Amo de la perversión
oy teniendo, alzo a la mojigata entre mis brazos para recostarla en el sillón y esperar a que vuelva a la consciencia. La observo
nadie se percate de su presencia. No voy a arriesgarme a que algún cliente curioso se le ocurra venir a fisgonear por esta área y se encuentre con ell
y escandaloso capta mi atención, lo que me obliga a detenerme. Me doy la vuelta y casi me parto de
serio? Rue
golpearé si
brazos y piernas y fijo la mirada en la menuda chica temblorosa y valiente qu
nsas hace
o escucha mi voz. Gira su cara hacia la dirección en la que me encuen
ña, cual espada, antes de
e ace
ue tiembla como cer
o me impedirá
zo mis brazos y meto las manos dent
o―. Haré lo que sea ne
ahora comienza a aburrirme. Además, tengo trabajo que hacer,
de espalda contra la pared y la aplasto con mi cuer
me! ¡No
ltarse, así que me veo obligado a
viniste
? ¡Qué pérdida de tiempo! De repente, algo puntiag
un par de preciosos senos perfectos. ¿Dónde permanecieron ocultos durante todo este tiempo? La boca se me hace agua
Cada vez me siento más curioso e interesado por lo que oculta debajo
ir mi aliento golpeando sobre su rostro―. ¡Mírame a los ojos aho
a rinde s
ga daño,
dan sin aire. Decir que es la primera vez que alguien me deja sin palabras es mucho que decir. ¡Virgen santísima! El color de sus
púrpura en sus ojos ―le digo sorprendido, mientras observo con embeleso el reflejo de mi propio rostr
nios me pasa? Un nuevo forcejeo provoca que su vestido se deslice desde su hombro derecho hasta la mitad de su brazo. Su piel es tan fina, br
ste momento, relegado en el olvido, para darle rienda libre a
éjeme ir ―niega con
xo. ¿Quién iba a imaginar que esta mojigata santurrona podría provocarme una de las mejores erecciones de mi puta existencia? Separa sus labios para absorber una bocanada de aire, así que aprovecho la oport
e la intrusión. Abro los ojos y fijo a mirada sobre la suya. Esta vez soy yo el que traga grueso. ¿No sabe qué hacer? ¡Mierda! ¿Cuánta inocencia concentrada en una sola persona? Esa expresión de ingenuidad y
ho y complacido. Me encantan las primeras veces y, definitivament
o ahora, Lud? ¿Quieres acostarte
rginidad, a caminos inexplorados y a fruta prohibida. ¿Es ese el perfume del paraíso? Si así es, ent
engullendo una deliciosa paleta, la más dulce de todas ―le expli
ón. Se está resistiendo a pesar de que su cuerpo pide y grita lo contrario. Puedo percibir cada señal que me envía y l