El Lamento De Mi Alma Perdida
ata
ués de mi última gran pelea con él, me dejó de hablar. Su pacien
Lloré. Le grité que lo odiaba, que ojalá nunca hubiera nacido. Él, fuera de sí, me agarró del cuello con tanta fuerza que mis pie
acurruqué bajo la marquesina de una tienda, temblando de frío, esperando que saliera a buscarme.
í, esa parte ingenua y estúpida, pensó que se preocupaba. Que quería que volviera.
Con tanta fuerza que mi cabeza chocó contra el marco de la puerta. Me tambaleé. Me sujetó del brazo, apretándome con tanta fuerza que estoy segura de que d
ien, Renata. Si vuelves a desaparecer, no regreses. No esperes qu
sprecio, una llaga abierta. Y yo, me quedé allí, de pie, sintiendo el ardor en mi rostro, el dolor en mi cuerpo. Pero algo había c