Gavin
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Libros y Cuentos de Gavin
Mi Boda, Su Humillación: El Precio del Desdén
Romance Durante doce años, me dediqué en cuerpo y alma a Viñedos Montenegro y a Mateo, el hombre que amé desde la infancia, sacrificando mis sueños por él.
Faltando solo días para mi trigésimo cumpleaños, y la promesa nunca cumplida de Mateo de casarse, descubrí la cruel verdad.
Lo escuché llamarme "tonta útil" y "perro faldero" a mis espaldas, mientras planeaba su boda secreta con Isabella, la superficial secretaria.
Mis amigas me felicitaban emocionadas por la "gran celebración" y "sorpresa" de Mateo, ajenas a que se refería a su enlace y no al mío.
Luego, en el Registro Civil, vestida de novia, fui recibida con burlas y una bofetada pública de Isabella.
¿Doce años de lealtad para ser tan solo un objeto despreciable?
El dolor era agonizante, pero con cada burla, una claridad brutal me invadió.
Con voz firme, le exigí a Mateo que confirmara su boda con Isabella frente a todos.
En ese instante, como un torbellino de elegancia, llegó Alejandro, mi verdadero prometido, para proclamarme suya.
Tomados de la mano, entré a mi nueva vida, dejando a Mateo atónito y humillado, listo para saborear su propia amargura. La Furia de una Mujer Engañada
Moderno Cuando desperté, el olor a desinfectante me golpeó, y las paredes blancas del hospital reflejaban el vacío de mi vientre.
Una vez más, el doctor pronunció esas palabras devastadoras.
"Señora Rojas, lo lamento mucho. Hicimos todo lo que pudimos, pero no logramos salvar al bebé" .
Era mi séptimo aborto espontáneo, siete pequeñas vidas que se habían ido, y mi corazón ya no podía sentir más dolor.
Ricardo, mi esposo, llegó corriendo, su rostro una máscara de angustia, y yo me apoyé en él, buscando consuelo.
"Shhh, no digas nada. No es tu culpa, mi amor. Descansa, yo me encargo de todo" , susurró con voz tranquilizadora.
Pero entonces, a través de la puerta entreabierta, escuché su voz, no la de mi amoroso esposo, sino una llena de alegría y emoción contenida.
"Valeria, mi amor, todo salió perfecto. Se lo creyó todo" .
Mi respiración se detuvo, un escalofrío helado me recorrió, Valeria Solís, su asistente.
"Sí, el séptimo. Justo como lo planeamos. El doctor Ramírez es un genio, el 'accidente' fue impecable" .
Planearon… ¿un accidente?
Luego lo escuché, con una frialdad repugnante, llamar a nuestros hijos no nacidos… "engendros" .
"Ya hablé con Ramírez. Le dije que necesitamos una solución permanente. Una histerectomía. Dijo que puede hacer que parezca una complicación necesaria por el último aborto" .
Ricardo, el hombre al que amaba, el que había compartido mi vida durante diez años, había asesinado a mis siete hijos.
Él y su amante, Valeria Solís, me lo habían quitado todo.
Pero las lágrimas que ahora brotaban no eran de tristeza, eran de rabia y de una promesa silenciosa: iban a pagar. Más Allá de la Lesión
Romance Mi sueño de ser una estrella del fútbol profesional estaba a solo un contrato de distancia, con la hija del presidente del club como mi prometida y una carrera prometedora en Los Titanes de la Capital.
Pero un brutal silbato final y el dolor insoportable en mi rodilla lo convirtieron todo en una pesadilla: ligamentos rotos, el fin de mi temporada y el ascenso triunfal de mi rival, Javier Morales.
Me desecharon como si fuera basura, mi precontrato roto en pedazos en una oficina fría, mientras Sofía, mi prometida, me dejaba con un mensaje glacial: "Necesito pensar en mi futuro. Javier tiene un gran porvenir."
Mi propio padre, cegado por sus negocios, me acusó de arruinar una valiosa alianza estratégica, ofreciéndome solo caridad y llamándome "descuidado" por una pierna rota.
