DEUDA DE SANGRE: UNA PASIÓN CON EL MAFIOSO
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o transformado en un mapa de sangre, los labios entreabiertos como si buscara un nombre que ya no podía pronunciar. Los disparos y la música
sperado, se había contenido, había convertido la furia en cálculo; pero el sueño le recordó
-. Reúne los expedientes de Isabella. Revisa todo lo re
que cuando Vittorio pronunciaba ciertas palabras una maquina
-
la voz de Vittorio no era una voz, era una ley. Colgó con la mandíbula apretada y miró a su mujer, Helena, que no pudo articular so
ria todavía con la garg
erla con la mirada primero, para saber si era
da -tartamudeó-. Quiere que... que ofrezcamos
brió la cara. Aria apartó la mirada, tr
a, la palabra salió como una o
io del pasillo, como si
aspereza contenida-. Si nos negamos, nos aplast
ria-. Llamamos a abogados, a la pol
ó con los ojo
rnos? -la madre suplicó, la voz rota-. Alonso ya habló co
lonso lo levantó con manos sudorosas. Era Luca. La llamada no fue larg
ertas transacciones. Hay una solución: entregar a su hija como garantía. Si se niegan, la deuda a
. Aria sintió cómo la san
preguntó Alonso, pero s
e quien ordena y no pide permiso-. Piénsenlo como... una garantía física. Si cu
la, las manos en la cara. Ar
, con la voz corta
uien ve caer la casa que l
n -susurró-. Lo sie
pegaba del suelo. La rabia se le anudó en la garganta y quiso gritar, romper la ventana, culparlos,
la culpabilidad la
zos, se acercó y to
ella -murmuró-
ndena que la convertía en mercancía. Al final, cuando las palabras se agotaron, cuando todo e
-
ba, intentando memorizar cada fachada, cada farola, como si pudiese retener su vida en una postal.
lencio calculado; la decoración, un equilibrio entre arte y autoridad. Vittorio la esperaba en el centro
ue siempre parecía medir las cosas en escal
presencia palpable, pero más potente aún era
Esto es una barbaridad. Mis pad
arbilla como quien ag
n pagarlos -replicó-. Aquí, lo que cuenta es
que ver con el frío de la noche. Su respu
traición -aseguró-. Se
a sombra que se desplazó sobre sus ra
Valverde. He venido a equilibrar una balanza.
a, como quien intenta con
nada -dijo-. No fui l
io-. Pero yo no busco cu
cuenta de que no había apelación posible; la amenaza que había vibr
susurró-. ¿Q
nstante más. Su mirada f
ado, su hermana estará segura. En c
azón, como si fuera el único sonido humano en la casa. No había golpes
e entrelazaron formando una especie de claridad: si la iban a convertir en prisionera para proteger a su h
-dijo con voz controlada-, no s
a sólo oscuridad. Había en esa sonrisa una promesa de tor
ó-. Entonces sabre
-
su madre que parecían más viejos de repente. No podía perdonarlos ahora, ni quizás nunca. Pero en aquella noche en la que la ciudad seguía
con los dedos temblorosos de alguien que ha esperado demasiado para vengarse. Dos años de
había c
-