Bajo mis ordenes
Me da risa la manera en la que Alex no me saca la vista de encima, con tal de que no tome ni una copa.
Cada paso que doy, él me sigue, hasta tal punto que en un momento lo siento tan pegado a mí que casi me caigo. Esto puede ser divertido, pero al mismo tiempo, un tanto molesto. ¿Me seguirá hasta el baño?
De todos modos, ni siquiera sé por qué dije eso. Estoy segura de que podría besarlo aún más estando borracha, así que, dentro de todo, me ayuda bastante estar sobria. Si intenta besarme, pensaré alguna excusa para que no lo haga, aunque ni yo me lo creería.
—¿En qué estás pensando tanto? —pregunta en mi oído, haciéndome saltar del susto.
—En nada —replico encogiéndome de hombros.
—¿No te estás divirtiendo? —quiere saber con tono irónico. Giro para mirarlo y le dedico una sonrisa forzada.
—La verdad que no… —Hago puchero con la boca y arquea una ceja—. Me dijiste que tenemos que disfrutar la fiesta, pero estoy demasiado aburrida.
—Bueno, yo conozco una manera en la que podemos divertirnos —murmura esbozando una media sonrisa. Lo observo con los ojos entrecerrados y suelta una carcajada—. No sé en qué estás pensando, pequeña traviesa, pero me refería a bailar. —Me guiña un ojo y toma mi mano para darme muchas vueltas.
—Soy pésima bailando —comento con tono avergonzado luego de pisarle un pie, a lo que él vuelve a reír.