Ahí estaba de nuevo; consolando a su hermana; había sufrido mucho en esos años, la pérdida de su hijo; la muerte de su esposo; su enfermedad; malas noticias una tras otra; empezaba a creerle lo que decía, que para ella no existía la felicidad; la veía luchar cada día por mantener ese equilibrio en su vida, pero como siempre, la felicidad se les esfumaba de las manos y él no podía hacer nada.
"Ale, por favor, está muerto" le apretaba el hombro tratando de no lastimarla, no sabía si estaba herida, pero se aferraba al hombre entre sus brazos.
"No, él no puede estar muerto; ¡me oíste!, ¡tú debes estar bien!, ¡las niñas te necesitan, mi familia te necesita!" lo apretaba con fuerza, debía encontrar la forma de salvarlo.
Él se perdió en sus pensamientos, quería darle paz a su hermana, pero no podía, no podía darle paz; esa paz que prometió darle cuando cruzaron sus vidas años atrás, el conocerla les trajo muchas cosas buenas a ambos, pero parecía todo se obstinaba en quitárselas.
Tiempo atrás.
Armando Álvarez estaba feliz de que la compañía en la que trabajaba mudara su sede a México, seguiría viajando, pero podría pasar más tiempo con su madre, tenía meses sin verla, aunque hablaba casi a diario con ella se sentía inquieto, aun por teléfono la notaba cansada y sabía que, aunque le mandaba dinero, no lo gastaría y seguiría viviendo de forma humilde; era parte de ella y no podía hacer nada estando lejos, así que a partir de ese momento se enfocaría en darle la vida que se merecía.
Su vuelo aterrizo en el aeropuerto de la Ciudad de México a las doce del día; por la hora, cuando llegara, su madre estaría preparando la comida o apunto de comer, así que se despidió rápidamente de su mejor amigo y tomo un taxi hacia la dirección que a pesar de los años recordaba a la perfección; entro a la vecindad y camino hasta el fondo, un poco incómodo ya que había insistido a su madre comprar una casa o departamento y mudarse, pero ella no quiso moverse de ahí, estimaba a las vecinas y no quería sentirse sola en un nuevo lugar, no le molestaba esa forma de vida, después de todo el nació y creció ahí, lo que no le gustaba era que su madre se aferrara; él quería que disfrutara lo que gracias a ella había conseguido; llamo a la puerta un par de veces, pero nadie le abrió.
Espero un par de minutos sin respuesta, recordó que su madre dejaba una llave bajo una de las macetas en caso de necesitarse, la tomo; entro a esa casa de la que salió diecisiete años atrás con la esperanza de darle a su madre una mejor vida; no se molestó en volver, cuando por fin tuvo las posibilidades económicas intento se fuera con él, después que se mudara pero se resignó a que le dijera solo mejoraría las condiciones de su casa, sin embargo, lo que tenía enfrente distaba mucho de lo que imagino; todo se veía desordenado y viejo, sintió una punzada, su madre lo visitaba, le decía que todo iba de maravilla en su vida, no entendía como para ella eso estaba bien; mandaba dinero cada mes para que comprará cosas para ella, la casa, no tuviera ninguna carencia; simplemente no había explicación para ese descuido.
Silvia; era una mujer que no permitiría ese desorden a menos que algo serio pasará, además, al vivir sola, no había motivo para que todo luciera así; dejo sus cosas, entro a la recamara, cuando la vio, un escalofrío recorrió su cuerpo, estaba delgada, a punto de los huesos, ni siquiera se había percatado de su presencia; parecía no verlo, contrastaba totalmente con la mujer que vio meses antes; se desconcertó más al darse cuenta que su madre estaba ciega.
Con un nudo en la garganta la llamo.
-¡Mamá!, estoy en casa-. Su voz se quebraba; era increíble que siempre había sido un hombre serio y hasta frío, era muy difícil que algo doblegara su carácter, en ese momento le dolía ver las condiciones en las que se encontraba su madre.
Silvia rápidamente intento levantarse de la cama, quiso disimular su ceguera, pero fue imposible, si bien, conocía su habitación a la perfección no sabía adonde dirigirse para abrazar a su hijo, sin contar que sus piernas tardaban en responderle, era inútil esforzarse más en ocultar su condición.