Solo me sentía traicionado, despojado de mi sueño, de mi amor, y de cualquier apoyo, preguntándome si todo lo que había construido era tan frágil y si mi destino ya estaba sellado por otros.
Con el corazón hecho añicos pero una nueva y furiosa determinación, rechacé la limosna de mi padre y me fui con solo una maleta, persiguiendo un anuncio arrugado hacia un modesto club costero, Estrella del Sur, y el enigma de su entrenadora, Elena "La Leona" Acosta, lista para mi renacer. Mi Venganza:No Más Ingenua
Romance Siempre creí que mi vida con Ricardo De la Vega era un idilio. Él, mi tutor tras la muerte de mis padres, era mi protector, mi confidente, mi primer y secreto amor. Yo, una muchacha ingenua, estaba ciega de agradecimiento y devoción hacia el hombre que me había acogido en su hacienda tequilera en Jalisco.
Esa dulzura se convirtió en veneno el día que me pidió lo impensable: donar un riñón para Isabela Montenegro, el amor de su vida que reaparecía en nuestras vidas gravemente enferma.
Mi negativa, impulsada por el miedo y la traición ante su frialdad hacia mí, desató mi propio infierno: él me culpó de la muerte de Isabela, filtró mis diarios y cartas íntimas a la prensa, convirtiéndome en el hazmerreír de la alta sociedad. Luego, me despojó de mi herencia, me acusó falsamente de robo. Pero lo peor fue el día de mi cumpleaños, cuando me drogó, permitió que unos matones me golpearan brutalmente y abusaran de mí ante sus propios ojos, antes de herirme gravemente con un machete. "Esto es por Isabela", susurró, mientras me dejaba morir.
El dolor físico no era nada comparado con la humillación y el horror de su indiferencia. ¿Cómo pudo un hombre al que amé tanto, que juró cuidarme, convertirme en su monstruo particular, en la víctima de su más cruel venganza? La pregunta me quemaba el alma.
Pero el destino me dio una segunda oportunidad. Desperté, confundida, de nuevo en el hospital. ¡Había regresado! Estaba en el día exacto en que Ricardo me suplicó el riñón. Ya no era la ingenua Sofía; el trauma vivido había forjado en mí una frialdad calculada. "Acepto", le dije, mi voz inquebrantable, mientras planeaba mi escape y mi nueva vida lejos de ese infierno. Amor Prohibido, Venganza Dulce
Urban romance Mi esposo, Adrián, me llamó por teléfono. Para salvar la carrera de su amante, la famosa actriz Liliana Requena, me pidió que fingiera mi propio secuestro y me echara la culpa para desviar la atención de los medios.
Pero eso no fue todo. Con una frialdad que me heló la sangre, me exigió que abortara a nuestro bebé.
"Liliana no puede soportar más estrés" , me dijo.
Me negué a perder a mi hijo, pero él, para proteger a su amada, me empujó con una fuerza brutal. Mientras yo sangraba en el suelo, él se fue con ella sin mirar atrás. Su madre fue aún más lejos: me encerró en una hacienda bajo un sol infernal hasta que perdí a mi bebé.
Mientras me desangraba sola, recibí un mensaje suyo: "Lo siento, mi amor. Te lo compensaré" .
Con el corazón hecho pedazos y el alma vacía, tomé mi teléfono y marqué un número que me había prohibido a mí misma durante años. La voz que respondió era la de mi padre, Augusto Sierra, el dueño del Grupo Sierra. Amor Robado, Alma Liberada
Moderno Hace cinco años, mi propia familia me destruyó. Mi hermana adoptiva, Calista, atropelló a una persona estando borracha, y mis padres me suplicaron que yo asumiera la culpa por ella.
Al negarme, ellos mismos me entregaron a la policía. Hoy, después de cinco años en prisión, por fin soy libre. Afuera me espera mi prometido, Leonardo, el hombre que juró casarse conmigo en cuanto saliera.
Pero su actitud es fría. Me abandona en la puerta de la cárcel para correr al lado de Calista, quien supuestamente sufre otra crisis depresiva.
