Errores imperdonables, deudas impagas
miró del retrato -un Kael que nunca había conocido, lleno de amor desprotegi
istancia calculada que mantenía incluso en sus momentos más íntimos. Rec
contra hielo. La diferencia era cruda, absoluta
ía se sentía delgad
de aire -murmuró,
s. Cuando finalmente se sintió lo suficientemente tranquila para regresar, Kael se había
Sofía, su voz goteando condesc
rcó a
n. Pero me ama a mí. Siempre me ha amado. Incluso cuando lo dejé, se m
fingida simpatía. Sintió una extraña sensación de paz. La l
firme-. Nuestra relación fue una transacción. Es t
vuelta p
aceptación tranquila no era la reacción qu
ó Sofía, y empujó a Ele
ro golpeó la esquina afilada del marco. Un dolor agudo la atravesó, y se desplomó en el suelo,
acia ellas, su rostro una máscara de pánico. Pasó corriendo junto
guntó frenéticamente, revisándola
, señalando con un de
struyó mi obra! ¡
olviéndose de hielo. La preocupación había des
te con el
o blanco. Ni siquiera le había preguntado si estaba herida. La vio en el suelo,
ue decir. No tení
ría por su brazo, caminó hacia el retrato arruinado. Con un extraño y frío desa
ró, su rostro contorsio
cabeza? -gritó, abalan
de su bolso, garabateó un número con seis cero
ad-. Ahora es mía. Puedo hacer lo que quiera con el
lejó, con la espalda re
ca antes le había escuchado-. ¿Crees que el dinero puede comprarlo todo? ¡No pu
inos. Él pensaba que el drama fabricado de Sofía era genuino. Pen
ado escapó de sus labios. No miró hacia atrás. Sigu
r las lágrimas. El dolor en su corazón era tan inmenso, tan absor
os, un impacto aterrador, y
te, una enfermera, preguntando si tenía algún familiar al que pudieran ll
a
una, dos, tres veces. Fue contestada, y luego desconectada
e filtró en los
na voz de mujer r
pado. ¿Qu
So
a explicó l
cidente grave. Necesitamos consentim
te y fría, apareció en la línea. El corazón de Elena, qu
su voz aguda por la irritación-. Lo
ea se
llenó la sala de urgencias. La e
ojo de Elena y trazó un camino a través
apeles en su mano temblorosa. Le col
d misma, cariño -dijo l
miento, firmando su propia vida en manos de extraños. El hombre que había amado dura