Gavin
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Libros y Cuentos de Gavin
Mi Boda, Su Más Grande Error
Romance ALEXIA CUEVAS POV:
Estaba en la prueba final de mi vestido de novia, a solo unos días de casarme con el amor de mi vida, Mauricio.
De repente, mi organizadora de bodas recibió una llamada. Su rostro palideció.
"Señorita Cuevas", me dijo con voz temblorosa, "me acaban de llamar para cambiar el nombre de la novia en las invitaciones... por el de Ida Juan".
Ida era su "amiga", la misma a la que vi a Mauricio arrodillarse en nuestra propia fiesta de compromiso.
En un bar, lo escuché decirles a nuestros amigos: "Alexia es mi obligación, pero Ida es mi placer".
Incluso cuando me caí por las escaleras, él y sus amigos simplemente se dieron la vuelta y continuaron su fiesta, dejándome tirada.
No solo me traicionó, sino que planeaba robar mi fecha de boda, mi salón y hasta el diseño que yo había creado.
Pensó que yo era una tonta, una víctima que aceptaría posponer todo para que él pudiera casarse con su amante en mi lugar.
Pero se equivocó. Fui con mi padre y le dije:
"Quiero que arregles mi boda. Para la misma fecha. Pero con Antonio Díaz". El Fuego que Encendió Mi Alma
Fantasía Natalia Arnal POV:
Por diez años, sacrifiqué mi prometedora carrera como cirujana para convertirme en la mente maestra detrás del ascenso político de mi esposo, Andrés.
Pero él no solo me traicionó con su asistente, Ivanna.
En la gala que lanzaba su campaña nacional, me humilló públicamente. Frente a todos, insinuó que construiría una nueva familia con ella, incluso hablando de "nuevas vidas" que llegarían a su hogar.
Sus palabras fueron un puñal, porque en secreto, yo estaba embarazada del hijo que por años había anhelado.
El hombre al que le entregué mi vida y mi futuro me desechaba como si no fuera nada.
Esa noche, le arrojé nuestro símbolo de unión a los pies y anuncié el divorcio.
A la mañana siguiente, tomé la decisión más dolorosa de mi vida: interrumpí el embarazo en secreto. Era la única forma de cortar para siempre el lazo que nos unía y empezar a reclamar la vida que él me había robado. Traicionada y Embarazada: Mi Retorno
Moderno Un sudor frío me despertó, el corazón latiéndome a mil por hora.
Afuera, el sol de un nuevo día bañaba mi habitación con su resplandor familiar, pero el pánico dentro de mí era un hielo que me calaba hasta los huesos.
Aún sentía el dolor punzante en el vientre, el amargo sabor del vino envenenado en mi boca.
Y lo peor, la mirada triunfante de mi propia hermana, Sofía, mientras mi vida se desvanecía.
Junto a ella, Diego, mi prometido, el hombre al que entregué mi alma, me observaba con una indiferencia helada, como si yo fuera una extraña.
"Lo siento, Ximena", susurró Sofía, su voz convertida en veneno puro. "Pero Diego y su fortuna me pertenecen. Siempre debieron ser míos."
Esas palabras… resonaban en mi cabeza sin cesar.
Morí humillada, traicionada por las dos personas en las que más confiaba, mi carrera como diseñadora de modas hecha pedazos en un instante de maldad pública.
¿Cómo pudieron hacerme esto?
¿Qué crimen tan terrible había cometido para merecer tal castigo de los que amaba?
Pero ahora… ahora estaba viva.
Mis manos temblaban, pero estaban intactas. Toqué mi vientre, sin rastro de aquel dolor desgarrador.
Estaba de vuelta en mi antigua habitación, en la casa de mis padres, esa que guardaba tantos secretos.
El calendario en la pared marcó una fecha que me heló la sangre.
Exactamente un año antes de mi desfile de modas nupcial, el día en que mi mundo se vino abajo.
Era el día en que el médico me confirmó que estaba embarazada.
En mi vida pasada, esa noticia fue el principio del fin.
Pero esta vez, sería el comienzo de mi venganza. Venganza De La Sanadora
Fantasía Fui Ximena, la última de un linaje bendecido con el don de la sanación, una habilidad milagrosa que se convirtió en mi mayor condena.
Me obligaron a casarme con el príncipe Alejandro, un hombre moribundo al que debía "curar" y, lo más importante, darle herederos.
Quedé embarazada de gemelos, un milagro que revivió la esperanza del imperio y la salud de Alejandro.
