La revancha definitiva de la esposa sacrificada
, cruzó sus facciones. Antes de que pudiera responder, las luces de emergencia, que habían estado parpadeando erráti
uerpos empujando y empujándose. Quedé atrapada en el tumulto, empujada violentamente por
on la velocidad del rayo, la envolvió en sus brazos, atrayéndola, protegiéndola con su cuerpo de la multitud que
orriendo mi tobillo. Mi cabeza golpeó algo duro, y el mundo giró. Antes de que pudiera recupe
dos han estado esperando! ¡La revelación del gr
respiración. Mi estómago se contrajo. Era la caja de música de Alina. La que había hecho cuando tenía doce años, pintada a mano con constelaciones y pequeños mensajes secretos e
za -continuó el presentador, su voz hinchándose de d
reas y profundamente simbólicas habían conquistado el mundo del arte. Alina,
-, ¡por favor, den la bienvenida a la mujer de la hora, l
atífica en su rostro, aceptando el aplauso atronador como si fuera su derecho. Hiz
robada; era una profanación. Jimena, la farsante sin talento y man
r en mi tobillo, el latido en mi cabeza-. ¡Eso es mentira! ¡Ella
e Alina. Pero antes de que pudiera dar otro paso, un golpe agudo y repentino me golpeó en la nuca. El mundo
ban. Un aroma familiar, una mezcla de colonia cara y algo más, algo únicamente suyo, me envolvió. Era
lor sordo, mi tobillo todavía protestaba. Conrado estaba sentado en un escritorio al otro lado de la habitación, de espaldas a mí, hablando en v
a y despectiva. Ya estaba tejiendo la narrativa,
ira dándome fuerza. -Déjame ir -grazn
aminó hacia mí, empujándome suavemente hacia abajo cuando intenté levantarme de nu
á bien! ¡Es una mentirosa! ¡Una ladrona! ¡Está reclamando el trabajo de Alina, Conrado! ¿No lo entiendes? Esa caja de m
quietante. Sus ojos no mostraban sorpresa, ni con
cción-. ¡Voy a decirle al mundo lo que ha hecho! ¡Lo que
ación. Solo una quietud profunda e inquietante. Y en esa quietud, lo vi. L
ecreto, el trauma infantil que alimentaba su arte, nuestra claustrofobia compartida, su muerte prematura, la bóveda oculta de sus obras maestras. Le había confiado las partes más sagradas de mi pasado, con la memoria de mi brillante y perdida
el legado de Alina. Pero no lo había hecho. Había estado recopilando información. Inteligencia. Todo lo que había compartido, cada detalle vulnerable, l
e vidrio-. Lo supiste todo el tiempo. Le diste todo, ¿no es así? La vida de mi herman
pensando con claridad. Estás alterada. Podemos discutir esto cuando estés más tranquila. Te conseguiré un
a hacer eso! ¡No tienes derecho a controlar mi mente! ¡Dime, Conrado! ¿Qué es
ramente. -Jimena es mi familia. Necesita mi p
ué? ¿De sus propias mentiras? ¿Y qué hay de mí, Conrado? ¿Qué hay de
a. Tu imaginación se está desbocando. -Se inclinó, su voz bajando a un tono bajo e ínti
ido al miedo, cruzó sus ojos. Rápidamente lo enmascaró, pero el daño estaba hecho. La