Una madre en apuros
Rosaura reservó en ese lugar al que ella quería ir, ya íbamos camino a casa de Camila.
La llamé para avisarle que iba llegando.
Aparcado frente a su casa le envié un mensaje de que ya estaba aquí. Bajé del coche para ayudarla con Izan cuando ella saliera de casa.
—Hola, Diego.—en su mano derecha sostenía a Izan contra su pecho, en su hombro estaba el bolso colgando y con la otra mano el asiento de Izan.
—Hola.—Tomé el bolso y el asiento.—¿Cómo están?—me acerqué a ella, viendo a Izan, parecía estar dormido.—¿Cansada por la larga noche?
—Ya es costumbre, supongo.
—Casi pienso que no me ibas a confirmar.—eran las dos de la tarde y recién llegaba a su casa. Llegué a pensar que no me escribiría.
—Me lo pensé mucho, pero ya está, ¿no es eso lo que importa?
—Desde luego, te agradezco que aceptaras.—antes de que ella se acercara al coche decidí decirle sobre Rosaura, no se lo fuera a tomar de sorpresa.—Por cierto, Rosaura viene conmigo.
—Bien.—Dijo sin más, solo así.
—Ella está en el coche.
—Está bien, ¿ya sabes a dónde vamos?—No parecía preocuparle la presencia de Rosaura, su expresión no me mostró nada, absolutamente nada. Ella solía ser muy expresiva, por eso creía en su calma, Rosaura no era una molestia para ella.
No le molestaba en lo más mínimo su presencia.