Bajo mis ordenes
La mujer me mira de arriba abajo mientras vuelvo a colocarme el abrigo. Mierda, una vez que me decido a avanzar con Alex, esta vieja tiene que venir a interrumpirnos.
—¿Interrumpo algo? —interroga, observando la mesa llena de cajas de pizza con la nariz arrugada.
—Sí —responde su hijo con tono irritado—. ¿Qué quieres, mamá?
—¿Así tratas a quien te dio la vida? —inquiere poniendo los ojos en blanco—. Pues, perdón por venir sin avisar, solo estaba de paso y quería saber cómo estaba mi hijo, pero creo que hice mal…
—Como verás, estoy muy bien cuidado —comenta Alex esbozando una sonrisa. Emma suspira.
—Comiendo cosas llenas de grasa, en vez de algo saludable… —Me mira con el ceño fruncido—. ¿Acaso tú no cocinas?
—Claro que sí, señora, pero vinieron amigos y… —comienzo a decir, y hace un sonido de indiferencia.
—¿Amigos? Yo no veo a nadie aquí —me interrumpe.
—Se fueron porque nos pusimos muy cariñosos —contesta mi falso prometido sonriendo con suficiencia—. Y creo que tú también deberías marcharte si no quieres presenciar la misma escena.