Mis padres, que tampoco vinieron a recogerme, le organizan una fiesta de "bienvenida", mientras a mí me alojan en un diminuto cuarto de servicio sin ventanas.
El golpe final llega cuando anuncian que Leonardo se casará con Calista para "darle la estabilidad que necesita para sanar".
Él lo justifica diciendo que le debe la vida a Calista porque ella le donó un riñón. Pero la donante fui yo. No solo me robaron mi libertad, mi futuro y a mi prometido, sino también el sacrificio más grande que hice por amor.
En la oscuridad de mi habitación, encuentro un correo electrónico: la oferta para unirme a un proyecto de investigación en el extranjero ha sido reactivada. Tengo diez días. No solo me iré, desapareceré. Pero antes, les dejaré un regalo: un diario y los expedientes médicos que revelarán cada una de sus mentiras. La Viuda y Mi Marido
Romance Mi cuñado murió en un accidente, y su viuda embarazada, Silvia, se mudó a mi casa. Al principio, creí que era mi deber como familia ayudarla en su duelo.
Pero pronto, mi esposo Enrique comenzó a tratarla como si fuera una reina, ignorándome por completo. Se convirtió en su sirviente personal, no en mi marido.
Le masajeaba los pies por la noche, la defendía cuando se quejaba de mi café en mi propia cocina y me ordenaba apagar la cafetera porque a ella le molestaba el olor.
La situación explotó cuando descubrí que Silvia había robado la pulsera de esmeraldas de mi difunta madre. Cuando la confronté, la dejó caer a propósito, haciéndola pedazos. Ciega de rabia, le di una bofetada.
Pero en lugar de defenderme a mí, su esposa, Enrique me empujó con una fuerza brutal. Caí y me corté el brazo con una mesa de cristal. Mientras la sangre corría, él corrió a consolar a Silvia.
Me gritó: "¡Estás loca! ¡Te voy a comprar otra! ¡Pero no vuelvas a tocarla!" .
En ese momento, mirando los pedazos de la herencia de mi madre en el suelo y la sangre en mi brazo, el amor que sentía por él murió. Tomé mi teléfono e hice una llamada.
"Chuy, trae a tu equipo a mi casa. Con mazos. Vamos a hacer una remodelación" . Mi Nueva Oportunidad
Moderno El olor a madera quemada y a carne chamuscada llenaba mis pulmones, mientras las llamas lamían mi piel.
Ricardo Torres, mi esposo de 40 años, me miraba morir con una frialdad que helaba más que cualquier invierno.
"Elena, siempre fuiste un estorbo", dijo, y luego se dio la vuelta y se marchó, cerrando la puerta y sellando mi destino.
Mi vida entera pasó ante mis ojos, una sucesión de días grises sirviendo a un hombre que nunca me quiso. Aguanté a su familia, renuncié a mis sueños, todo por un "amor" que solo existió en mi cabeza.
Fui una campesina sin cultura para él, una sirvienta, una carga. ¿Cómo pude ser tan ciega, tan tonta? ¿Por qué aguanté tanto?
En mi último aliento, con el fuego consumiéndome, un deseo desesperado se formó en mi mente: "Si tuviera otra oportunidad… si pudiera volver… nunca, nunca volvería a cruzarme en tu camino, Ricardo Torres" .
La oscuridad me envolvió y, de repente, una luz cegadora. Abrí los ojos. El aire olía a tierra mojada. Miré mis manos. No eran las de una mujer de sesenta años, sino las de una joven. Un calendario en la pared: 1976.
Había funcionado. Había vuelto. Y esta vez, las cosas serían muy diferentes. Amor que Trasciende
Romance Estaba planeando la boda de mis sueños con Ricardo, el hombre que amaba, o eso creía.
Pero en un instante, todo se derrumbó: lo encontré en nuestra cama, entrelazado con mi hermanastra Isabella, sus risas cómplices resonando en mi mente.
