El Secreto del Vino de Oro

El Secreto del Vino de Oro

Gavin

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Ganaba el premio "Vino de Oro", la bodega que construí con mis manos y mente durante cinco años de esfuerzo. Pero la élite del vino español solo veía a Mateo, el inmigrante boliviano, el "arribista" que tuvo la suerte de casarse con la heredera Mendoza. La música se detuvo abruptamente. Mi esposa, Sofía, entró del brazo de su amor de juventud, Álvaro, con una mano protectora sobre su visiblemente embarazado vientre. Ante todos, me arrebató el micrófono y con una sonrisa cruel anunció mi divorcio y mi despido inmediato, declarando que un "simple inmigrante" como yo ya no servía más. Las risas y los murmullos de desprecio fueron un veneno, apuñalándome con cada palabra. Sofía me ofreció un "generoso" finiquito de 20.000 euros, y Álvaro, su cómplice, reveló que yo nunca tuve un contrato formal, que solo fui "parte del mobiliario." Uno a uno, aquellos a quienes había rescatado y ayudado, desviaron la mirada, la lealtad era una farsa en este mundo. La ira me quemaba por dentro, pero mantuve una calma gélida; esta humillación era necesaria, era parte de "el plan." Luego, Sofía me extendió los papeles de divorcio, una renuncia total a todo, asegurando mi ruina y pidiéndome que me largara. Ante la mirada atónita de todos, con una caligrafía firme y clara, firmé, aceptando aparentemente mi derrota. "Ya está," dije, devolviéndole la carpeta a mi exultante esposa. Pero no me moví. Lentamente, me giré hacia Don Carlos, el patriarca de los Mendoza, quien me observaba con una intensidad que nadie más podía comprender. En el silencio absoluto del salón, mi voz resonó clara y fuerte: "Padre, creo que es el momento de explicar la verdad."

Introducción

Ganaba el premio "Vino de Oro", la bodega que construí con mis manos y mente durante cinco años de esfuerzo.

Pero la élite del vino español solo veía a Mateo, el inmigrante boliviano, el "arribista" que tuvo la suerte de casarse con la heredera Mendoza.

La música se detuvo abruptamente.

Mi esposa, Sofía, entró del brazo de su amor de juventud, Álvaro, con una mano protectora sobre su visiblemente embarazado vientre.

Ante todos, me arrebató el micrófono y con una sonrisa cruel anunció mi divorcio y mi despido inmediato, declarando que un "simple inmigrante" como yo ya no servía más.

Las risas y los murmullos de desprecio fueron un veneno, apuñalándome con cada palabra.

Sofía me ofreció un "generoso" finiquito de 20.000 euros, y Álvaro, su cómplice, reveló que yo nunca tuve un contrato formal, que solo fui "parte del mobiliario."

Uno a uno, aquellos a quienes había rescatado y ayudado, desviaron la mirada, la lealtad era una farsa en este mundo.

La ira me quemaba por dentro, pero mantuve una calma gélida; esta humillación era necesaria, era parte de "el plan."

Luego, Sofía me extendió los papeles de divorcio, una renuncia total a todo, asegurando mi ruina y pidiéndome que me largara.

Ante la mirada atónita de todos, con una caligrafía firme y clara, firmé, aceptando aparentemente mi derrota.

"Ya está," dije, devolviéndole la carpeta a mi exultante esposa.

Pero no me moví.

Lentamente, me giré hacia Don Carlos, el patriarca de los Mendoza, quien me observaba con una intensidad que nadie más podía comprender.

En el silencio absoluto del salón, mi voz resonó clara y fuerte: "Padre, creo que es el momento de explicar la verdad."

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Tentu, saya akan menambahkan POV (Point of View) ke setiap bab sesuai dengan permintaan Anda, tanpa mengubah format atau konten lainnya. Gabriela POV: Durante cinco años crié al hijo de mi esposo como si fuera mío, pero cuando su ex regresó, el niño me gritó que me odiaba y que prefería a su "tía Estrella". Leandro me dejó tirada y sangrando en un estacionamiento tras un accidente, solo para correr a consolar a su amante por un fingido dolor de cabeza. Entendí que mi tiempo había acabado, así que firmé la renuncia total a la custodia y desaparecí de sus vidas para siempre. Para salvar la imprenta de mi padre, acepté ser la esposa por contrato del magnate Leandro Angulo. Fui su sombra, la madre sustituta perfecta para Yeray y la esposa invisible que mantenía su mansión en orden. Pero bastó que Estrella, la actriz que lo abandonó años atrás, chasqueara los dedos para que ellos me borraran del mapa. Me humillaron en público, me despreciaron en mi propia casa y me hicieron sentir que mis cinco años de amor no valían nada. Incluso cuando Estrella me empujó por las escaleras, Leandro solo tuvo ojos para ella. Harta de ser el sacrificio, les dejé los papeles firmados y me marché sin mirar atrás. Años después, cuando me convertí en una autora famosa y feliz, Leandro vino a suplicar perdón de rodillas. Fue entonces cuando descubrió la verdad que lo destrozaría: nuestro matrimonio nunca fue legal y yo ya no le pertenecía.

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