La revancha definitiva de la esposa sacrificada
había colocado en su escritorio, como si fueran una nueva especie de bicho curioso, aunque inconvenien
cordaba cada vez que lo había defendido de las críticas de su abuelo, cada noche que lo había esperado despierta, cada pequeño sacrificio que había hecho par
Podemos discutir esto... más tarde. -Se levantó, descartándome a mí y a los papeles con la misma indiferencia casual con la que tr
eía que era incapaz de una intención seria, que mi ira era simple
alí de su oficina. La fría certeza que se había insta
versión abreviada de los eventos, sorprendentemente expresaron más alivio que decepción. Mi madre, pragmática como siempre,
ola presencia podía marchitar a los mortales menores, había convocado a Jimena. El aire crepitaba con su furi
ó Elías, su voz resonando en la opulenta habitación-. Bas
e brazos. -¡No lo haré! No seré exhibida como un
l escándalo y la desgracia! ¡Eliges avergonzar a esta familia! -Levantó la mano, y me preparé,
su rostro, sus ojos abiertos d
uevo si no cumpl
Se interpuso entre Jimena y su abuelo, su cuerpo un escudo. -¡Abuelo, detente! ¡No le p
se aferró a su brazo, enterrando su rostro cont
ija en su abuelo, pura rebeldía en sus oj
Precisamente por esto la envié lejos! ¡Esta devoción antinatural! ¡Esta... obsesión! -Gesticuló salvajemen
o de su mandíbula. Cerró los ojos por un brev
enciosa. -¡Y tú, Conrado! ¡Pretendes ser un esposo obediente, pero dejas que esta... est
ó en la mía, aguda y calculadora. Se me cortó la respiración. Me vio.
fundida. Caminó hacia mí, sus pasos medidos, deliberados. Mi c
olvió su brazo alrededor de mi cintura, pegando mi cuerpo al suyo. Sus labios rozaron mi oí
scarada. Me estaba usando, de nuevo, como un accesorio, para
uelo. Jazmín es mi esposa. Mi elección. -Presionó un beso posesivo en mi sien, una exhibición pública de afecto diseñada únicam
iento? ¿Un repentino destello de afecto real? Mi corazón, a pesar de todo, dio u
es. -Jimena está feliz. Ha aceptado mi propuesta de una vida tranquila y privada. No más grandes eventos para ella. Mi esposa elige la paz. -Las palabras eran un
raba a él, pero sin el escrutinio público. Estaba usando mi presencia, nuestro 'matrimonio', para hacer
o. -Una palabra, Jazmín, y me aseguraré de que te arrepi
ulación, por su traición, por convertirme en un peón en su retorcido juego. Y me odiaba aún más por el fugaz momento de esperanza que había alb
endido, pero no me importó. No sería su accesorio, ya no. Ni por un momento. Salí de