Un día, una amiga me invitó a unos baños públicos y quise negarme, pero me aseguró que habría hombres guapos y que podría practicar sexo con alguno de ellos.
Sonaba tentador. Sin dudarlo ni un minuto más, acepté.
Llegamos a la casa de baños y Tanya sugirió tomar algo. El bar tenía buen aspecto, pero estaba casi desierto. Nos sentamos en una mesa y pedimos una copa de vino cada una. Unos minutos después, vi entrar a dos chicos guapos.
Se sentaron a la mesa y empezaron a charlar despreocupadamente sobre algo. Tras beber la segunda copa de vino y envalentonarme un poco, empecé a mirarles de forma atrayente.
- Cariño, no mires así a estos niñatos, nos esperan peces más gordos. - me susurró Tanya.
- ¿Cuál es el problema? Quizá conozca a alguien aquí. - Me encogí de hombros.
- Katusha, no hemos venido aquí para conocer gente o buscar novio. Sólo estamos aquí para follar y divertirnos. Y puedo ver en tus ojos que estás buscando algo más.
- Te equivocas, simplemente me gustan estos dos y me gustaría llevármelos a la cama. - Sonreí.
Pedimos más vino. Yo ya estaba tan borracha que me sentía mareada.
- Katusha, allí en el baño, en el cubículo más alejado hay un pequeño agujero en la pared a la altura de la cintura, que comunica con otro cubículo más lejano. ¿Sabes para qué sirven esos agujeros?
- Erm... - rondé. ¿Por qué Tanya había sacado este tema?
- Bueno, da igual. Es donde puedes chupársela a alguien sin verle la cara. Sé lo que piensas de los hombres, eres difícil de contentar. - Tanya se rió. - Pues puedes empezar por ahí.
Un poco excitada, quise complacerme un poco y pensé que, si venía aquí a tener sexo, debía probarlo todo, incluido este agujero entre los cubículos.
Le pregunté a Tanya dónde estaba el baño y me señaló el rincón más alejado del pasillo. Me levanté y la seguí hasta allí. Entré. Aseo común para mujeres y hombres. Qué raro...
Habitación grande con varios urinarios y cinco puestos. Estaba muy limpia y olía a ambientador fresco. De fondo sonaba una música agradable y tranquila. Con mis ojos vi el puesto más alejado, visualmente diferente de los demás, era más ancho.
Fui hacia él, al lado del puesto que necesitaba había otro, pero en la puerta estaba escrito "no funciona". Demonios averiado, pensé y sonreí un poco. Entré en el más alejado y me encontré en un cubículo de retrete.
Paredes blancas, retrete blanco como la nieve, el tamaño del cubículo era tal que cabían fácilmente dos personas, todo estaba limpio y bonito. En la pared de plástico adyacente al cubículo, que no funciona, había un agujero, de pequeño diámetro, y cubierto con una tela, para que desde el cubículo opuesto fuera difícil ver a los presentes en el cubículo donde yo estaba.