Peor aún, escuché sus voces antes de que me vieran, "Una vez que te cases con ella y tengamos el control de la empresa, la echaremos a la calle. Al fin y al cabo, ella no es más que una huérfana adoptada." Mi mundo se hizo añicos, mi familia adoptiva me había relegado, favoreciendo a Isabella, y yo, cegada por el amor, no vi la conspiración.
La joya en mi dedo, mi anillo de compromiso, se sentía ahora como una marca de humillación, un recordatorio constante de su traición y codicia. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Todo fue una mentira?
Con el corazón destrozado y la rabia hirviendo en mis venas, tomé una decisión desesperada en la barra de un hotel de lujo, al pedirle a un misterioso extraño: "Quiero contratarte. Necesito un prometido... que me ayude a vengarme." Mi Dulce Venganza de Amor
Urban romance En el vibrante mundo virtual de "Sueño de Mariachi", donde millones se sumergían, yo, Sofía Rojas, encontré mi refugio detrás de un avatar esquelético y poco agraciado, "La Calavera Alegre", buscando ser valorada por mis habilidades y no por la apariencia que tanto me agobiaba en la vida real.
Mi ansiada paz se hizo añicos cuando el regreso de Isabella, el primer amor de Héctor Morales (El Charro de Oro, el jugador más famoso y mi pareja en el juego), expuso la cruda verdad: mientras yo le entregaba mi talento y mi corazón, él construía un juego entero para ella.
La humillación pública fue instantánea e ineludible; fui despojada de mi puesto de liderazgo en el gremio que ayudé a construir, acusada de ladrona por tomar mis propios bienes y expulsada frente a millones de jugadores, con Héctor y el mundo celebrando el "triunfo" de Isabella.
Sentí una profunda incomprensión y un dolor desgarrador: ¿cómo pude ser tan ciega? ¿Cómo pude entregarme a alguien que me llamó "conveniente", una "herramienta" que solo servía para mantener una imagen mientras esperaba a su "verdadero amor"?
Pero las lágrimas se secaron y dieron paso a la rabia; la verdadera humillación no fue la suya, sino mi propia ceguera. Ese día, me prometí que el juego apenas comenzaba, y que mi venganza sería un platillo que se serviría frío, en la arena más grande de todas. Corazón Indomable
Romance El dolor me partió el abdomen en dos.
Era mi cumpleaños, y Alejandro, a quien había criado con el amor de una madre por diez años, me sonreía.
Acababa de regalarme un licuado de fresa, una bebida que ahora quemaba mis entrañas.
Pero el ardor no era solo físico; era la amarga verdad que susurró: "Siempre te he odiado, Sofía. Te odio porque cada vez que te veo, veo la cara de mi madre."
Luego, la mancha carmesí en mi vestido blanco: mi bebé, el hijo de Ricardo, mi prometido.
Mi prometido, que llegó para consolarme, para decirme que era un "aborto espontáneo" y que Alejandro "solo bromeaba".
Luego me miró con asco y dijo: "Estás hecha un desastre. Hueles a enfermedad".
En mi lecho de dolor, vi la película silenciosa de mi vida: diez años entregados a la promesa hecha a mi padre.
Diez años cuidando de una familia que no era mía, de una empresa que yo manejaba mientras ellos ponían el nombre.
Incluso mi propia madre, al enterarse de mi compromiso, solo llamó para asegurar su pensión, susurrándome que no fuera "egoísta".
¿Egoísta yo? La que había sacrificado su juventud por todos.
Mi cuerpo dolía, mi corazón estaba roto, pero una rabia fría y dura como el acero me inundó.
"¿Qué quieres, Sofía?", me preguntó Ricardo el hipócrita. "¿Dinero? ¿Joyas? ¿O quieres que formalicemos el matrimonio? Puedo llamar al juez mañana mismo."
¡El matrimonio era el premio de consolación por mi sumisión!
Con una calma aterradora, tomé un trozo de cristal de un jarrón roto.
Debía romper el lazo, destruir el símbolo que me ataba a su odio.
"¡Sofía, no!" , gritó Ricardo, pero era demasiado tarde.
Con un movimiento rápido, arrastré el cristal por mi mejilla izquierda. El dolor era liberador.
