateara si no le gustaba aquello.
Pero su cautela no le impidió despreciarla; no le mostraría piedad a la mujer que más detestaba.
Sin embargo, el hombre no podía comprender por qué Arlene estaba siendo tan obediente. Nunca esperó que ella lo hiciera, y mucho menos sin cuestionar nada.
De repente, retiró los pies con inseguridad, pues no sabía cómo debía reaccionar. La chica lo miró, un poco asustada y medio confundida. ¿Había hecho algo malo? ¿Él no estaba satisfecho?
Brian se inclinó hacia adelante y la agarró fuertemente por la barbilla. "De ahora en adelante, te quedarás aquí, sin hacer ningún escándalo. No tienes permitido salir sin mi autorización. Por otro lado, tendrás que encargarte de todo aquí en la casa, desde la limpieza, hasta todo lo que yo quiera que hagas. ¿Me entendiste?" espetó él con un tono autoritario.
Ella comprendió que él quería que viviera aquí, como sirvienta, no como la señora Clark.
"Sí", respondió Ayla asintiendo.
"¡Buena chica!", contestó él, antes de levantarse para irse.
"Espere, tengo algo que preguntarle", dijo ella. Al ver que estaba a punto de irse, lo detuvo apresuradamente.
Brian se giró hacia ella. "Si necesitas algo, pregúntale a Ruben o Maria". Él ya no quería hablar más con ella.
"¡No! No es nada de eso". La chica tomó la mano de su esposo, y la sostuvo con inseguridad antes de decirle: "Estoy dispuesta a hacer todo lo que me pida, pero quiero ir al colegio".
¿Ella quería asistir a la escuela? Brian no pudo evitar sorprenderse. ¿Acaso esto era una broma? "¿Tú quieres ir a estudiar? ¿Me estás jodiendo?
Eres Arlene Woodsen, o bueno, ahora eres la señora Clark. Puedes conseguir todo lo que quieras. Entonces, ¿por qué deseas ir a la escuela? Además, que yo sepa, nunca fuiste una buena estudiante", resopló él.
La chica no supo qué decir. A Arlene nunca le había importado nada, pero Ayla era muy distinta. Quería valerse por sí misma, y cumplir su sueño.
"¡No me molestes más!", dijo él apartándola. Se giró y se fue en ese momento.
"Señor Clark", suplicó Ayla. No se rendiría tan fácilmente. Quería ir tras él, aunque Maria la detuvo diciéndole: "¡No puedes subir las escaleras! ¡No puedes ir al segundo piso sin autorización!"
"¡No puede ser! ¿Por qué?", la chica necesitaba hablar con él de alguna manera. Le había costado mucho ingresar a la universidad; había trabajado duro en todas las vacaciones de verano, para ganar los derechos del curso. Entonces, ¿cómo podía darse por vencida tan fácilmente?
Corrió y subió las escaleras tan pronto como Maria se distrajo un poco. Al verla irrumpir en su habitación, Brian gritó extremadamente iracundo: "¿Quién te dio permiso de subir?".
La chica se estremeció, y se dio cuenta de que había sido imprudente; ella no debió haber subido las escaleras sin su autorización.
"¡Vete de aquí!", volvió a gruñir Brian al ver que su esposa seguía junto a la puerta.
Ante la intensidad de su forma de hablar, ella se estremeció nuevamente. Se limitó a bajar la mirada rápidamente y no se atrevió a verlo otra vez. En ese momento, solo quería correr y esconderse de su esposo.