Una madre en apuros
Susana se había mudado conmigo, Izan ya tenía tres meses de nacido y yo tenía un plan para un encuentro “no planeado” con Diego, que fuera casual, sin que yo lo buscara, pero que nos viéramos.
Sabía que tenía una hermosa y espectacular novia, se trataba de una actriz poco conocida y, aunque aquello se llevaba con discreción, Susana lo sabía porque era amiga de la secretaria de Diego Alba, lo que facilitó las cosas para que ella tomara una copia de su agenda, sus horarios de esta semana completa, así que el viernes era el día, mañana.
Mañana vería a Diego, tenía una cita con su novia que recién llegaba al país luego de unas cuantas semanas en el extranjero por motivos de su trabajo, estaba grabando no sé qué cosa.
Si el mundo creía que yo ya no tenía deseos de vengarme, tenía para decirle al mundo que todos iban a pagar por la muerte de mi hermano, su dolor, su agonía, esa tristeza que no pudo superar, el odio que lo hicieron sentir hacia mí y cómo nos obligaron a irnos, arrojándonos a la desgracia.
—No quiero que uses ese vestido, Cami.
—No le veo nada de malo.
—¡Tienes que ir discreta! No con las tetas afuera.
—¡Oye…! Siempre quise más pechos, debo aprovechar ahora que aún estoy amamantando y poder lucirlos, luego se quedarán vacíos y volverán a su tamaño mediocre, déjame disfrutarlos, bastante fuerte que los chupa Izan, merezco esta recompensa.—Soltó un suspiro, pero dio como válido mi argumento.—Solo es un vestido, tranquila.
—Estoy nerviosa. ¡Estoy muy nerviosa! No quiero que pierdas los papales, eres agresiva, impulsiva y siempre dejo que armes tus infiernos, pero irás con Izan, no puedes alterarte cuando veas a Diego.