Ya no era la Sofía que conocían, la que odiaban, la que usaban. Y en medio del horror en sus rostros, me eché a reír.
Esa risa, que estalló como dinamita, me liberó de una cárcel de diez años.
Y así, ensangrentada, pero con el alma libre, crucé la puerta, dejando atrás el veneno y el dolor.
No había vuelta atrás. El Aroma del Adiós
Urban romance La oficina de mi jefe olía a café viejo, un aroma que solía darme seguridad, pero que ahora solo me recordaba el sacrificio de años.
Mi vida, la que había construido con mi esposa Clara, se desmoronaba.
"Quiero el divorcio", le dije al Dr. Morales, mi voz firme ocultando un temblor interno.
Los rumores del complejo ya lo sabían: Clara y Marcos Durán, antes de que yo estuviera dispuesto a aceptarlo.
La encontré en nuestra sala, no sola, Marcos tenía su mano en la cintura de Clara, riendo de una manera que nunca compartió conmigo.
Mi voz, un gruñido, apenas pudo preguntar: "¿Qué está pasando aquí, Clara?".
Ella, de cálida a una máscara de fría indignación, mientras Marcos sonreía con arrogancia.
"¡Estás loco! ¡Paranoico y celoso!", gritó ella, intentando voltear la situación, como siempre.
Esta vez no funcionó.
"Se acabó, Clara", dije, mi voz mortalmente tranquila. "Quiero el divorcio".
Su rostro palideció, pero su pánico se convirtió en rabia: "¡No te atrevas! ¡No vas a arruinar mi vida!".
Justo entonces, el timbre de la puerta sonó, y dos policías uniformados entraron.
"Mi esposo... se puso violento, me amenazó, tengo miedo", dijo Clara, con lágrimas falsas.
Me helé, la traición descarada me robó el aliento.
Caí en su trampa, y me llevaron de mi propia casa.
Esa noche en la celda apestaba a desinfectante y desesperación, y me di cuenta de que mi dolor no era nuevo, sino la culminación de años de ser ignorado.
Pero algo cambió esa noche; la resignación se convirtió en una inquebrantable resolución: no más.
A la mañana siguiente, el Dr. Morales pagó mi fianza, mirándome con decepción, no hacia mí, sino hacia la situación misma.
"Ve a casa, empaca tus cosas y sal de ahí", me dijo, "Yo me encargaré de los abogados, esto no se quedará así".
Cada objeto que empaqué era un recordatorio de un amor fallido, y las palabras de la señora Carmen, mi vecina, lo confirmaron: "Esa mujer no te merece, lo vi entrar a la casa en cuanto tú te ibas a trabajar".
La realidad era un golpe brutal, validando cada una de mis sospechas.
Recordé el día en que había rechazado una prestigiosa beca de investigación en el extranjero por Clara, sacrificando mi sueño por una farsa.
Colgué el teléfono, sin ira, solo una abrumadora certeza: mi decisión era la correcta.
Me dirigí al lago solo, y el último rayo de sol desapareció en el horizonte.
Ya no me sentía abandonado, me sentía libre.
El peso de años finalmente se había levantado de mis hombros, y el camino por delante estaba despejado, solo para mí. Despertar en el Juego
Ciencia Ficción En el año 2038, mi vida era un refugio digital.
Como "Puente del Sur de Bambú" en "El Sueño del Guerrero", ocultaba mi belleza real detrás de un avatar feo, buscando ser valorada por mi lealtad y habilidad, no por mi apariencia.
Durante tres años de misiones y "noches" virtuales, creí que mi compañero, el invencible "Guerrero de Fuego" (Héctor en la vida real), sentía lo mismo.
Pero, con el regreso de su exnovia, "Princesa Dulce", Héctor me descartó.
Primero, con un frío "Te he estado esperando" dirigido a ella, y luego, con la despiadada revelación: "Solo estaba pasando el rato mientras esperaba que Ximena volviera".
La humillación pública fue devastadora: expulsada del gremio, nuestra relación disuelta forzosamente, y su nueva propuesta de pareja anunciada en todo el servidor, mientras yo miraba, impotente.
