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Por mí aquí y ahora

Capítulo 9 Salida, ya no soy una niña

Palabras:3045    |    Actualizado en: 07/01/2023

obre lo que ella había logrado evaluar en ese último tiempo. Me explicó qué activi

rato con Hebert, e igual que Thiago admitió que tenía debilidad por

e no tenía novio. Me explicó que sus padres eran un tanto estrictos, pero que eran estupendos padres, me habló de su docena de s

llamara si necesitaba algo, lo que fuera

recido para lo mismo, solo que con

sin rechistar; solamente me dijo que a él le gustaba comer con más sal. Yo, que me sabía su historia cl

cadera. Dijo que quería visitarlo y yo, por supuesto, no pude ni quise oponerme a eso; más aún, él se ganó todavía más puntos a su favor con aquello, porque resultaba evident

se presentó con entusiasmo y habló sin parar de Hebert, de la biblioteca, de los libros qu

endo y, mientras tanto, yo me ocupé de comenzar a

e puso a ver las noticias m

acompañara arriba porque ya estaba cansado, sup

ó el despertador. Salí a correr y regresé a la casa una

todos modos, no se quedó del todo tranquilo. Solamente después de desayunar se suavizó un poco. Y en un momento dado, estando todavía sentado a la mesa mientras yo me ocupaba de pon

ebería hacer aquellos ejercicios estúpidos. Thiago enseguida se ocupó de

iente paciente, me recordó que pa

olvi

pués de almorzar sobre un poco de todo y c

pasaría a buscarlo y me pidió si podía ayu

é a preparar una pequeña bolsa, porque, como todos

que me invitó a acompañarlos al menos una docena de vece

golpeándole los talones con el bastón, por lo

sando y bromeando de camin

contener mis nervios por la cita de esa noche, me m

cenar para no quedarme en una casa vacía mirando el techo de mi habitación o dando vueltas por una propiedad que no era la mía, y si bien Thiago de un modo u otro me gu

í había traído una buena cantidad de maquillaje conmigo y, con mi cabello bien peinado y suelto, mi aspecto podía considerarse bastante pasable. Al menos no eran mis ro

conciencia de que todavía no lo había visto con ropa de calle;

rafías, cuando no iba de uniforme, Thiago llevaba vaqueros y camisetas; solamente en unas pocas creía haberlo visto en camisa. También

ones, que más eran para una ce

la puerta, cortand

ñeca y mir

e volvió

de ser

cita, en esa próxima ocasión revisaría mi vestuario si era

se fuese a parecerle relevante la diferencia de edad, pero sí a mí, y en ese instante, muy asustada, hubiese pre

no era el comienzo de nada que yo esperase que fuese a durar hasta que la muerte nos separase ni nada parecido. Decididamente esa no era la intención, no la m

l espejo de pie, pillé el pequeño bolso que había traído conmigo para aquellas oc

ón de Hebert si bien él no estaba allí y no regresaría hasta al día siguiente a media maña

cuarto vacío pese a que yo lle

s, de llamar a Brown para preguntarle por Hebert, teniendo muy claro que si este, por el

hacía durante la cena o donde fuese que me encontrase

ndo al pasillo alfomb

movía a toda prisa sobre mis taco

detuve frente a esta no fue tanto p

ta sin más demora, porque cada segu

arrancar la puerta de las bisagras o al menos de hac

z, yo bien me habría esforz

brigo de lana de un oscuro verde oliva que le llegaba a las rodillas o el suéter color trigo de escote en uve que se le pegaba al

cia me dej

staba siendo un tanto grosera, porque él me dio las b

alzó un

den? -pregun

o siento. B

ales a los que se pegaba su suéter. Los músculos de sus mejillas los ejercitaba de tanto sonreír. Debían de ser igual

bre mi hombro derecho, al tiempo que daba un

a lleva

or dentro. Tan atontada estaba por su presencia que había olvi

una estúpida. Aparté un poco la puerta para pode

él -me dijo mientras yo descolgaba mi abrigo-. Nunca había venido si

ga, echando un vistazo h

onté que esta casa perteneció a los padres de

. -Terminé de po

uando tenía trece y su madre al poco de él cumplir los dieciocho. Vivió solo aquí hasta que se casó y, cuando Mónica falleció, se quedó

hizo que se me pusiese la

te debía parecer una quinceañera, porque no era capaz de coordinar ni la voz en su presencia y,

les facciones a una mezcla que fu

s dos, según cuentan, nunca se han llevado bien. Fernando intentó escaparse de casa a la semana de fallecer su madre. Lo encontró la policí

nces no tenía a

fines de semana fuera de casa, en casa de sus compañeros, y que, si podía, también evitaba pasar las noches de la semana con su padre. Dijo que, en más de una ocasión, Fernando, por no

cejas trepar

o no anormal. Estas

, l

orar. Y si bien yo no soy quién para decirle a ninguno de los dos que deberían reconciliarse, porque no tengo ni idea de cómo fue la vida de ambos más allá de lo que comentan por ahí... Mi madre dic

gunté con un nud

con él y ya sabes cómo es esto. A ratos está muy centrado en la realidad y otr

en silencio porque

era un tipo increíble

. ¿A qué viene esa sonrisa tuya? Estabas mirándom

ador

aja, dando un paso al frente para

oche... no porque no estés guapísim

so sin nada - susurró bajando sus labios a los míos a

filtrarse por mi piel y mi carne como si yo no fuese de c

onreír porque sus labios temblaban, pero, en cuanto a mí se me escapó una sonrisa que eran

ón -murmuró sobre mis labio

so

tuya es como hago sentir a

e ser una joven

i columna, haciéndo

ta que yo pueda enseñarte un par

ferencias c

nariz y ach

a de comentar mis pasadas

se había tirado, por lo que lancé mis dos manos a su cuello y comencé a

ca e inspiré h

tra su cuerpo, imprimiendo sus formas en mí mientra

odo más delicioso. Su boca sabía de un modo frutal,

yectó su pelvis al empuj

sentí, entendí que estaba un tanto desesperada

eso no me detuvo: me prendí de los mechones, que parecían de seda, para l

s bajó hasta mi trasero para a

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