El Lamento De Mi Alma Perdida
ata
erdad distorsionada, una sombra oscura que había consumido su alma. Él me culpa
ontal. Yo, un bebé prematuro, fui sacada de su vientre en una cesárea de emergencia. Ella
done, Gabriel." Lo escuché del propio Gabriel, en una de sus noches de borrachera. Su voz, pastosa y llena de dolor, liberó esa confesión. Cuando estab
riel me impidió leer la carta de despedida de papá. "No te incumbe," dijo. Me prohibió ir
de mamá, hundió la empresa familiar en la ruina. Gabriel, un genio en la arquitectura, se graduó de la universidad antes de tie
u mesita de noche. Le preparaba comida casera para que no se arruinara el estómago. Le compraba gotas para los ojos, vitaminas, e incluso le cambié la lámpara de su
viviría en esta casa que, a pesar de su frialdad, era un hogar. Aunque no me importab