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La revancha definitiva de la esposa sacrificada

Capítulo 2 

Palabras:1749    |    Actualizado en: 11/12/2025

ido a mí. Mi corazón se sentía como un trozo de papel arrugado, desechado. Esa noche, desbloqueé la bóveda digital de la vida de mi esposo, un lugar al que rara vez me atrevía a aventurarme. Busq

e la Torre durante años. Elías de la Torre, el patriarca, aparentemente había estado desesperado por separarlos, por mantener la imagen prístina de la familia. Ji

ión pública, para forzar la mano de su abuelo. Él había aceptado su regreso, pero bajo condiciones estrictas: tenía que presentar una fachada respetable, encontrar

paciente, cada toque gentil de Conrado era simplemente una actuación, un acto cuidadosamente orquestado para apaciguar a su abuelo y all

a la aceptación, había sido completa y absolutamente utilizada. Era un accesorio en la retorcida historia d

cera. El conductor, un hombre educado y corpulento llamado Gustavo, comenzó a abrir la

, no ahora. La idea de estar atrapada en un vehículo en movimiento, incluso uno lujoso, envió una nueva ola

sintió. -Como desee, señora de la Torre

r el infierno que ardía dentro de mí. Solo necesitaba moverme, para escapar de la sofocante verdad. Caminé más ráp

enerme, apoyándome pesadamente contra una pared de ladrillo frío, jadeando por aire.

ado con preocupación. -Señora de la Torre, está herida.

estro lado. Saltó, su rostro todavía pálido, pero sus ojos ahora tenían una familiar y distante preocup

ora de la Torre insistió -expli

l mientras examinaba mi tobillo. -Parece un esguince grave. ¿Por

nté, mi voz apenas un susurro, espesa

alvo con Gustavo. -Su tono era despectivo. Ni siquiera se dio cuenta de la profundidad d

a rompiéndose dentro de mí. -Quiero estar sola, Conra

mín, por favor. Déjame al menos llevart

ontra el dolor-. Quiero caminar. -Cojée hacia adelante,

en su frente. -Conrado, cariño, ¿realmente me vas a dejar sola en el auto? ¿Después de lo que acaba de

orándose como el rocío de la mañana. -Jimena, deberías quedarte en el

ando una mirada calculadora hacia mí-. Y Jazmín parece bastante... emocional. ¿Quizás sea mejor

a la damisela perfectamente, una maestra manipuladora. Sabía exacta

fija al frente. Mi silenc

Mi tobillo! Creo que me lo torcí al salir del auto. Es solo una cosita

mena, ¿estás bien? ¿Por qué no dijiste nada? -Su voz estaba espesa de preocupación, un mar

en él, su cabeza descansando ligeramente en su hombro-. S

clara. Su rostro se endureció con resolución. -Gustavo, l

to, Conrado! ¡Tengo miedo! ¿Y si esa gente vuelve? No me sient

undo. -Jimena, Jazmín está he

frágil! Jazmín es tan fuerte, puede cuidarse sola, ¿no? -Me miró, una sonrisa triunfan

través de la distancia. Una súplica silenciosa, un

a para él, mientras que la fragilidad fabricada de ella era un canto de sir

os, llevándola fácilmente hacia su auto. Ella se acurrucó contra su pecho, una imagen de delicada imp

abeza hacia mí. -Jazmín, por favor, llama a Gustavo si necesitas algo. Volver

í, sola, en el pavimento frío, el dolor en mi tobillo reflejando el dolor en mi corazón. El auto de seguridad negro, con Gustavo todavía adentro,

ndo su costosa bufanda de cachemira alrededor de sus hombros, un símbolo de calidez, de protección, de posesión. Mi corazón se retorció. Esa bufanda, la q

era de mármol, había un botiquín de primeros auxilios, cuidadosamente colocado. Una nota al

una videollamada con Conrado, su voz un susurro frágil. -Conrado, cariño, tengo mucha sed. ¿Podrías p

i. -La voz de Conrado, usualmente tan c

hombre que mimaría y calmaría, el hombre que sacrificaría cualquier co

anas atrás. Mi mano no tembló. Mi corazón no dolió. Estaba entumecido

se acabó. -Miré el teléfono, sabiendo que no me e

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