Pero su "amor eterno" y la promesa de ser Princesa Heredera fueron mi sentencia de muerte.
El día del parto, con mis bebés recién nacidos en mis brazos, Alejandro los arrebató y, ante mis ojos horrorizados, los arrojó a una jauría de perros cazadores.
Mientras me desangraba, escuché los gritos de mi gente ardiendo viva en mi aldea, un fuego que él, el "príncipe sanado", había ordenado.
Morí con el olor a humo y la imagen de mis hijos devorados grabada en mi retina, preguntándome si el odio podía trascender la muerte.
Y luego, desperté.
Regresé al momento exacto donde mi infierno había comenzado, en el Salón de Audiencias de la Emperatriz, enfrentando la misma pregunta sobre mis habilidades curativas, pero esta vez, no sería la misma Ximena. No Soy La Pecada
Suspense Dejé a mi pequeña Valentina en la peluquería, y su "adiós, mami" fue la última melodía de mi vida normal. Menos de una hora después, mi mundo se desmoronó.
Una llamada me arrastró de vuelta a la escena: la peluquería acordonada, el olor metálico a sangre y un pequeño bulto cubierto por una sábana blanca, manchada de rojo. Grité su nombre, pero mis súplicas se ahogaron en el horror.
La policía me mostró un video. En él, era yo, con un rostro desfigurado por la furia, unas tijeras en mi mano, y el movimiento descendiendo hacia mi hija. "¡No, eso no es real!", clamé, pero nadie me creyó. Mi esposo, Ricardo, me miró con horror y acusación, la gente me señaló como la "madre monstruo".
En la fría sala de interrogatorios, las pruebas se amontonaban: el video "auténtico", la geolocalización, el testimonio de Irma, la dueña de la peluquería, que me presentó como una desequilibrada. Incluso mi historial de depresión postparto fue usado para pintar un retrato de una psicótica. La comandante Mendoza preguntó si había tenido un "episodio psicótico", si había perdido el control sin darme cuenta. ¿Y si era cierto? La duda me carcomía.
Me sometieron a hipnosis. En un trance horrible, vi a "mi yo" alternativo, con ojos de hielo y una violencia indescriptible, usando unas tijeras de jardín para dañar a mi propia hija. Me desperté gritando, convencida de mi culpa. Firmé la confesión.
Pero mi última chispa de cordura prendió mientras me llevaban: vi a Brenda Díaz, la amante secreta de Ricardo, con los mismos ojos gélidos que el monstruo de mi pesadilla hipnótica. Me liberé, grité su nombre, y de repente, todo encajó. No estaba loca. ¡Fui víctima de una trampa, una conspiración orquestada por ellos para destruirme y quedarse con todo! Sabía que tenía que luchar por la verdad, no solo por mi nombre, sino por Valentina. Venganza De La Hacker
Moderno La música resonaba en el salón más exclusivo de la Ciudad de México, y yo, Sofía Rivas, me sentía en la cima del mundo, de la mano de Marco, heredero del imperio Soltec. Nuestro compromiso, la unión de su poder y mi visión, la presentación de "Comunidad Conectada" , mi aplicación que cambiaría el país.
Pero en un instante, mi mundo perfecto se hizo añicos cuando Marco, en lugar de brindarme su amor, anunció su compromiso... ¡con Valeria!, mi asistente, la inmigrante a la que acogí como una hermana.
La sala se sumió en un silencio atronador, solo roto por el estruendo de mi copa al caer.
Valeria, con una falsa dulzura, se unió a Marco en el escenario, y vi el brillo de triunfo en sus ojos.
Mi propia familia, mis amigos, se apartaron, el miedo a Marco más fuerte que cualquier lealtad.
Me humillaron públicamente, me despojaron de mi reputación y mi proyecto. Escuché a Marco ordenar el ataque DDoS contra "Comunidad Conectada", planeando mi destrucción profesional.
La traición me dejó en la lona, arruinada, pero no rota.
En el silencio de mi derrota, una nueva Sofía, implacable y astuta, prometió que si el sistema estaba corrupto, lo quemaría hasta los cimientos.
Esta no era una amenaza.
Era una promesa.
La hacker justiciera había nacido.
Y Marco y Soltec serían su primer objetivo. Mi Venganza, Mi Renacer
Urban romance El zumbido monótono del aire acondicionado no podía acallar mis propios gritos internos.
Después de dos días y dos noches suplicando, las palabras finalmente escaparon de mis labios resecos:
"Tía, por favor. Cancela la boda."
