DANNA DAVE
- Señorita Dave, ¿podemos empezar a tirar los pétalos de rosa? – Escuché la voz del copiloto en el auricular que cubría mis oídos.
- Sí. – respondí ansiosamente.
Al confirmarlo, los otros dos tripulantes comenzaron a tirar los pétalos naturales que estaban organizados en bolsas de pura seda, provocando que una lluvia de pétalos rojos cayera sobre la casa de Jax Gatti, mi profesor de Bellas Artes en la Facultad de Bellas Artes. .
Sonreí satisfecho desde lo alto del helicóptero cuando noté que la gente salía de sus pequeñas y sencillas casas, completamente impresionadas por la escena.
- ¿Podemos acercarnos? – Pregunté por el micrófono, mientras mis ojos se posaban en el piloto que iba delante, quien se giró brevemente hacia mí.
- No, señorita Dave. Más cerca que esto no es seguro.
- Necesito ver mejor la reacción de... La persona que está dentro de la casa. – le expliqué.
- No hay manera, señorita.
- ¡Por supuesto que sí! – Impugné – Pago el doble de lo acordado. – propuse.
- ¡No es seguro! – El copiloto miró al piloto interviniendo en la conversación.
- Exijo que me acerquen a la casa. – Hablé claramente.
- No podemos hacer esto, señorita Dave.
Resoplé, seguro de que no se acercarían más, ni por todo el dinero del mundo. Odiaba a la gente en general ... Pero la gente que era ética y tenía sentido de responsabilidad me repugnaba. Aquellos que no son “comprables” entonces... Podrían extinguirse del mundo.
Cuando vacié la tercera bolsa y miré el techo rojo de pétalos así como parte del patio y la calle donde vivía Jax, pensé que podría haber invertido en más pétalos.
Finalmente, cuando vi que había hecho un verdadero espectáculo y llamado la atención de todos en el barrio de clase media baja donde vivía el hombre, quedé satisfecho y ordené al piloto que me llevara de regreso a la base.
Mientras subía a la limusina, llamé al concesionario:
- ¡Hola! Soy Danna Dave.
- Oh, señora Dave. Espera un segundo, le paso la llamada a nuestro gerente.
- Date prisa, por favor, que no tengo tiempo que perder. – Puse los ojos en blanco, aburrido.
Tan pronto como el gerente respondió, dijo:
- Señorita Dave, ya lo hemos arreglado todo.
- ¿Casi dos minutos para que alguien te traiga el teléfono? – Me quedé incrédulo – ¿Alguna vez has oído hablar de una extensión o línea directa?
- Ah, sí... Lamento haberle hecho perder su valioso tiempo, señorita Dave, pero estamos arreglando la línea mediante extensiones. ¿Quieres mi celular para facilitar nuestra comunicación la próxima vez?
- ¿La próxima vez? – Me reí – ¿De verdad crees que haré negocios contigo la próxima vez? Dos minutos de mi tiempo esperando a que alguien cogiera el teléfono... Esto es lo más absurdo que he visto en mi vida.
- Le pido humildemente disculpas, señorita. Y aprovecho para asegurar que el coche ya ha sido entregado en la dirección solicitada, con el lazo grande y la tarjeta.
- ¿Quién lo recibió?
- Una mujer.
- ¿Le entregaron la tarjeta en mano?
- Sí, según lo solicitado.
- ¡Excelente!
- Pero tenemos un problema, señorita Dave...
- ¿Un problema? – Levanté una ceja, furiosa – No trabajo con problemas.
- La mujer nos dijo que recogiéramos el coche y lo trajéramos. Esto fue minutos después del parto.
Me reí, pensando que era perfecto. Entonces pregunté: