El Lamento De Mi Alma Perdida
ata
sa empalagosa. Sus ojos, sin embargo, no mentían. Observó cómo Gabriel y papá
ba mi ropa. Siempre con una sonrisa angelical, siempre con una excusa lista.
, le compartía mis dulces. Ella me miraba con desprecio. "No necesito
d. Era la niña bonita, la rica, la adorada de Gabriel. Todos querían estar con ella. Y ella, como una araña, tejió
con su séquito de chicas, me empujó contra la pared. No me golpearon donde se vieran las marcas. Estaba acostumbrada. S
esto?", jadeé, s
dice que eres un error. Que no mereces nada. Y yo,
eran intermitentes, una tortura psicológica constante. Aprendí a esconderme, a ser invisible. Bajé mis calificaciones a pro
, las cosas escalaron. Me rodearon en el pasillo, me empujaron al suelo
guien, te irá peor,
on una toallita de alcohol. Su sonrisa era de hiel
s heridas, y luego se desviaron. "Ve a limpiarte. No quiero verte así." Ni una pregunta. Ni una palabra de preocupación. En ese momento,