Mi tía Elena, la CEO de moda más importante del país, me analizaba con sus ojos afilados.
Yo creí que Carlos Torres, con su sonrisa encantadora, era mi príncipe azul.
Pero él me prometió el paraíso mientras excavaba mi tumba.
Recuerdo el metal frío contra mi piel, el olor a gasolina y su risa mezclada con la de Blanca Ruiz.
Me dejaron por muerta, arruinada y humillada.
Pero de alguna manera, desperté en mi cama, tres años antes de la tragedia, el día de mi compromiso oficial con él.
El terror era demasiado real, un veneno helado que corría por mis venas.
"Tía, quiero cumplir mi compromiso con la familia Delgado."
Mi tía frunció el ceño.
"¿Los Delgado? ¿Los productores de aguacate del norte? Fue una broma entre amigos."
"Para mí es real," dije con una firmeza que no sabía que poseía.
Mi vida anterior me enseñó que Ricardo Delgado era un hombre de honor.
Justo entonces, Carlos Torres irrumpió en la oficina, ignorándome por completo, hasta que sus ojos fríos se posaron en mí.
"Sofía. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Deberías estar en casa, preparándote para la fiesta de compromiso de esta noche."
Su voz, baja y amenazante, me paralizó de pánico.
"Se quedará conmigo," dijo mi tía, interponiéndose. "Ahora, si me disculpas, tenemos mucho de qué hablar."
Carlos se inclinó, su tono peligrosamente suave.
"Puedes esconderte detrás de tu tía todo lo que quieras, Sofía. Pero eres mía. Y harás lo que yo te diga."
Caí de rodillas, temblando incontrolablemente.
Esa misma noche, Carlos irrumpió en el penthouse.
"Te dije que vendría por ti," dijo con una calma que precedía a la tormenta.
"Ya no soy tu prometida," repliqué.
Él me agarró del brazo, con fuerza brutal.
"No vas a cancelar nada. Te lastimaré mucho más si sigues desafiándome."
Su mano se estrelló contra mi mejilla, enviándome al suelo.
Blanca Ruiz entró, fingiendo preocupación, y luego se llevó una mano al vientre, interrumpiendo todo.
"Oh… el bebé… creo que la tensión me está afectando."
Carlos, absorto en ella, me miró con una crueldad inhumana.
"¿Ves lo que provocas? Con tus estupideces, estás poniendo en riesgo a mi hijo."
"Ese hijo ni siquiera es tuyo, Carlos," solté, llena de un odio que no conocía.
En mi última vida, descubrí su engaño.
Él me agarró del pelo y me arrastró hasta una bodega oscura, sin ventanas.
"Te quedarás aquí hasta que aprendas a comportarte. Quizás un poco de tiempo a solas te ayude a recordar cuál es tu lugar."
La oscuridad era total.
El pánico se apoderó de mí, arañando mi garganta, asfixiándome.
"¡Carlos! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!"
Se rió.
"Oh, sí me atrevo, Sofía. Y cuando decida sacarte, rogarás por casarte conmigo."
La puerta se cerró con un golpe sordo, seguido por el sonido de la llave girando.
Me acurruqué en un rincón, temblando.
Estaba rota.
Las horas se desdibujaron, y el terror infantil de la oscuridad regresó.
Las sombras tomaron forma, susurrando mi nombre.
En medio de la locura, mis padres aparecieron en una luz cálida.
"Estamos aquí, mi niña. Todo está bien. Ven con nosotros."
Estiré mi mano para tocarlos.
Pero la puerta se abrió de golpe, y la voz de mi tía Elena rompió el hechizo.
"Sofía, por Dios, ¿qué está pasando? ¿Ese hombre te ha hecho algo?"
Las empleadas susurraron sobre Carlos y Blanca riendo, mientras yo me perdía en la oscuridad.
Una rabia fría y dura como el acero comenzó a gestarse en mí.
No volvería a ser su víctima.
"Tía," dije, mi voz aún débil pero firme. "Llama a los Delgado. Diles que acepto. Me casaré con Ricardo Delgado. Me iré al norte. Lo más lejos posible de aquí." Amor Roto, Venganza Fría
Urban romance Las luces del gran salón me bañaban, pero su calor no me alcanzaba.
Alejandro, el hombre que controlaba mi mundo, me soltó la mano en medio de la pista de baile, dejándome varada en el centro de todas las miradas.
Luego, apareció ella: Camila. Una versión más joven y brillante de mí, el "original" que Alejandro siempre había querido.
De ser su reina, me convertí en un prototipo desechable, una humillación pública que se selló cuando él la condujo de nuevo a mi pista, en mi lugar.
Fui arrastrada a una celda, acusada de un crimen que no cometí.
Incluso la muerte se cebó con mi última esperanza cuando Alejandro, el hombre que decía amarme, asesinó a mis padres en un acto de venganza demencial.
¿Cómo pudo ese amor convertirse en tal monstruosidad?
¿Era yo solo una suplente, un ensayo para su verdadero deseo?
Pero en el fondo de ese abismo, un fuego se encendió.
La desesperación se transformó en pura rabia, en una promesa helada.
El juego no había terminado.
Ahora, viviría para verlo arder.
Y no, no estoy sola en esto. La Esposa Olvidada Vuelve
Suspense El aire espeso del salón de fiestas de lujo se convirtió en el grito ahogado de mi hija, Camila, luchando por respirar.
Sus labios se tornaban azules, sus ojos, antes brillantes, ahora nublados por el pánico.
Un trozo de pastel de almendras, obra maestra de Andrea Torres, la nueva pareja de mi esposo y la mujer que me había robado todo, yacía a medio comer.
"¡Ayuda! ¡Mi hija no puede respirar!", imploré, mi voz rota por el terror.
Pero Ricardo, mi esposo, el padre de Camila, no vio a su hija asfixiarse. Me vio a mí.
"¡¿Qué le hiciste?!", espetó, su rostro marcado por una furia que solo yo conocía.
En un acto de humillación pública que se grabaría en mi alma, me arrastró por el cabello y hundió mi cara en el vómito agrio de mi propia hija.
"Límpialo. Ahora", ordenó, mientras la gente observaba, algunos horrorizados, nadie interviniendo.
Mientras yo lamía el suelo, una ambulancia se llevaba a mi pequeña, y Ricardo me lanzó su última advertencia: "Si le pasa algo a mi hija, te juro que te destruyo. Todo esto es tu culpa".
Los siguientes quince días fueron un infierno, noches de desvelo junto a la cama de Camila, mientras Ricardo y Andrea exhibían su "amor" en redes sociales, y yo me consumía con las etiquetas de "zorra negligente" y "mala madre".
"Ricardo Vargas", dije con una calma fría que no sabía que poseía. "Ya no quiero ser tu esposa."
No, no pedía permiso. Informaba. Pero él se negó, y su madre me siseó: "Eres una muerta de hambre que mi hijo recogió de la basura. Camila es una Vargas. Tú no eres nadie para llevártela".
Me fui con mi hija a un pequeño departamento prestado, creyendo que había escapado.
Pero entonces, Instagram me mostró la foto de Ricardo y Andrea en mi casa, formando su "familia", con Andrea etiquetándome para provocar: "@SofiaPerezOficial, espero que tú y Cami estén bien".
Camila me preguntó con su vocecita inocente: "¿Papá ya no nos quiere?".
En ese abrazo desesperado, la verdad me golpeó: Ricardo nunca nos había amado, solo fuimos un error en su vida perfecta.
Por última vez, obedecí una de sus órdenes, asistiendo a la gala de Andrea.
Allí, me enteré de la cruda verdad: mi matrimonio fue una trampa, un sacrificio para liberar a Andrea de un matrimonio forzado. Yo fui el chivo expiatorio en su farsa.
Ricardo me entregó una carta de disculpa, exigiendo que la leyera en voz alta, para limpiar su nombre y el de Andrea.
Pero la Sofía que había lamido el vómito y había sido humillada ya no existía.
"Claro", dije con una sonrisa serena. "Lo haré".
Con una calma aterradora, subí al escenario, lo hice firmar un documento sin leer, y leí cada palabra de esa humillante carta.
Luego, con la espalda recta, bajé. Dejé a mi hija en su auto alquilado y nos dirigimos al aeropuerto.
"Nos vamos lejos, mi amor", le susurré a Camila, "a un lugar donde nadie pueda volver a hacernos daño. A empezar de nuevo".
El avión despegó. Mi guerra había terminado. Y yo, por primera vez, había ganado. Matrimonio Por Contrato: Mi Decisión
Urban romance Nací en una jaula de oro, Ximena Rojas, la única heredera del imperio Textil Rojas.
Mi padre, inflexible, anunció mi destino: casarme con uno de los "muchachos", esos huérfanos que crió y que yo, tontamente, creía mis hermanos.