En la vida real, como ilustradora "S. R.", fui despedida por el propio Héctor, quien ni me reconoció.
¿Cómo era posible que el hombre que juró amarme, pudiera despreciarme de tal manera en ambos mundos?
¿Qué hice para merecer tanta crueldad?
La burla se intensificó cuando Ximena, para robarme una valiosa armadura que creé, me acusó falsamente de robo, con Héctor presenciando y creyéndole.
Fue un despertar brutal, una lección dolorosa.
En ese instante, rompí todo lazo con ellos.
Era hora de que "Puente del Sur de Bambú" se levantara de las cenizas. Cuando el Juego Termina
Ciencia Ficción En el año 2038, mi vida tenía dos realidades: en "El Sueño del Guerrero", era "Puente del Sur de Bambú", una jugadora deliberadamente fea, profundamente enamorada del todopoderoso "Guerrero de Fuego", el campeón del juego.
En mi "otra" vida, Sofía era una ilustradora anónima, viviendo con la ansiedad de ser juzgada por mi belleza natural.
Creía que Héctor, mi Guerrero de Fuego, me amaba por lo que era, más allá de la pantalla.
Pero un día, mientras preparaba un regalo para él en el juego, mi mundo se vino abajo.
Lo escuché decir que solo me utilizaba para "pasar el rato" mientras su exnovia Ximena regresaba.
Y lo peor, el CEO de InnovaTech, mi quisquilloso cliente en la vida real era el mismo Héctor, quien me despreciaba en persona y en el juego.
La humillación no se detuvo ahí: me despojaron públicamente de mi título de colíder de gremio y Héctor, sin un ápice de humanidad, disolvió nuestra relación frente a todo el servidor.
"Nunca te quise", me espetó, "salir con un avatar tan feo como el tuyo era asqueroso".
Mi dolor se convirtió en ira, ardiente e imparable.
Decidí que ya no sería más la víctima de nadie y que el mundo se enteraría de todo. La vida que elegí
Fantasía Mi vigésimo aniversario de bodas amaneció con un frío glacial en el alma.
Recordaba cada detalle de mi vida, una vida que aún no había vivido, pero que me había llevado a la muerte, sola y despreciada en un hospital, víctima de mi marido, Rodrigo, y su "mejor amiga", Camila.
Hoy era el día en que, en esa otra realidad, descubriría su traición y sería humillada, tildada de loca por pedir el divorcio, para acabar abandonada por mis propios hijos, Mateo y Sofía, quienes caerían bajo la influencia manipuladora de Camila.
En mi mente, la imagen vívida de Sofía empujándome por las escaleras, de Rodrigo acusándome en el hospital mientras yo agonizaba y de mis hijos creyendo las viles mentiras de Camila, diciéndome que yo no era una "verdadera madre", me quemaba.
Pero esta vez, no sería la víctima confundida, no cedería a la desesperación; con la memoria intacta y un frío propósito, me levanté, lista para cortar los lazos y reescribir mi destino. Mi Dulce Venganza
Romance Aquí está el adelanto de la novela corta, siguiendo tus indicaciones:
Me miré al espejo, envuelta en raso blanco, la boda con Ricardo a solo una semana.
Llevábamos cinco años construyendo un futuro que creía inquebrantable, hasta que su teléfono vibró con un mensaje.
El nombre "Carla" en la pantalla me heló la sangre, seguido de: "Amor, ¿nuestro plan sigue en pie para después de la boda? No puedo esperar a que seamos libres" .
Revisé su teléfono y descubrí meses de conversaciones, fotos y planes con su amante, burlándose de mí y de mi "confianza ciega", llamándome "la gallina de los huevos de oro".
Un mensaje suyo lo destrozó todo: "Sofía no es más que el puente hacia nuestra felicidad. Un sacrificio necesario".
Mi amor se convirtió en rabia fría; no era solo infidelidad, sino un fraude calculado.
Con una calma que me sorprendió, fotografié cada prueba, borré mi rastro y colgué el vestido.
