Errores imperdonables, deudas impagas
l techo blanco y estéril de una habitación de ho
e de diseñador arrugado, una barba oscura sombreando su mandíbula. Había u
a. Su expresión era una
ntó, su voz baja y tensa-. Ese numerito
odo el dolor, la esperanza, el amor que había sentido por é
da que ver c
a y burlona se di
el tipo al que le pagas para que se quede.
esequilibrio de poder que había definido su relación. Una
fantasma de una herida que finalmente habí
-dijo, su voz plana-. Puedes estar
de Sofía, un destello de algo ilegible en
ar al país. Ha pasado
a un arreglo temporal, fácilmente dejado de lado por su amor ve
y áspera escap
te. Ve a est
. El personal del hotel abrió la puerta. Fu
gica, ignorando sus protestas. La ayudó a subir a su coche, su
so. El aire en el coc
jo, rompiendo el s
idea de la comida le
staurante pequeño y modesto, u
más suave ahora, una gentileza calc
que a ella le gustaba la comida sencilla cuando estaba estresada. Por un momen
s cucharadas. El congee calie
es mejor?
sponder, una voz brilla
a que te enco
ándolo con su brazo. Llevaba un vestido amarillo
ito! -dijo, aplaudiendo-. Sie
en hielo. No se trataba de ella. Nunca se había tratado de ella. Sus hábitos, sus preferencias,
preguntó Kael a Sofía, su voz suavizán
tus padres -dijo Sofía, haciendo un ligero puchero-.
a sus padres. Habían muerto hacía años,
dijo en voz baj
delicado relicario de plata de debajo de su vestido. Era viejo y ligeramente deslustrado-
alma de su mano,
hora de que t
gastada. Por un largo momento, Elena pensó que podría guardárselo en el bolsi
n profundo y dolido afecto. Suavemente,
por la emoción-. Ella t