Mi corazón latía por Alejandro, el más carismático, hasta que lo escuché en el jardín, susurrando a otra mujer, Sofía: "Solo un poco más, en cuanto me case con esa tonta heredera y asegure el control, tú y yo tendremos el mundo a nuestros pies".
Cada palabra fue un golpe, yo era solo "un escalón, una herramienta".
El dolor me inundó, al ver el desprecio en los ojos del hombre al que amaba.
Las lágrimas querían brotar, pero se congelaron por una furia helada que nunca antes había sentido, transformándose en una claridad cegadora.
Si yo era una herramienta, entonces yo elegiría mis propias batallas, no sería el premio de consolación de nadie.
Marqué el número de mi asistente. "Laura, quiero que investigues a Ricardo Morales, el genio financiero que tuvo el accidente, el que quedó en silla de ruedas".
Su aliento se contuvo. "¿Está segura, señorita Ximena?".
"Completamente. Y quiero que le hagas llegar una propuesta de matrimonio de mi parte".
La Ximena ingenua había muerto, ahora las riendas de mi vida estaban por fin en mis manos. Mi bebé, su traición
Suspense Mi bebé, Leo, llegó a mis brazos, perfecto, ajeno al dolor de mi cuerpo postparto y a la distracción de mi esposo, Mateo, obsesionado con sus redes sociales.
Apenas Mateo se fue, una supuesta enfermera se llevó a mi hijo y mi mundo se derrumbó cuando regresé a una habitación vacía.
Pocos días después, un video horrible de mi "rescate" circuló por internet, convirtiéndome en el monstruo de la nación, abandonada por mi esposo y mi propia familia.
¿Cómo era posible que mi vida se destruyera tan rápido, y por qué mi ex-mejor amiga, Carolina, parecía disfrutar tanto de mi humillación?
Justo cuando creí haber encontrado refugio en Ricardo, el supuesto salvador, un secreto escalofriante reveló que todo, desde el secuestro hasta mi caída, fue un plan orquestado entre él, Mateo y Carolina para aniquilarme. Mi Dolor, Su Fortuna
Moderno Mi vieja motocicleta tosía con cada entrega, cada centavo iba para María, mi hija, que luchaba contra una enfermedad cardíaca.
Los médicos hablaban de una cirugía costosa, una fortuna que yo, Ricardo, un simple repartidor en la bulliciosa Ciudad de México, jamás podría reunir.
Mi esposa, Sofía, lloraba conmigo por las noches, repitiendo: "No tenemos dinero, Ricardo. No sé qué vamos a hacer" .
Yo le creía, vivía por ellas, sacrificando cada comida, cada descanso.
Hasta que un día, una entrega me llevó a Polanco, a un hotel de lujo donde el aire huele a dinero.
Ahí, desde las sombras, la vi bajar de un Mercedes reluciente, con un vestido rojo que no reconocí.
Era Sofía, mi Sofía, la que en casa decía no tener ni para un café.
Y no estaba sola: un hombre elegante, Alejandro, su exnovio, la besó.
Luego, la llevó a una joyería de lujo, donde sonreía de una manera que jamás me dedicó.
Vi cómo le compraba un reloj de doscientos cincuenta mil pesos a la hija de él, Camila.
Esa cifra me heló la sangre: la mitad de lo que costaba la vida de mi María.
Mi mundo se desmoronó, mi realidad se hizo trizas.
Todo había sido una farsa, una mentira cruel y gigante que se reía en mi cara.
Mientras mi hija luchaba en un hospital, su madre gastaba una fortuna en caprichos ajenos.
La rabia me ahogaba, una traición tan profunda que me destrozó el alma.
Y justo en ese instante, el destino me dio otra bofetada.
Alejandro, mientras yo yacía herido en el asfalto por su culpa, me humilló y llamó a Sofía, quien se rio de mi desgracia.
Cuando mi jefe me despidió por la queja de ese imbécil, lo supe: esto no se quedaría así.
Mi hija me miró con esos ojos inocentes, me consoló, sin saber la magnitud de la podredumbre que nos rodeaba.
Pero cuando vio la foto de su madre con su "nueva familia" en Six Flags, su pequeño corazón no lo soportó y colapsó.
Y mientras ella tosía con desesperación, susurró la pregunta que me rompió en mil pedazos: "¿Mamá ya no nos quiere?" .
Esa pregunta, te lo juro, encendió en mí la llama de una venganza que nadie podrá apagar.
"Vístete, María" , le dije con una calma terrorífica.