La boda no se cancelaría; sería mi escena, y ellos, Ricardo y Carla, serían las estrellas de su propia humillación pública. Un Amor Roto, Nueva Esperanza
Romance Mi esposo y yo lo teníamos todo: un amor que parecía inquebrantable, un futuro prometedor y el restaurante de sus sueños a punto de abrir.
Pero una noche, al encontrar un "Acuerdo de Divorcio" oculto, mi mundo se desmoronó.
Él estaba allí, frío, distante, tecleando en su laptop, mientras la luz de esa pantalla revelaba el rostro de un extraño. Él, que era mi refugio, se había convertido en mi verdugo.
Me sentí traicionada, humillada, pública y dolorosamente excluida de una vida que creí nuestra. Cuando le supliqué hablar, me despidió con una frialdad que me congeló el alma, y un destello de fastidio en sus ojos.
¿Cómo pudo orquestar mi abandono en secreto, dejarme vivir una mentira mientras él planeaba el final? ¿Qué había hecho yo para merecer este golpe devastador en lo más íntimo de mi hogar?
Rota, herida, busqué refugio lejos, pero el destino me lanzó de vuelta al corazón de mi tragedia, mientras la noticia de un fatal accidente automovilístico lo cambió todo. Amor Y Traición: Mi Venganza
Moderno El frío del azulejo del baño me subió por los pies descalzos, un escalofrío que calaba hasta los huesos.
En mi mano, una prueba de embarazo con dos líneas claras, inequívocas.
Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios, porque esta vez no era de alegría, era el eco de la desesperación de mi vida anterior.
Cerré los ojos y la imagen me golpeó con fiereza: el olor a gasolina y metal retorcido, los cristales rotos esparcidos.
Mi hermanastra, Camila, de pie junto al coche en llamas, su bello rostro contorsionado en una sonrisa triunfal.
Y a su lado, mi esposo, Alejandro, observando con indiferencia gélida cómo yo me consumía.
"Sofía, siempre tan ingenua," la voz de Camila resonaba en mi memoria, "Alejandro es mío, su éxito es mío, y ahora, tu vida también lo es."
Sentí el dolor agudo en mi vientre, la pérdida de mi hijo nonato, y luego… la nada.
Abrí los ojos de golpe, el corazón desbocado.
El mismo baño, la misma prueba de embarazo.
Era el día en que, en mi vida pasada, anuncié felizmente mi embarazo, el día que selló mi destino.
Mi cuerpo temblaba, pero ya no era de miedo.
Era una furia helada, pura, que me recorría las venas.
Esta vez no.
Esta vez, no sería la víctima.
Esta vez, la marionetista sería yo.
"Mi amor, ¿estás bien? Te tardas mucho."
La voz carismática y ensayada de Alejandro irrumpió en el baño.
Sus ojos, al ver la prueba, se abrieron con una sorpresa que, ahora lo sabía, era completamente fingida.
Se arrodilló, tomó mis manos con una calidez nauseabunda.
"¿Sofía? ¿Es... es lo que creo que es?"
Asentí lentamente, observando su obra.
"¡Vamos a ser padres! ¡Por Dios, Sofía, soy el hombre más feliz del mundo!"
En mi vida pasada, sus palabras me hubieran llenado de dicha.
Ahora, solo sentía un asco profundo, un veneno que me carcomía.
Él se separó, sus ojos brillando con una alegría calculada.
"Tenemos que celebrarlo, ¡hay que darle una gran fiesta! ¡Anunciarlo a todo el mundo!"
"No" , dije, mi voz sonando más firme de lo que esperaba.
Alejandro parpadeó, confundido.
"¿No? Pero, mi amor, es la mejor noticia de nuestras vidas."
"Es muy pronto, Alejandro" , respondí, forzando una expresión de preocupación.
"Los primeros meses son delicados, quiero ser cuidadosa. No quiero anunciarlo todavía."
Era la excusa perfecta, una que él no podía rebatir sin parecer insensible.
Me besó en la frente. Un beso de Judas.
Me quedé sola.
Miré mi reflejo en el espejo.
