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Su Profecía, el Espíritu Destrozado de Ella

Su Profecía, el Espíritu Destrozado de Ella

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:2792    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:31

o que de verdad me estaba matando. Se suponía que yo era su pareja destinada, el recipiente para los

Allí estaba Bruno, radiante junto a su novia de la prepa

e ha cumplido!

n los hijos «destinados». Metió a Ximena en nuestra casa, les dio a sus hijos los nombres que yo había elegido para los m

a de cicatrices y rota, todo para «limpiar» la casa para su nueva fam

bre amable y su hijo. Pero justo cuando acepté su propuesta de m

volverás conmigo, ¡o me ase

ítu

lia

nfonía de su oscuro plan. Lo había amado, tontamente, ciegamente, creyendo en sus grandilocuentes declaraciones y en el futuro que prometía bajo la guía de su maestro espiritual. Se suponía que yo era su pareja destin

respondía a su edad. Pero debajo de la fachada pulida se escondía un hombre completamente consumido por un sistema de creencias esotéricas. Su guía espiritual, un hombre de mirada penetrante y voz hipnótica al que llamaba «El Maestro»,

ue se sometía a los crípticos pronunciamientos del Maestro incluso por encima del consejo de los miembros de su propia junta directiva. Luego se volvió más evidente, influyendo en inversiones, compromisos so

tánica, encontrando consuelo en la naturaleza después de la prematura muerte de mis padres. Bruno, el príncipe dorado, me había barrido de mis pies, su protección y encan

tensiones como su esposa. Lo llamaron un cuento de hadas, un testimonio del amor verdadero que trasciende las divisiones sociales. Ciertamente sentí que lo era. Bruno era atento, colmándome d

ndola como prueba de que la riqueza no había corrompido su corazón. Caminé a su lado, con una sonrisa tímida en mi rostro, disfrutando del brillo

hasta el momento de nuestras obras filantrópicas, era examinado por el líder espiritual. Hablaba de destino, de alineación, de fuerz

Maestro. «Nacidos de la tierra, bendecidos por las estrellas». Bruno se obsesionó, su enfoque se desplazó

surrando palabras de consuelo. Me dijo que simplemente no era el momento adecuado, que el universo tenía otros planes. Luego vino la segunda. Y la tercera. Cada una me d

fertilidad, prometiendo que encontraríamos una solución. Me aferré a esa esperanza, a esa astilla de razón científica en un mundo que se sen

ma reproductivo saludable. Sin embargo, tu cuerpo está rechazando sistemáticamente cada embarazo en una etapa temprana. Hemos visto esto antes, pero generalmente hay una explicación

que serlo. Las lágrimas brotaron de mis ojos, una ola de náuseas me invadió. Sentí un pavo

n brazo, un gesto que se sintió más como posesión que como consuelo. -No te preocupes, mi amor -murmuró, su voz suave, casi demasiado suave-. El universo funciona de maneras misterios

nte lienzos en blanco, los colores vibrantes ahora parecían opacos y sin sentido. ¿Por qué no podía llevar un hijo a térm

s del centro espiritual de Bruno. Era un lugar que usualmente evitaba, pero una extraña compulsión me llevó allí. Quizás,

amente fuera de lugar en este santuario usualmente silencioso. Mi corazón latía con fuerza, una extraña mezcla de

radiante, con una copa de champán en la mano. A su lado, una mujer que conocía, Ximena Cantú, su novia de la preparatoria, sostenía d

n. -¡Contemplen! ¡La profecía se ha cumplido! ¡Hijos gemelos, nacidos de

El sonido, pequeño y agudo, silenció momentáneamente la habitación. Todos los ojos se volvieron hacia mí. La sonrisa triunfante d

i alrededor como los fragmentos de vidrio. Hijos gemelos. Ximena. Pareja destinada. Las pa

desprovista de calidez-, ¿qué estás haciendo aquí? -Su tono tranquilo y acusad

ro ronco. -¿Qué es esto, B

orma segura en sus brazos. -Estos son los hijos de Bruno, Amelia. Los que tú no pudiste darle

e ha descubierto, querida. La sabiduría del Maestro fue clara desde el principio. Ximena siempre

Mi visión se nubló, las lágrimas borrando la horrible escena ante mí. -Las pérdidas -logré decir con voz

Maestro advirtió que esos no eran los hijos destinados -declaró, su voz plana, como si discutiera una transacción comercial-. Su energía no

, mis esperanzas destrozadas... todo era parte de su retorcido plan. Quería gritar, destrozarlo, pero mi cuerpo se sentía como pl

un monocromo de desesperación. Miré a Bruno, su expresión de leve inconveniencia, no de remordimiento. Acababa de admitir habe

surro roto, raspando en mi garganta-. ¿P

a. Creyó que serías adaptable, una influencia calmante, hasta que el verdadero camino se revelara. Y lo fuis

stro simplemente lo confirmó. Tú solo fuiste una distracción temporal, un recipiente conveniente hasta que las estrellas se alinearan. -Señaló

mpo, acechando en las sombras, esperando su momento. No era solo la crueldad de Bruno; era una conspira

, los gritos de júbilo, la monstruosa verdad. Pasé junto a invitados sorprendidos, sus rostros un borrón de confusión y lástima

raición. Mi pecho se agitaba con cada sollozo, cada aliento un eco doloroso de la vida que casi había creado, los sueños que tontamente había albergado. Cuatro veces. Cuatro pequeñas vidas, extinguidas antes de q

encia y una montaña de dolor. Me había encargado una pieza, una gran ilustración botánica para su nueva sede corporativa. Había visto mi trabajo en una pequeña exp

bla de resiliencia, de belleza que emerg

peración, o eso pensaba. Me había enamorado de él, de su encanto, del sentido de seguridad que ofrecía. Había confundido su fascinación con amor, su protección con un cuidado genuino. Me había pedido que me casara con él, arrodill

brado nuestros aniversarios, llorado nuestras pérdidas, creído cada mentira reconfortante que había pronunciado. Y ahora, la b

mara principal, el espacio que habíamos compartido, ahora manchado por su traición. Mis ojos se posaron en la pequeña y ornamentada caja en la mesita de noche de Bruno. Dentro yacía un único,

e confianza. Ahora, era un símbolo de mi escap

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