El ultimo baile

El ultimo baile

Gavin

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Soy Sofía Vargas, una bailaora de flamenco en Santiago, y hasta hace poco, mi vida era una delicada coreografía de secretos. Para mi familia en Valparaíso, la dulce estudiante de arte; para Alejandro Montoya, el enigmático heredero de viñedos, su amante secreta, cautiva en un romance furtivo y apasionado. Creí en cada palabra, en cada caricia, en el amor que prometían sus ojos oscuros. Hasta que la música de mi vida se detuvo abruptamente. Oculta, escuché la voz de Alejandro jactándose con sus amigos: "Esa Sofía es tan ingenua, se traga todo." "La tengo justo donde quiero... En la Gala Anual del Vino, cuando le den el premio a ese imbécil de Mateo Vargas, voy a filtrar unas cositas de su primita." En ese instante, mi alma se fracturó. Fui solo una pieza en su cruel juego de venganza. Cada momento que compartimos, cada supuesto acto de protección contra peligros fabricados, se reveló como una mentira metódicamente orquestada. Mi corazón, mis sueños, mi dignidad: todo fue usado y corrompido por él. Incluso su prometida, Isabella, apareció en escena, intentando comprar mi silencio y agrediéndome, confirmando la magnitud de esta farsa, mientras un "accidente" de coche demostraba su perversa frialdad. La humillación ardía como fuego en mis venas. ¿Cómo pude ser tan ciega, tan vulnerable, tan estúpidamente ingenua? La náusea y la rabia me ahogaban. Mi vida en Santiago, antes un lienzo de posibilidades, ahora era un campo de batalla de traiciones. Pero no sería la víctima. Una chispa de fuego, más ardiente que su engaño, se encendió en mí. Con la fecha de la Gala acercándose, mi misión era clara: destruir sus planes antes de que él destruyera mi vida. ¿Lograría borrar cada prueba incriminatoria y escapar de él, o caería en el abismo de la humillación pública que Alejandro había diseñado con tanto esmero?

Introducción

Soy Sofía Vargas, una bailaora de flamenco en Santiago, y hasta hace poco, mi vida era una delicada coreografía de secretos.

Para mi familia en Valparaíso, la dulce estudiante de arte; para Alejandro Montoya, el enigmático heredero de viñedos, su amante secreta, cautiva en un romance furtivo y apasionado.

Creí en cada palabra, en cada caricia, en el amor que prometían sus ojos oscuros.

Hasta que la música de mi vida se detuvo abruptamente.

Oculta, escuché la voz de Alejandro jactándose con sus amigos: "Esa Sofía es tan ingenua, se traga todo."

"La tengo justo donde quiero... En la Gala Anual del Vino, cuando le den el premio a ese imbécil de Mateo Vargas, voy a filtrar unas cositas de su primita."

En ese instante, mi alma se fracturó. Fui solo una pieza en su cruel juego de venganza.

Cada momento que compartimos, cada supuesto acto de protección contra peligros fabricados, se reveló como una mentira metódicamente orquestada.

Mi corazón, mis sueños, mi dignidad: todo fue usado y corrompido por él.

Incluso su prometida, Isabella, apareció en escena, intentando comprar mi silencio y agrediéndome, confirmando la magnitud de esta farsa, mientras un "accidente" de coche demostraba su perversa frialdad.

La humillación ardía como fuego en mis venas.

¿Cómo pude ser tan ciega, tan vulnerable, tan estúpidamente ingenua?

La náusea y la rabia me ahogaban.

Mi vida en Santiago, antes un lienzo de posibilidades, ahora era un campo de batalla de traiciones.

Pero no sería la víctima.

Una chispa de fuego, más ardiente que su engaño, se encendió en mí.

Con la fecha de la Gala acercándose, mi misión era clara: destruir sus planes antes de que él destruyera mi vida.

¿Lograría borrar cada prueba incriminatoria y escapar de él, o caería en el abismo de la humillación pública que Alejandro había diseñado con tanto esmero?

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Romance

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Mi casa en Triana, que olía a jazmín y a melancolía, estaba a punto de perderse. Con solo dieciocho años y un título de diseño recién empezado, sentí el peso de las deudas de mi padre muerto. La oferta llegó como un salvavidas: acompañar a Ricardo Vargas, un constructor poderoso y enigmático. El "acuerdo" era claro: él salvaría mi hogar, yo sería su compañera discreta. Casi creí que el dinero me había traído un amor inesperado, confundiendo su opulencia con cariño, su posesividad con protección. Pero entonces, apareció Carmen Sandoval, su exnovia. Me citó en un hotel de lujo y, con desprecio, me ofreció tres millones de euros para desaparecer. Ella era su "costumbre favorita", y yo, solo un insecto. Para probarlo, hicimos una cruel prueba con mensajes a Ricardo. El suyo fue respondido con preocupación, el mío, con un frío "Espero no sea grave. Estoy ocupado". Ella sonrió. "¿Ves? No eres nada para él". Me reveló que todos los gestos grandiosos de Ricardo -los jazmines, Noruega- eran réplicas de lo que había hecho por ella. Solo era una sustituta, un eco. La indignidad se volvió insoportable. Un día, Carmen rompió el broche de mi abuela y me acusó de agredirla. Ricardo, sin dudarlo, me encerró en el sótano frío y húmedo, donde casi muero de frío. La humillación final llegó cuando, en una fiesta, él volvió a negarme públicamente. Me trató como un objeto, un insignificante estorbo para el juego de sus celos. ¿Cómo pude ser tan ciega, tan ingenua? El dolor era insoportable, la traición palpable. Me había vendido por una falsa seguridad, por un puñado de billetes. ¿Era mi dignidad el precio? ¿O algo más valioso aún? Pero al despertar del delirio, solo quedó una determinación fría. ¡No más! Era hora de despertar. Con los tres millones de euros de Carmen y una beca para Roma, cortaría todas las ataduras. Mi propio cuento de hadas no necesitaba un príncipe tóxico. Estaba lista para mi verdadera vida.

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