La mujer que me devolvía la mirada ya no era la misma.
De las cenizas, había nacido un monstruo.
"Sí, Alejandro" , susurré.
"Ocúpate de todo."
Mientras él planeaba usarme, yo ya estaba planeando su destrucción.
Y la de Camila.
Y la de todos los que les ayudaron.
Mi venganza comenzaba ahora.
Iba a meter a todos los lobos en el mismo corral y ver cómo se destrozaban. La Resurrección de Ximena
Xuanhuan Era la nonagésima novena vez que moría por Sebastián.
El chirrido ensordecedor de los neumáticos, el giro descontrolado y el impacto brutal me arrojaron contra el muro, mientras su amante, Valentina, observaba paralizada.
Sentí mis huesos romperse y mi aliento huir, pero al ver el alivio en sus ojos por la seguridad de "su luz de luna", supe que no había preocupación por mí.
Una vez más, mi sangre manchó el asfalto bajo el sol inclemente, y él, sin pensarlo dos veces, me empujó frente a ella.
Cuando desperté en la camioneta, Sebastián, con su desprecio habitual, me exigió disculpas por asustar a Valentina y a "su bebé" que venía en camino, un vientre apenas visible que era su arma.
Me ordenó no manchar la camioneta con mi sangre, y al llegar a la mansión, el mayordomo me bañó a presión para no ensuciar las alfombras, mientras Valentina me ofrecía un mango, sabiendo mi alergia mortal.
Me pregunté por qué seguía viviendo este infierno, por qué mi cuerpo se negaba a la muerte definitiva.
El ciclo de noventa y nueve muertes y resurrecciones, cada una más dolorosa, me había dejado al borde del abismo.
Tomé el mango, buscando la muerte número cien, la liberación, pero él, en un acto de furia posesiva, me hizo vomitar, gritando: "¡Tu vida me pertenece!".
Mi frustración llegó al límite, pero en sus palabras sobre diseccionarme en un laboratorio para proteger "el bebé de Valentina", encontré una extraña esperanza.
Este era el camino. El Reclamo de Mi Vida
Adulto Joven Mi futuro brillante estaba a punto de convertirse en realidad.
Tenía diecinueve años, lista para el examen de admisión a la universidad de mis sueños, la UNAM.
Pero todo se derrumbó cuando, durante el examen, mi mente se nubló, y la acusación de trampa, con "pruebas" en mi mochila, destruyó mi reputación.
reporteros me acorralaron, mi hermanastra Lucía y su novio Ricardo, mi ex, se mostraron "preocupados", pero sus ojos brillaban con un triunfo apenas disimulado y una decepción fría.
Mi padre me condenó con su silencio, mi universidad se volvió una fantasía, y mi vida se convirtió en un infierno de empleos mal pagados y miradas de desprecio.
Mientras veía a Lucía florecer, heredar la fortuna y comprometerse con Ricardo, el dolor sordo en mi pecho crecía.
Cinco años después, trabajando como mesera, los vi entrar, irradiando una felicidad obscena.
Escuché a Lucía reírse, "La forma en que la droga que le diste en la leche la dejó completamente atontada. Fue el plan perfecto. Sin ella en el camino, todo ha sido mucho más fácil para nosotros" .
Ricardo añadió, "Y pensar que esa tonta creyó que yo era su hermana. Nunca supo que todo lo que quería era quitarle todo lo que tenía" .
Era la leche que Lucía me dio esa mañana del examen para "darme energía".
La traición me golpeó como un huracán; furiosa, me abalancé sobre ellos, solo para ser empujada.
Corrí ciega por las calles, llena de dolor y arrepentimiento, deseando una segunda oportunidad.
Un chirrido de llantas, un destello, y luego, la oscuridad.
Pero la oscuridad no fue el final.
Desperté en mi cama, en mi habitación, cinco años en el pasado.
La fecha en el calendario: el día del examen.
Lucía entró, con su sonrisa angelical y un vaso de leche.
Esta vez, no caeré. Esta vez, la historia la escribo yo, y mi venganza será dulce.