Resiliencia: El Vino de Sofía

Resiliencia: El Vino de Sofía

Gavin

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Soy Sofía Reyes, la enóloga detrás de cada premiada botella de la bodega de mi esposo Mateo. Mientras él, carismático y elocuente, acaparaba los aplausos como el rostro público, yo era el alma secreta, la genio detrás de cada sorbo. Esta noche, en el lanzamiento de nuestro "Gran Reserva", sostenía una copa de cinco años de mi vida. Pero cuando Mateo anunció el vino como "Legado de Mateo", no "Nuestro Legado", mi corazón se detuvo. Luego, levantó su copa hacia Isabel, nuestra joven directora de marketing, atribuyéndole la visión innovadora. La mirada entre ellos, esa complicidad de futuros compartidos, me golpeó como un rayo. Era la misma traición fría y calculadora que había aprendido a leer en los ojos de mi padre antes de la violencia. Mi don, mi maldición, nunca me fallaba. En ese instante, el mundo se desmoronó. Dejé la copa y salí sin que nadie notara mi ausencia. La misma noche, cancelé nuestro tratamiento de fertilidad y pedí a mi abogado iniciar los trámites de divorcio. Mateo me recibió con furia, acusándome de arruinar su noche, y luego me ofreció un cava barato, un insulto a mi arte. "No era una simple mirada", le dije, mi voz helada. "Fue una confirmación". ¿Cómo pudo Mateo despojarme así de mi identidad y mi futuro? ¿Creía que podía pisotear mi alma sin consecuencias? Con los papeles de divorcio en mano, y el sabor amargo de su traición, hice la llamada que lo cambiaría todo. "Javier, ¿tu oferta sigue en pie?" Ahora, le mostraría lo que realmente significaba "El Legado de Sofía".

Introducción

Soy Sofía Reyes, la enóloga detrás de cada premiada botella de la bodega de mi esposo Mateo.

Mientras él, carismático y elocuente, acaparaba los aplausos como el rostro público, yo era el alma secreta, la genio detrás de cada sorbo.

Esta noche, en el lanzamiento de nuestro "Gran Reserva", sostenía una copa de cinco años de mi vida.

Pero cuando Mateo anunció el vino como "Legado de Mateo", no "Nuestro Legado", mi corazón se detuvo.

Luego, levantó su copa hacia Isabel, nuestra joven directora de marketing, atribuyéndole la visión innovadora.

La mirada entre ellos, esa complicidad de futuros compartidos, me golpeó como un rayo.

Era la misma traición fría y calculadora que había aprendido a leer en los ojos de mi padre antes de la violencia.

Mi don, mi maldición, nunca me fallaba.

En ese instante, el mundo se desmoronó.

Dejé la copa y salí sin que nadie notara mi ausencia.

La misma noche, cancelé nuestro tratamiento de fertilidad y pedí a mi abogado iniciar los trámites de divorcio.

Mateo me recibió con furia, acusándome de arruinar su noche, y luego me ofreció un cava barato, un insulto a mi arte.

"No era una simple mirada", le dije, mi voz helada.

"Fue una confirmación".

¿Cómo pudo Mateo despojarme así de mi identidad y mi futuro?

¿Creía que podía pisotear mi alma sin consecuencias?

Con los papeles de divorcio en mano, y el sabor amargo de su traición, hice la llamada que lo cambiaría todo.

"Javier, ¿tu oferta sigue en pie?"

Ahora, le mostraría lo que realmente significaba "El Legado de Sofía".

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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