Por mí aquí y ahora
me hasta Bournemouth , y los
nos yo, tampoco quería esperar; odio desde siempr
por detrás de mí, porque tenía trabajo, uno nuevo que había aceptado cuando todos los demás lo rechazaron por distancia, por el sitio, po
temerle a mi trabajo en ese momento
ue más parecía regresar a casa que necesitar indicac
sentido de tener a una mascota, si la tendrás siempre encerrada o atada. Me acerque a los cachorros, mientras esperábamos que abriera el semáforo para cruzar, el cachorro más grande y su dueña , ni notaron
cambio, la dueña... No podía tener más de uno o dos años más que yo, ella centró su atención en mí, en mi estatura, mí cabello y mí ropa,
Cuando llegamos del otro lado de las vías del tren, nos agarro otro semáforo, pero estábamos separadas, con una distancia de unos quince metros, sin contar que mirábamos a direcciones opuesta
burlona, todavía más almibarada por un súbito arr
se nota que es idéntico a ti... viejo, sobrador y arrogante. -le dije mientras me giraba sobre los pies para retomar
cabeza, le lanzó un beso volador y retomo mi camino e
ba abajo con la mirada y, sin emitir ninguna opinión más, giró
pecas y ojos color azul claro corría sin camiseta por la acera. No sé si estaba loca, pero podía jurar que el aire olía a agua de mar, a esa mezcla de s
atardecer en la orilla, pisadas de niños en la arena, olor
rodeó tan pronto como puse un pie en la
a reacción de ella ante el reencuentro, pero sí la de él. Ni estando ciega habría podido pasar por alto su felicidad. Al señor
anta efusividad en la estación
en lo que llevábamos tratándonos, que no era mucho, me había bastado para estimar que no era adepta a los abrazos, a los besos o ni siquiera a
ue, en la casa aún me
afío, sobre todo en ese caso, porque sabía que no era la primera en aceptar el trabajo..., en realidad, era la cuarta; los otros tres cuidadores no habían aguant