Por mí aquí y ahora
a y ahí me di cuenta entonces, cuando lo observé que la mitad izquierda de su rostro estaba lig
su cuerpo del lado izquierdo, por eso Thiago aún estaba por allí. Fue él quién me explicó que la mano izquierda de Herbert todavía daba un poco d
como al andar por super
pregunta Hebert muy molesto, atravesan
. -La mujer se apartó un
llegó
aró a mi lado d
Su tren ha llegado con un poco de retraso, pero al fi
cómo le dicen, se convirtió
An
e él tenía la mano derecha ocupada por su bastón. La bajé enseguida. -Me ha traído la lluvia
canearme de pies a cabeza, para al final detenerse en mi rosto, en mi cabello-. ¿De dónde te han sacado a ti?-escupió en mi dirección-
ticuatro ho
Qué te parece si, como buenos caballeros que somos, la invitamos a pasar y a tomar una buena y caliente taza de té, que deb
padres s
el morena, p
ora de sociabilizar, no me ofendí ni nada por el estilo por su pregunta, a pesar de que era más que personal y pod
e es bra
a; por parte de mí
esclavos de la época
l? Eso
el charco -lo
uaraní? -me preguntó
él estuviese al tan
alabras en ese idioma y un poco más de portugués, pero, yo
l -entonó Thiago en esa lengua
esencia haciendo un fue
ol y francés; ya
rlo a record
eí
laro que no qui
iago se nos adelant
omenal tormenta. Pongamos agua a calentar,
extendiendo los dedos, los cuales temblaron un poco e
? Estoy harto de que constantemente estén invadiendo mi condenada casa. Cuando no es este parlanchín que parece t
-me expl
e debía de ser agradabl
que usted mantenga su intimidad, y se encargará de atender los horarios de sus medicinas, de llevarlo a sus citas al hospital cuando toque, de hacer la compra, la comida y ta
Además... ¿qué ha pasado con la persona anterior? ¿Al fi
ert y comprendí que lo hacía para no tener que recordarle que la persona que cocinaba y él habían
eijoada y las coxinhas, me salen
quedaron
an de
probarlos. ¡Un momento! Creo que los probé una vez
pero también se
uenísimos. Ya verás,
sas duras, mi dentad
tarse un poco, cediéndole el p
rán mucho. ¿Dime que no es estupendo que Anahí esté aquí
bordaba de vida en todas sus formas. Sillones, bibliotecas en las que ya no cabía nada más, cuadros, infinidad de cuadros que eran puro color, mesas
lgada, entre los cuadros abstractos, una balalaica y un reloj cucú de péndulo. Sobre el piano, infinidad de fotografías en blanco y negro y otras a color. Un Hebert muy joven co
cocina, a la que seguimos al dúo, q
onducía al primer piso. Al pasar junto a esta me tomé la libe
u abrigo y yo la imité mient
s que nada, matas descontroladas, y no por culpa del aguacero. Ese jardín llevaba mucho tiempo sin que alguien se fijara en su estado, lo cual er
estaba encendido y Jamie
a pesar de ser muy clara, no tenía nada de inocente-. Tengo la impresión de que han traí
ncimera para, otra vez a escondidas, guiñarme un ojo. Si continuaba haciendo eso, y sonriéndome así, no me quedaría más remedio que inv
pudiese dar mi cerebro y, en silencio
ctoria ha venid
as en
S
e has quedado al
por no contar la verdad,
t res
itación con la que cuenta Victoria, puedo
ó-. Yo no quiero a nadie
opios medios. Y ya no quiero que vengan a l
tina. Yo solamente me ocuparé de recordarle los horarios en que debe tomar cada cosa, nada más, para que usted no tenga que estar pendiente. Y cuan
e una casa de vac
r lo p
ación de la buhardilla es enorme -soltó anima
lbert, y yo, en su comentario, vi un rayo de luz. Al
erfección y ya he hecho la cama, poniendo suficientes mantas para que Victoria no pase frío. Hay má
aci
comenzó a rep
o tengo más pacientes hoy. ¿Qué te parece si me quedo y preparo de cenar, Albert? -lanzó entu
o en la coc
rio co
pongo algo: que Victoria dé el vere
ngó, pero aquello
e dice usted?, ¿se qued
me notara la cara de horror. ¿De verdad
do tardar mucho más en irme, porque com
poquito de pena y que, en realidad, le hacía muy feliz que
sbordase por mi rostro para que no resultaran insultantes mis ganas de tener la
en otra
lbert le encantará que nos a
Jamie y yo no pu
pió cuando Albert es
emente se quedó mir
e la llevó a los labios. La izquierda no estaba a la vista y, por la
n de morir ahogada en nuestras tazas de
os de este último fueron que ya no soportaba la arena y que no le gustaba salir a caminar pues los vecinos interrumpían su caminata dándol
ca había tocado muy bien, que el piano era de
con orgullo, me explicó que justo aquella mañana lo había convencido de volver allí. Habían esta
uy buena noticia, Albert soltó que lo que había dibuj