"Vamos a buscarla. Vamos a conseguir una respuesta" . La cicatriz de mi devoción
Urban romance Durante diez largos años, mi única pasión fue cuidar de Alejandro, siendo la arquitecta de su imperio inmobiliario en la bulliciosa Ciudad de México.
Fui su sombra, su estratega; incluso una vez, me interpuse entre él y una navaja, ganándome una cicatriz que él ignoró, pero que para mí era el sello de mi devoción.
Creí que mi amor y mis sacrificios serían recompensados cuando finalmente me propuso matrimonio, justo después de cerrar el trato más grande de su carrera.
Pero la noche de bodas, la que debía ser el inicio de nuestro "para siempre", se convirtió en mi infierno personal al encontrarlo en nuestra cama con Camila, su joven y supuestamente inocente sobrina.
La escena heló mi sangre, pero sus susurros fueron dagas: "Con Sofía como tapadera, por fin puedo amarte sin que nadie nos juzgue... sin que tu padre se oponga a que estés con tu tío".
Mi matrimonio, mi amor, mi vida entera, era una farsa: una elaborada mentira para encubrir una relación prohibida y, ahora lo sabía, incestuosa.
La "desaparición" de Camila, tras nuestra boda fallida, desató la furia de Alejandro, quien me culpó de todo, golpeándome brutalmente en el mismo lugar de mi antigua cicatriz.
Mientras agonizaba en el suelo, viendo a Alejandro delirar sobre Camila y desmayarse por su sobredosis, el dolor físico no era nada comparado con la devastación de mi alma.
¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Cómo pude entregarme a un hombre que me veía como un mero objeto, una "tapadera" para sus depravaciones?
"Alejandro," susurré mientras la oscuridad me envolvía. "Si hay otra vida... juro que nunca más te amaré."
Y entonces, la luz. Desperté en nuestra fiesta de compromiso, con Alejandro alzando su copa, anunciando nuestro compromiso.
Había regresado. Esta era mi segunda oportunidad. No para arreglar cosas con él, sino para salvarme a mí misma.
Sin dudarlo, marqué el número de su mayor rival.
"Ricardo," dije, mi voz firme. "Lo que me preguntaste la última vez que nos vimos en la conferencia… Sobre casarme contigo… acepto." Melodía Robada: Mi Corazón Destrozado
Moderno La melodía era mía, de mi alma, pero una vez más, en la pantalla Diego Solís, "El Prodigio", la cantaba como suya.
Mi teléfono vibraba sin parar, "Rico Mendoza, el ladrón de música, ataca de nuevo" , decían los mensajes que destrozaban mi nombre.
Mi novia, la famosa actriz Sofía Navarro, entró fingiendo preocupación: "Rico, ¿qué pasó? Diego acaba de lanzar una canción… es idéntica a la tuya" .
La disquera me exigía respuestas, mi voz sonaba desesperada, pero nadie me creía.
Los fanáticos de Diego, los "Prodigiosos", me gritaban ladrón en la calle, y pronto, Sofía empezó a distanciarse, diciendo que yo afectaba su carrera.
Mis padres, queriendo proteger mi nombre, gastaron una fortuna en abogados, pero Diego era un fantasma, no dejaba rastro.
Una noche, el odio se desbordó: los "Prodigiosos" incendiaron la casa de mis padres.
Recibí la llamada: "Sus padres… no lograron salir".
El mundo se derrumbó, perdí la conciencia, perdí la voluntad de vivir y, en mi desesperación, me entregué al vacío.
Pero entonces, una luz me cegó, un ruido ensordecedor, y abrí los ojos, jadeando.
Estaba en mi cama, en mi departamento, vivo.
Fue ese día, el mismo día en que Diego lanzó mi canción "Espejismo Eterno" en mi vida pasada.
El "Jefe" me llamó, su voz llena de anticipación por el lanzamiento, pero yo solo pude decir: "Tenemos que cancelar el lanzamiento".
Mi estómago se revolvió al ver la notificación en mi pantalla: "¡EXCLUSIVA! Diego 'El Prodigio' sorprende al mundo con su nuevo sencillo 'Espejismo Eterno' " .
Esta vez, con el conocimiento de mi vida pasada, sabía quiénes eran mis verdaderos enemigos y que esta vez, el juego cambiaría. El Sueño Robado y Mi Venganza
Romance "El Sueño" era mi vida.
Junto a Ricardo, construimos un imperio de la nada, un futuro que estábamos a punto de sellar en el altar.
Mi vestido de novia, mi obra maestra, representaba quince años de amor y dedicación.
