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La Selección

La Selección

Autor: Lulu
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Capítulo 1 .

Palabras:3381    |    Actualizado en: 27/09/2024

s se habían solucionado, que habían desaparecido para siempre. Pero su plan tenía un gran probl

. Y no quería ser de los Unos. No

sa, para pensar en algo que pudiera convencerla. De momento, tenía toda una serie de opini

cena y, al ser la mayor de los hermanos que seguíamos en la casa, me tocaba a

una mirada, pe

ella me lanzaba una mirada furiosa, como si así pudiera avergonzarme y hacerme desear las cosas que ella quería. Era algo que hacía a menudo, como cuando me negaba a aceptar un trabajo en particular porqu

ces no. Y en esta ocasión n

de ella, así que no tenía por qué sorprenderse. De todos modos, en este ca

pronto nos enfrentaríamos al ma

frío en el centro de la m

Pero tendría que esperar; sería un desperdicio tomarme

ijo por fin, incapaz de contenerse ni un momen

ara ti, para

e rellenar aquel formulario sería en real

n Illéa, nuestro gran y relativamente joven país - lanzaban ataques sobre el

so se había producido una fuga sonada de una prisión, pero, teniendo en cuenta que solo habían liberado a una adolescen

zón solo de plantearme participar en la Selección. No pude evitar sonreír al

muy mal - añadió ella, enfadada -. Si tuvie

las cosas así, no había nada por lo que sonreír. La situación había ido empeorando durante demasiado ti

por nuestra supervivencia, o algo así. No éramos indigentes.

Éramos artistas. Y los artistas y los músicos de pie

smos para llegar a fin de mes, y nuestros

fiestas principales se concentraban en los meses de invierno. Algo llamado

dependiendo de la Luna. Y las diferentes celebraciones de recuerdo y de independencia de nuestro lado del mundo se habían convertido en la Fiesta del A

e Halloween. Nunca hab

tuábamos en fiestas - yo cantando y ella al piano -, y no decíamos que no a ningún trabajo si podíamos hacerlo. Cuando era más pequeña, actuar frente a un público me aterraba. Pe

ento. Pero solo tenía siete años, así

egresaría a nuestro minúsculo mundo. Cinco bocas, pero solo

n, un punto seguro al que agarrarme. Aquella estúpida carta podía sa

guien que había tenido cinco hijos. Era pelirroja, como yo, pero tenía un montón de mechas de un blanco brillante que le habían aparecido de pronto unos dos años antes. En las comisuras de los o

tíamos bastante en situaciones normales, pero, al irse acercando en silencio el desolador panorama del otoño, se había ido volviendo muc

o que me separaba de todo lo que deseaba. Quizá fuera que lo que deseaba era una tontería. Puede que no fuera ni siquiera algo que

les había

ápido que me había sido posible. Lo había hecho todo por contribuir. Habíamos adaptado mis horarios escolares

fuerzos dejaron de tener importancia. A

antes de que papá, May y Gerad llegaran. Pero no sabía que mamá se la ha

er -anunció, con l

En realidad, iban a enterarse antes o después, per

, por

írlo! -dijo M

éramos casi idénticas, teníamos personalidades opuestas. Ella, a diferencia de mí, era muy extrovertida y optimi

atención, y May casi daba botes de alegría. Gerad, el pobrec

ujer soltera de entre dieciséis y veinte años. Nos gustaría comunicarle

r otro gritito y m

a er

jame el brazo, que

dando botes, sin

osiguió mamá-, alcanzará la mayoría de edad es

d de convertirse en la prometida del príncipe Maxon y en princesa de Illéa, deberá rellenar el formulario adjunto y presentarlo en la Of

su estancia. Las familias de cada participante serán "recompensadas generosamente" - le

cía: necesitábamos aliados. Pero no me gustaba. Hasta el momento no había visto nada parecido, y esperaba no tener que verlo nunca. No había habido una princesa en la familia real desde hacía tres generaciones. Los príncipes, en cambio, se ca

ís, y dejar que aquel pelele estirado escogiera a la más mona y la más tonta del rebaño para convertirla en esa cara bon

convertirme en una de ellos, y mucho menos en una de los Unos. Salvo por las épocas en que pasábamos

taría America! Es precios

amá. Soy de l

¡Porque soy idéntica a t

tenerme la risa. Era un buen argumento, p

ojos brillantes. May irradiaba una energía, un entusiasmo, que te hacía desear estar al

crees? ¿Soy guap

aron en el miembro más j

s chicas

pero era fingido. Resultaba muy difícil enfadarse con Gera

ómo es que ningún chico me

do guapas como para casarse con Cincos. Kenna se casó con un Cuatro, y estoy segura

uándo se presentan chicos a la puerta? -pregunté, elevando cada vez m

fesó papá, que inter

a lo que le preocupaba tanto. ¿Los chicos que se presentaban en la puerta? ¿Que mamá y yo discut

aba agotada, así que papá me cuidó la mayor parte del tiempo. S

ía pedírmelo. No querría que me fuera. Pero no podía negar el efecto be

es del país que tenemos que convencer a nuestra hija de algo así.

participarán en esto. Miles. Y si se diera el caso de que ganara el sorteo, aún quedarían otras treinta y c

n? -preguntó Gerad,

pondimos t

todo eso, pueda tener alguna

trás, se puso en pie y se inclin

s que cualquier otra -tiró la servilleta sobre el mantel y se d

zó un

eron en pie, empecé a recoger la mesa mientras papá se bebía su té, sentado en silencio. Vol

se sacudió las mi

murmuré, mientras

enfadado -contestó, sonriendo y p

que

-me interrumpió, y me dio un beso e

to en una servilleta, con la comida casi intacta, y lo

n para prepararme para la cama. To

s que no era feliz? ¿No quería acaso a papá?

lleno de bultos, intenta

Pero no valía la pena hacerse ilusiones. No iba a enamorarme del príncipe Maxon. Por lo

avanzaba, hasta que por

cto de por la mañana, y me puse un poco de brillo en los labios para dar algo de color a mi cara. Mamá era ba

poco alguna noc

de pan no muy tierno y una manzana, e hice un hatillo con todo ello. Volví a la

antes me habría pasado tod

itación y miré afuera, ha

. Cuando éramos más pequeños, Kota ataba sábanas a las ramas para que pareciera un barco velero. Él era el capitán, y yo siempre era su segunda de abordo. Mi misión consistía principalme

ocaba barrer otra vez, pero no me importaba. E

ba. Me encaramé a la ventana con cuidado. Ya me había hecho algún cardenal e

lo largo de los años. Y no quería

jado la ropa de día puesta, pero estaba más a gusto así. Suponía que no im

marrón y la cami

nica. Cada escalón que subía era un motivo de alivio. No era una gran distancia, pero desde allí me daba la impre

aceleró la respiración; no podía evitarlo. Dejé la comida en el suelo y entrecerré los ojos para ver mejor. La otra persona se movió y encendió u

, pre

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