El Capricho del CEO
-El pasado
rad
e nocturno. Afuera, todo estaba tranquilo, como si el mundo entero hubiera decidido detenerse mientras ella luchaba por respirar normalmente. Apoyó las manos en el borde de la ventana, cerrando los ojos por un momento. Pero incluso así, las imágenes de Kael la acosaban. Su mirada intensa, la cercanía abrumadora, la forma en que sus palabras la habían hecho tambalearse. Todo estaba mal. No debía haber dejado que él se acercara tanto. Nunca debió seguirlo esa noche. Se lo había prometido a sí misma una y otra vez: mantenerse alejada. Pero algo en él siempre encontraba una grieta, algo que la hacía perder el control justo cuando creía tenerlo. Y ahora, luego de lo que había visto en ese pasillo oscuro, luego de
e, Mickaela? -parecí
campo, con tus padres, ¿acaso no recuerdas que cuando el
mi padrastro y la
nía importancia, así qu
aciendo aquí? -preguntó Mickaela, tratando de mantener la c
ción como si ya le perteneciera. No había urgencia en sus movimie
n esa voz baja que siempre usaba cuando quería que ella reac
ía que era inútil. Kael ya estaba demasiado cerca, y el simple hecho de tenerlo allí, en
decir -dijo, esperand
stancia entre ellos hasta que estuvo lo suficientemente cerca para que ella pudiera sentir su calor. Su presenc
los de ella. Había algo en su mirada, algo que siempre la desarmaba, y odiaba admit
stió, tratando de sonar firme, pero i
en la habitación aumentaba, como si el aire mismo estuviera enrarecido por su proximidad. La forma en que él la miraba, el lev
un murmullo, pero lo suficientemente clara como par
sto ahora. Pero cuando intentó hablar, las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Kael la observaba
finalmente, aunque la fuerza en su
tó un mechón de cabello que caía sobre el rostro de Mickaela. El simple contacto hizo que todo su cuerpo se estremeciera, y no
a que ella rompiera ese momento y le dijera que se fuera, que todo esto había terminado. Pero no pudo. Las palabras no salieron. Estaba atrapada, no solo por Kael, sino por todo lo que él provocaba en ella. Y en ese instante, comprendió que tal vez nunca podría librarse de eso. Kael sonrió, esta vez más serio, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por su mente. Mickaela permaneció inmóvil por un instante, el eco de las palabras de Kael resonaban en su mente mientras él daba un paso hacia atrás. Pero antes de que pudiera procesar lo que sucedía, él volvió a acercarse rápidamente, atrapándola entre el marco de la
, pero su voz sonó temblorosa,
as barreras que ella había levantado. Mickaela se sintió perdida, atrapada entre el deseo que la arrastraba y la l
ró él, acercando su rostro aún más, con sus l
arse. Pero la realidad era que no podía resistirlo, no mientras Kael estuviera allí, con e
-murmuro e
borde de un abismo, y en ese momento, sintió la necesidad de saltar. El rozó con sus dedos la intimidad de la joven -Solo quería sentir que estabas mojada... nos veremos pronto, Mickaela -dijo, y con la misma calma con la que habí