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Por mí aquí y ahora

Capítulo 3 Mundo de fantasías varonil

Palabras:2229    |    Actualizado en: 07/01/2023

i todavía es temprano. Además, la coci

a. Accedió porque su hijo lo llamó para advertirle de que más bien cedía o bien

endido, eso no es necesario

pasando todas esas noches sin compañía, solo, desde qu

ya no se quedará más solo en

ico que se oyó fue la lluvia cayendo y los limpiaparabrisas resbalando por encima del cristal-,por eso mis

-insistí sonriéndole. Si comenzábamos con ella impidiéndome crear vínculos con el señor Hebert, eso

eri se crisparon; yo, en r

pueda pasar a cenar con nos

cara; ella debía de creer que yo no

tengas muchísim

o favorito, tal vez sepa prep

y siguió conducie

auto, nos metimos por una zona de casas más bajas con vistas a la costa, a la hermosa costa y continuamos a

ena húmeda y blanca, inspirar profundo; la mezcla de o

bién me pasó otra nota más, con los números de urgencia; me indicó dónde quedaba el hospital, la biblioteca, el pub; y la galería de artes con sus esplendidas exposiciones, me contó algo acerca de los vecinos más cercanos al señor Hebert, y también

e que escuchar de mis conocidos y familiares, cuando acepté el trabajo, las opin

s encantador. Y no te tienes que preocupar por nada, encontrarás que el sitio es súper tranquilo, incluso en pleno verano cuando llegan los turistas. Aquí es una zon

ara ella los nombres de los medicamentos, las dosis y los horarios de todas las tomas que debía administrarle al señor Hebert. Pero, no lo hice. No batallaría su desconfianza con palabras, sino con hechos, porque todavía estaba latente aquello de

no era el primer paciente hombre, con un ca

para que todo saliera bien con él. En cuanto había visto su fotografía y leído un poco acerca de su vida

un señor Albert rodeado de libros, pinturas y garabatos abstractos, que algunos eran pinceladas cargadas de color y energía, sus escritos llenos de explosiones de tonalidades, sabiduría y una bienvenida a un mundo de fantasía que estaba segura de que aún debía vivir en algún r

ler seguía en pie en la biblioteca de su casa. Su terapeuta ocupacional no conseguía siquiera que él volvies

asas de sus amigos y vecinos, y que incluso había un par de sus libros en la biblioteca y en la peluq

cribir, o tal vez pintar... Con la tecnología de hoy, él

e entre frondosos arbustos y árboles que formaban tupidos bosques entre las casas,

realmente paradisíaco, incluso

una curva que se int

que ves allí -indicó apenas

con dos plantas más de altura, en ladrillos anaranjados que en ese instante se veían oscurecidos en un tono bor

, el pasto estaba alto y tapado casi por completo por algunas malezas, si bien los arbustos que estaban for

se perdía hacia el fondo de la propiedad. Entonces

ino a la entrada y al instante la p

Instagram y Facebook, si bien a mí no me gusta usarlos casi n

día e hizo más que eso. Las fotografías de sus perfiles no le ha

na chaqueta negra de punto de mangas largas que se había arremangado hasta los codos, dejando a la vista los antebrazos más sexis que yo

entraran ganas de orinar (en el mejor sentido, porque hay un buen sentido en orinarse encima de la emoción al ver a un tipo con un ancho de hombros que es puro múscu

aunque tal vez estuviese yendo demasiado lejos. Que Thiago fuese amable conmigo al hablar de trabajo no implicaba que no tuviese novia o que estuviese interesado en mí. Otra vez me encontré intentando hacer memoria para recor

r y me miró después de oír a T

Ella frunció el entrecejo, nad

negro para correr hacia el coche por el lado de la señor

e -nos avisó moviéndose hacia

mi bolso y mi moch

el mal

a por detrás de la señora Gomeri mientr

sto cuando nosotras, a resguardo d

era mucho más que la sonrisa de un colega. Para delicia de mi sentido de la vista, su sonrisa fue un ge

l, o quizá él se compadeciera de mí, porque con su sonrisa de mil voltios todavía en alto me guiñó un ojo. Mis piernas, que en condiciones normales

oz áspera que vino acompañada de un andar cansino

ron con los ojos acuo

antalones de vestir, mocasines, camisa de un blanco cremoso y chaleco. Su cabe

apoyaba sobre su lado derecho. Según constaba en el informe, después de sufrir el ictus había padecido dificultades con la movilidad de su lado izquierdo, por eso Jamie aún estaba por allí. Fue él quien me explicó que la mano izquierda de Hebert

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