Soy Sofía Vargas, una bailaora de flamenco en Santiago, y hasta hace poco, mi vida era una delicada coreografía de secretos.
Para mi familia en Valparaíso, la dulce estudiante de arte; para Alejandro Montoya, el enigmático heredero de viñedos, su amante secreta, cautiva en un romance furtivo y apasionado.
Creí en cada palabra, en cada caricia, en el amor que prometían sus ojos oscuros.
Hasta que la música de mi vida se detuvo abruptamente.
Oculta, escuché la voz de Alejandro jactándose con sus amigos: "Esa Sofía es tan ingenua, se traga todo."
"La tengo justo donde quiero... En la Gala Anual del Vino, cuando le den el premio a ese imbécil de Mateo Vargas, voy a filtrar unas cositas de su primita."
En ese instante, mi alma se fracturó. Fui solo una pieza en su cruel juego de venganza.
Cada momento que compartimos, cada supuesto acto de protección contra peligros fabricados, se reveló como una mentira metódicamente orquestada.
Mi corazón, mis sueños, mi dignidad: todo fue usado y corrompido por él.