Su Profecía, el Espíritu Destrozado de Ella
lia
cada por destellos de agonía al rojo vivo. Oí voces ahogadas, órdenes frenéticas, el pitido
idades...» Una voz masculina, tranquila pero urgente, atrave
su voz más cercana ahora, más aguda. «Ximena y los niños son primord
e cualquier herida física, me invadió. Secundaria. Manténganla viva, si pu
z de un médico, «sus heridas son potencialmen
ser protegida por encima de todo. Ella entendía los riesgos. Ella misma se lo buscó. Las energ
r de mi cuerpo, el último parpadeo de esperanza, se drenó, dejando atrás un vacío helado. No le importaba. Nunca le habí
me consumió
des afilados del dolor se habían atenuado a un dolor punzante. Mi cabeza estaba vendada, mi cuerpo un tapi
, ofreciéndome un vaso de agua. -Tranquila, Am
un
só momentáneamente el dolor. Estaba sentado junto a mi cama, su rostro pálido, una mirada atormentada en s
lo. Agua y fragmentos de vidrio se esparcieron por las baldosas estéril
zcla de shock y algo que no pude descifrar. -Amelia Valdés -dijo, su voz baja, usando mi nombre completo,
revía a llamarme irracional? El recuerdo de su orden a los médicos, «Manténganla viva, si
espués de tu limpieza espiritual? ¿Después de que me dejaste por muerta? -Me incorporé, ignorando el dolor abrasador, mis
. -Amelia, entiendo que estés molesta, pero necesitas
o que desaparezcas, Bruno. Simplemente te desvanezcas. Me perdiste en el momento en que elegiste a Ximena. Me perdiste en el momento en qu
La mujer que una vez había sido tan gentil, tan sumisa, se había ido. Reemplazada por un cascarón de rabia y quebrantamiento. Parecía desconcertad
a desenfrenada, mi rechazo absoluto, parecía a la deriva. Su mundo cuidadosamente construido, basado en profecías y poder, de repente se tambaleaba. Recordaba a la Amelia
a, su expresión suavizándose casi de inmediato. Era Xime
oyera-. ¿Cómo está Amelia? Estoy tan preocupada por ella. Espero que no esté demasiado molesta por los arreglos de la casa. E
firmación de su dominio. El rostro de Bruno, que hace un momento reflejaba un destello de algo parecido a la confusión, ahora se endureció en una másc
a calidez-, he tomado mi decisión. Voy a seguir adelante con Ximena y nuestros hijos. Tú, por supuesto, seguirás siendo mi esposa, por el bien de las apariencias. Pero nuestra vida íntima, nuestros
todo lo que una vez había apreciado. Mi vida íntima. Nuestros espacios compartidos. Acabados. No solo me había dejado por muerta, sino que también