Una madre en apuros
—¡Camila! ¡Cami!—daba un paseo detrás del patio de mi casa, de vez en cuando solía salir aquí para poder llorar, porque la herida era muy reciente y no sanaría en meses. Veía este lugar y solo hacía que doliera más, dándome cuenta que Elián nunca podría venir aquí, que le fallé, que…falté a la palabra que le di a mi padre y que no cumplí mi promesa de cuidarlo, lo único que tenía que hacer, en lo que fallé.
Veía sus ojos verdes, su mirada tan marchita y escaso de energías.
Todavía recuerdo cuando cayó en cuenta que yo estaba embarazada, me dijo que estaba muy gorda y que debía ponerme a dieta o hacer ejercicio, pero le dije que en mí crecía un bebé y él lo comprendió muy bien, diciendo que sería un buen tío y de eso yo no tenía dudas.
Él nunca volvió a confiar en mí, lo sé.