Su Profecía, el Espíritu Destrozado de Ella
lia
mis entrañas. Miré la elegante firma de Bruno, un grotesco recordatorio de lo fácil que podía firmar la vida de algui
ación silenciosa de los sueños que Bruno había aplastado sistemáticamente. Tenía que irme. No solo de la casa, no solo de Bruno, sino de toda esta ciudad, de
n mi teléfono. Su pantalla se iluminó con una notificación. Era la red social de
ra familia, finalmente completo. Bendecidos por el universo». Debajo, una ráfaga de comentarios de felicitación. «¡Qué feliz por ti, Bruno!». «¡Ximena se ve incr
una ola de mareo, la habitación girando a mi alrededor. Eran perfe
pesados pasos de Bruno. Estaba en casa. Mi corazón saltó a mi garganta, un miedo primario apod
r y la página de redes sociales abierta en mi teléfono. Frunció el ceño. -¿Qué está
ivorcio en blanco detrás de mi espalda. Mi voz er
to mundo. -¿Irte? ¿Con estas baratijas? ¿Crees que puedes simplemente salir de aquí, Amelia? -Sus ojos se detuvieron en un pequeño pájaro
atarra» para él. Se me hizo un nudo en la garganta, el escozor de las lágrimas amenazando con abrumarme. ¿Cómo pude haber amado a est
de el pasillo. Un bebé. Se me cortó la
na sonrisa cariñosa mientras Ximena aparecía en el umbral, acunando a uno de los gemelos. -M
olmaba a Ximena y al bebé con el afecto que una vez anhelé, el afecto que él había fingido tan
chándose. -¿Qué quieres, Bruno? -Mi voz era apenas audible, temblando con una m
las cosas ahora. Ximena y los niños se mudarán aquí. Permanentemente. -Hizo un gesto vago al
a familia feliz con otra mujer y los hijos que yo debería haber tenido? -¿Esperas que
uedes ser una influencia maravillosa para los niños. Una figura de tía, quizás. O incluso... -Hizo una pausa, un extr
entira, criados por la mujer que había ayudado a traicionar
a sacarina. -Oh, Amelia, soy Ximena, aunque estoy segura de que
Máx
la tranquila intimidad de nuestra cama, los nombres que había elegido para nuestros hijos,
Retrocedí tropezando, sacudiendo la cabeza violentamente-. ¡No los ad
lineación divina. Lo aceptarás. -Dio un paso hacia mí, su presencia de repente amenazante-. Eres mi esposa, Amelia. Seg
escándalo que un divorcio causaría a su vida cuidadosamente curada, a la reputación prístina de su familia
te asintió hacia Ximena, quien se retiró rápidamente con los bebés. Luego se giró hacia la puerta, su voz resonando con una finalidad escalofriante.