Su Profecía, el Espíritu Destrozado de Ella
lia
dolorosa conciencia. Mi cabeza palpitaba, un dolor sordo que resonaba con cada latido de mi corazón. Mi brazo izquierdo,
suavemente, su voz llena de una gentileza profesional-. Tómelo con calma. Tiene varias laceraciones, u
sobrevivido al último acto de crueldad de Bruno. -¿
después de un incidente en su residencia. Supuestamente, se cayó. ¿
eca y vacía-. No tengo familia. -Bruno era la única familia que me quedaba, y él fue
antasmas de mi pasado. Las palabras insensibles de Bruno, las profecías retorcidas del Maestro, la mueca triunfante de Ximena, todo se arremolinaba
muy abiertos, una falsa mirada de preocupación pegada en su rostro. Corrió a mi lado, su voz un susurro teatral. -
tuación. -¿Desorientada? -respondí, mi voz pla
cesaria de energía negativa de la casa. Dijo que tu angustia era simplemente una manifestación de tu propia agitación inter
dientes.
do de lleno en mi costado vendado. Un dolor agudo e insoportable me
con fingido horror-. ¡Olvidé dónde estabas herida! ¡Soy tan to
Sé lo que eres. Y sé lo que hiciste. -Mi voz era un gruñido bajo, teñido de un veneno que no sabía que poseía-. Y sé que
enta, ¿verdad? Niña lista. -Se inclinó, su voz bajando a un susurro bajo y burlón-. Sí, lo fue. Y funcionó perfectamente, ¿no? Como tod
ue él volvía. En la que confiaba. La que realmente amaba. -Se acercó más, su aliento olía débilmente a perfume dulce, un crudo contraste con sus a
s. Las noches en que Bruno había estado «trabajando hasta tarde» o «meditando con el Maestro». Había estad
voló, impulsada por una oleada de rabia pura y sin adulterar, y conectó con
o en ese momento, la puerta se abrió de golpe. Bruno estaba allí, con los ojo
hecho? -Acunó el rostro de Ximena, su preocupación palpab
hecho. Pero yo tenía algo que podía probarlo. Mi mano buscó a tientas debajo de mi almo
ganando fuerza-. Tengo pruebas. ¿Todo lo que acaba d
de pánico genuino cruzando su rostro. Su fachada cuidadosa
quedaba nada, ni familia, ni hijos, ni jardín. Pero tenía esto. Esta era
te hacia mí, sus ojos ahora fijos en mi teléfono. Justo cuando se abalanzó, Xim