Por mí aquí y ahora
trabajo, no al menos por voluntad propia, aunque sí por motivos de fuerza mayor, que en esas circunstancias eran más que comunes; en mu
felicidad o, al menos, el mayor bienestar posible, viendo, lo que unos tomaban como el final, el principio. Ese era i
el olor a mar , te, pan caliente y todo lo demás, y que el tipo d
rostro. También le pedí disculpas, porque tampoco lo había vist
acero, proporcionándome una visión estupenda del lugar, porque, cuando el sol brilla así entre las nubes de tormenta... resulta imposible no percatarse de la vulnerabilidad de
fuera, todo estaba tan enmarañado en ese inst
ri, cuando el cielo se cerró otra vez y todo perdi
de mucha lluvia, viento y esperaba, para entonces
z desde mi derecha que me
cabello blanco que llevaba con elegancia, con un corte con forma de garçon. Procurando con
a Gomeri nuevamente, como si su mira
ra lo que podía adivinarse de sus
de un tono gris y opaco, un cárdigan morado y de su h
ser más extravagante sobre todo porque, con mi altura y
ernas, alcé una mano y la saludé para
ió mientras yo reacomodaba mi pesada mochila
un par de metros de la entrada de la estación. Los tres agentes que estaban f
dio las buenas tardes para sonreírme
atención de los otros dos, que me saludaron
quería empaparme, no con
nida se
aberla hecho esperar mucho; ha habid
s; mientras tanto he aprovechado para hace
nquilo.
nemos en marcha? En el trayecto te pongo al tanto. Thiago está ahora con He
, b
dirección al parking. Ella dio el primer paso y yo la seguí, agradeciend
en los últimos tres días, cuando al final se confirmó
diferencia de los que habían abandonado el trabajo, desde que Hebert fuera dado de alta del hospital, no tenía más que palabras de cariño para con él. Tanto era así que, Thiago
o vivía en Londres y eso era todo lo que me habían informado sobre él; hijo
del paciente, sino el paciente mismo, no me preocupaba lo que el hijo hiciera o dejara de hacer; all
as gotas se hacían notar de un modo mucho más evidente,
n el coche, puesto que, en un mínimo par
ores preámbulos, me pasó una copia de la historia clínica del señor Hebert y tamb
viernes por la noche y a pasear todas las tardes de domingo; Thiago lo veía tres veces por semana (oficialmente, y eso yo ya lo sabía porque había conversado largo y tendido tiempo co
ta aprendérmelas, esas mismas líneas que en ese momento tenía delante, en el papel que sujetaba entre mis dedos, mientras al otro lado de la ventani
el olvido; dentro de mi cabeza sonaban suaves
la enorme playa que yo ya había visto en foto
posiblemente las tardes de los fines de semana, cuando no lunes y miércoles, cuando Rosie se quedara
ido que a sus amigos les costaba cada vez más sacarlo de la casa y todos los que teníamos la responsabilidad
l tanto de un creciente estado de depresión acompañado de un exilio qu
ue cabía la posibilidad de que fuese por culpa del estrés por la situación con sus cuidadores, tendríamos que estar todos muy atentos, porque, además del accidente cerebrovascular qu
nada bueno, porque su e
Thiago había prometido ayudarme con todo lo que estuviese en sus manos para evitar que Hebert continuara e
bert, en su estado, en el tiempo que pudiésemos compartir juntos, en mis ganas de poder convertirme en una compañía agradable y reconfortante par
de veces a toda
en ese instante dudaba de mis capacidades para cuidar del señor Hebert,
erd
te encargues de hacer las compras. Como quedamos
Hebert a comprar conmigo será una buena
fueron descon
se queda con él. Costará convencerlo. Tienes permiso para
,
podía ser un modo más de llegar a él, si bien la persona que solía prepararle las comidas había renunciado junto con el último
verbal. La relación entre ambos se terminó cuando el señor Hebert lanzó contra uno de los armarios de
pondré al día de los
con la
a está m
e la propiedad y los fines de semana instalan un mercado con productos de la zona. De todas maneras,
de la ce
me miró
que esta noche dejaras que sus vecinos le acercasen la cena... para evitar fricciones