Una madre en apuros
DIEGO
Cuando Camila abrió la puerta, lucía completamente rara.
Sospechosa.
Miré hacia atrás, notando que el coche que había aparcado era de alquiler, lo típico que se alquila en un aeropuerto.
—Diego…¿qué haces aquí? Te dije que necesitaba un respiro. ¿No me escuchaste?
—¿Un respiro? Pues parece que hace nada te estabas ahogando.—dejé mi mano en su cara, examinándola. Sus labios se veían distintos, llevaba una ropa diferente y estaba despeinada.—¿Por qué luces tan agitada?
—¿Qué haces aquí?
—¿De repente no puedo venir?
—Diego…hace nada te dije que no me siguieras.
—¿De quién es el coche? ¿Alguien está contigo?
—¡Obviamente sí! Hay alguien aquí. Dime, ¿qué es lo que quieres? ¿No te bastó con todo lo que hizo tu familia hoy?—su cuerpo se ponía en medio de la puerta, sin dejarme ver al interior, sin invitarme a pasar, sin decirme quién estaba con ella.