Bajo mis ordenes
Alex enciende la calefacción al máximo luego de cerrar todas las ventanas. Nos estábamos congelando, pero teníamos todo abierto para que el humo y su olor desaparecieran rápido.
Para colmo, lo estuve evitando todo el tiempo, no quiero quedarme a solas otra vez con él porque siento que hice un papelón al hacer lo de la crema, y me da hasta vergüenza mirarlo a los ojos. Creo que él se da cuenta, ya que me deja mi espacio, pero no vamos a poder estar distantes por mucho tiempo más. En menos de diez minutos van a empezar a llegar nuestros amigos, y eso me pone tan nerviosa que me dan ganas de vomitar.
—¿Estoy bien así? —me pregunta, señalando su atuendo. Verlo con jeans se me hace raro, pero le quedan estupendamente bien—. Digo, ¿esta camisa será muy anticuada?
—Es una camisa azul común y corriente —expreso—. Te queda bien, resaltan tus ojos —agrego—. ¿Por qué estás tan preocupado?
—Voy a conocer a tus amigas, tengo que causar una buena impresión, ¿no?
—Creo que deberías hacer el efecto contrario, al fin y al cabo, no nos vamos a casar y que ellas me digan que eres un pésimo candidato ayudaría mucho para una buena excusa de separación —replico. Hace una mueca de disgusto.
—¿Entonces debería eructar y meterme el dedo en la nariz? —cuestiona arqueando una ceja. Suelto una carcajada y niego con la cabeza.
—Yo sé que les vas a caer bien igual, lo único que podría hacer que a ellas no le gustes, es demostrar que no me quieres.
—Buf, eso está difícil —murmura esbozando una sonrisa. Antes de que pueda responder algo, el timbre suena.