La revancha definitiva de la esposa sacrificada
e encaje intrincado que ocultaba la mitad de mi rostro, pero se sentía menos como un accesorio y más como un disfraz necesario. En mi muñeca, una delicada
imple y elegante negro. Y en su muñeca, una pulsera de plata a juego, una réplica de la mía. Era un
Y en su muñeca, una pulsera de plata, idéntica a la mía, idéntica a la de Conrado. Se me cortó la re
a esperanza tonta y frágil parpadeó. ¿Finalmente venía por mí? ¿Estaba a punto de confesa
vo. Conrado se detuvo, su trayectoria cambiando ligeramente, su atención desviada al i
su rostro. Extendió la mano, un gesto formal. -J
dentro de mí. Quería gritar, arremeter, hacerle ver lo absurdo de
tó, su sonrisa vacilando lige
poco de la farsa enmascarada. -Sostuve los papeles del divorcio, cuidadosamente doblados, que
re la habitación. El abuelo Elías, en el podio, golpeó el micró
instantáneamente desviada. Los músculos de su mandíbula se te
sistí, mi voz baja pero firme-.
io un asentimiento rápido y despectivo, luego se dio la vuelta, caminando rápidamente h
papeles, sin saberlo, con su indiferencia. Estaba hecho. La farsa había terminado. Mi coraz
puestos. Las luces de la ciudad parpadeaban abajo, indiferentes a mi drama personal
un jadeo colectivo de la multitud. Momentos después, las luces de emergencia parpadearon, proy
por cortinas de terciopelo, que el foco iluminó brevemente. Y all
sto. Fue profundo, hambriento, desesperado. Un abrazo primario, lleno de una intensidad que me revolvió el estómago. La persistente ilusión d
a-. ¿No es eso lo más romántico que has visto? La forma en que la sostiene, tan ti
anos, ¿verdad? Una pareja tan devota. Es casi injusto para otras
na parodia grotesca del amor que había buscado desesperadamente, el amor que me había engañado a mí misma cre
adamente, se estiró y sacó un pequeño relicario de plata de debajo de su vestido. Era un relicario que reconocí, uno que Alina había diseñado, una pieza única y pr
uta crueldad. No solo estaba robando a mi espo
tió pesada, de repente, una carga que ya no deseaba llevar. L
alrededor, sus susurros desvaneciéndose. Me detuve directamente frente a él, lo suficientemente c
s-, creo que me has confundido con otra persona. O qu