Pero en un instante, todo se desvaneció.
Valeria, su ex, entró a mi taller, seguida por la hostil mirada de la madre de Ricardo.
Vi cómo su mano, con una crueldad helada, derramaba vino tinto sobre mi vestido, manchando no solo la seda, sino cada fibra de mi corazón.
"Ricardo siempre me amó a mí", espetó Valeria, mientras mi mundo se derrumbaba y él bajaba la cabeza, cobarde.
Luego, la madre de Ricardo sentenció: "Valeria es la mujer que te corresponde, no esta arribista".
Me acusaron, me despojaron de mi empresa, de mi identidad.
Me obligaron a convertirme en la asistente de Valeria, en mi propio reino.
"Diseña un nuevo vestido, uno digno de mí", se burló ella.
Sola, con el corazón destrozado, me aferré a la única reliquia que me quedaba: el amuleto de mi abuela.
Fui al cementerio, buscando consuelo, buscando una señal.
Entonces, sus voces, las mismas que me habían humillado, me alcanzaron.
Valeria, con una sonrisa cruel, me arrebató el amuleto y lo estampó en el suelo, rompiendo el último lazo con mi legado.
Pero justo en ese momento, una silueta elegante emergió de las sombras.
"Yo no lo llamaría inútil, querida", resonó la voz potente de mi abuela.
Mi abuela, Elena de la Torre, la leyenda, la que creí retirada.
Había estado observando, esperando.
"Han cometido un grave error", sentenció, y su voz ya no era la de una anciana, sino la de una reina.
¿El imperio que me robaron será recuperado?
¿O el precio será aún mayor de lo que imaginaron? La Sustituta del Vestido Rojo
Urban romance La música de la fiesta apenas existía para mí, aunque estaba en medio de todo, una extra en mi propia vida, llevaba un vestido rojo, un pequeño acto de rebeldía.
Pero cuando Mateo me vio, su rostro se transformó, y sus palabras heladas, "¡¿Qué demonios traes puesto?!", golpearon como un puñal.
"Te dije que no usaras rojo," sentenció, y su madre, Doña Elena, remató con una sonrisa de víbora: "Ella no es Ana."
Ahí estaba la verdad que me ahogaba: yo era la sustituta, la mujer sin apellido que solo servía para dar un heredero, jamás la esposa.
Sentí que el aire se me iba de los pulmones, la humillación quemaba, y por un instante, me pregunté si había algo de verdad en sus crueles palabras.
"Necesito un poco de aire," dije, soltándome de su agarre, y dejé atrás la farsa, porque algo en mí, por fin, se negaba a seguir viviendo así. Después de que me dejó, me convertí en su madrastra
Urban romance La tarde en que Ricardo regresó, el sol implacable bañaba los impecables jardines de la mansión Vargas, casi tan cegador como el traje de lino blanco que él vestía.
Un deportivo, escandaloso y ostentoso como su dueño, derrapó sobre la grava, soltando a una mujer pálida y frágil, aferrada a él como si su vida dependiera de ello: Camila Soto, la influencer desaparecida.
Los vi entrar por el ventanal, sin invitación, como si la casa aún les perteneciera, ignorando a una Lupe que intentaba detenerlos.
"Vengo a verla a ella," dijo él, su sonrisa torcida, esa misma sonrisa de hace tres años cuando me dejó plantada en el altar, diciendo que buscaba su «espíritu» en un rancho.
"Sofía," espetó, su voz cargada de una autoridad inexistente, "veo que sigues aquí, como una buena perra fiel esperando a su amo."
Luego, Ricardo se desplomó en el sofá de cuero de Alejandro, su padre, y dijo: "Hemos vuelto para quedarnos."
Mi corazón no tembló, solo una fría calma, la calma de quien espera una tormenta anunciada, porque sabía que él no era el rey, y yo ya no era la ingenua que él había abandonado.
Él no sabía que, con Alejandro, había encontrado dignidad, un hogar y un amor profundo que sanó las heridas de su traición.
Me di la vuelta para ir a la cocina, con sus miradas clavadas en mi espalda, pensando que yo seguía siendo la misma Sofía.
Pero justo en ese momento, una pequeña figura se lanzó hacia mí, riendo a carcajadas.
"¡Mami, te encontré!"
Un niño de dos años, con el cabello oscuro y los ojos brillantes de Alejandro, se abrazó a mi pierna, ajeno a la gélida tensión que se cernió sobre el salón.
"Mami," preguntó con su vocecita clara, "¿Quiénes son?" Traición y Tamales: Mi Venganza
Mafia El dulce aroma de los tamales, el sustento de mi vida, se adhería a mí, a mi ropa, a mi piel, a mi alma.
Cansada pero con el corazón lleno, regresaba a casa con Jorge, mi esposo, y Pedrito, nuestro hijo.
Pero al acercarme, una risa ajena a mi hogar me detuvo en seco: Esmeralda, mi «mejor amiga».
Pegada a la ventana, mi mundo se desmoronó con cada palabra que escuché.
"Cuando nos casemos, quiero una casa grande y que nadie sepa que vienes de… esto" , dijo Esmeralda.
«Una vez que nos deshagamos de Xochitl, todo será diferente», respondió Jorge, con una ambición helada en su voz.
Y luego, la voz de Pedrito, mi Pedrito, me apuñaló el alma: "Mi mamá Xochitl huele feo a masa, tú hueles a perfume caro, Esmeralda, quiero que tú seas mi mamá" .
Mi suegra, Doña Elvira, a quien consideraba una segunda madre, también se unió a la conspiración: "Haz lo que tengas que hacer, hijo, si es por tu bien y el de mi nieto" .
La traición era total, un golpe brutal que me dejó sin aire.
Era la misma pesadilla de una vida anterior, donde mi hijo "desapareció" y yo, destrozada, busqué a un fantasma mientras ellos construían su imperio sobre mis ruinas.
Pero esta vez, no sería así.
Las lágrimas de rabia se secaron, dejando paso a una fría determinación.
La vendedora de tamales había muerto esa tarde, y una nueva Xochitl, una guerrera, estaba lista para luchar. El Vientre Robado
Romance Isabela Rojas y Mateo Vargas, cinco años de casados, con un acuerdo inquebrantable: no tendrían hijos. Pero la llegada inesperada de dos gemelos adoptados, Leo y Luna, trajo una chispa de esperanza a Isabela, haciéndola soñar con la maternidad biológica.
Por ello, Isabela acudió a una clínica de fertilidad. Allí, el ginecólogo le reveló una verdad escalofriante: su útero había sido extirpado hace cinco años. El consentimiento para esa operación, disfrazada de "intervención menor" , lo había dado su propio esposo, Mateo.
Esa misma noche, oculta, Isabela escuchó a Mateo confesar: su útero había sido trasplantado a Valeria Montes, la hija de un socio, para que esta diera a luz a los verdaderos herederos de los Vargas. La supuesta enfermedad terminal de Valeria era una mentira. La vida de Isabela se convirtió en una tortura dentro de su propia casa, sufriendo humillaciones constantes y dos intentos de asesinato.
¿Cómo podía el hombre a quien amaba y en quien confiaba ciegamente haberla mutilado, traicionado de la manera más cruel imaginable y usado su cuerpo para sus propios fines retorcidos? La sorpresa se trocó en confusión, luego en dolor devastador y, finalmente, en una ira helada.
Consumida por la rabia y el deseo de venganza, Isabela dejó de ser una víctima. Contactó secretamente a un abogado y, reuniendo pruebas delictivas y videos incriminatorios, se preparó para destrozar el imperio de mentiras de Mateo. La guerra acababa de empezar. El Hilo del Destino Que Tejo
Moderno Durante diez años, mi vida en la suntuosa hacienda de Mateo fue una existencia opulenta, pero vacía, marcada por la indiferencia y el desprecio disimulado.
En la fiesta de dieciocho años de su hermana Sofía, la niña que crié, la nueva amante de Mateo, Valentina, me ofreció un "té de hierbas" con una sonrisa fría y calculada.
Minutos después, un dolor desgarrador me consumió desde el vientre; la sangre que corrió por mis piernas confirmó mi peor temor: me habían envenenado para provocar un aborto y así, en mi agonía, me forzaron a firmar los papeles del divorcio.
En el gélido suelo de mármol, Sofía, la misma a quien acuné, me escupió que una "mujer de pueblo" como yo nunca mereció su apellido ni darle un heredero a Mateo, y la traición superó cualquier dolor físico.
Pero mientras firmaba, mi mano no tembló; con el morral de mi abuela y la promesa de una deuda pagada, me levanté decidida a reconstruir mi vida en la tierra que me vio nacer, transformando mi dolor en la fuerza para un nuevo y auténtico comienzo.
Mi partida fue el primer hilo de una trama de resistencia, empoderamiento y revelaciones que sacudirían los cimientos de quienes creyeron haberme quebrado.