La Esposa Invisible: Ahora Mírame Brillarr

La Esposa Invisible: Ahora Mírame Brillarr

Gavin

5.0
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Capítulo

Durante doce años, oculté mi fortuna y mi linaje, la poderosa familia Salazar, para convertirme en la esposa perfecta de Mateo Hewitt. Le di mi amor incondicional, mi apoyo, y en secreto, los cimientos de su imperio, creyendo que construíamos un futuro juntos desde nuestro modesto piso en Logroño. Pero en nuestro duodécimo aniversario de bodas, llegó la traición: Mateo entró oliendo al perfume de otra mujer, su asistente Isabel Riley, con una caja de puros cubanos, no flores para mí. Miró con desdén la cena sencilla que preparé, solo para que yo le mostrara una foto de él y su amante, unida a la ecografía de un embarazo de tres meses que ella me envió. Él me insultó, llamó "estéril" y "mueble", e incluso defendió a Isabel por recibir nuestras joyas de familia. La humillación se volvió insoportable cuando, en una gala, Mateo rompió un collar de esmeraldas que era una reliquia Salazar, un regalo de mi abuela, y casi con orgullo me lo arrojó a los pies. Su madre, a quien salvé, me escupió odio por su ruina. ¿Cómo pudo el hombre al que di todo, por quien me arrodillé ante mi padre, por quien abandoné mis sueños, convertirme en un fantasma en mi propia casa? ¿Por qué me trató como basura mientras construía su éxito sobre mis sacrificios y los de mi familia? Con el corazón destrozado y la ira ardiendo, llamé a mi equipo. "Quiero el divorcio," le dije. "Y te juro, Mateo Hewitt, que te dejaré sin absolutamente nada." La verdadera Sofía Salazar acababa de despertar, y su sed de venganza no conocía límites.

Introducción

Durante doce años, oculté mi fortuna y mi linaje, la poderosa familia Salazar, para convertirme en la esposa perfecta de Mateo Hewitt.

Le di mi amor incondicional, mi apoyo, y en secreto, los cimientos de su imperio, creyendo que construíamos un futuro juntos desde nuestro modesto piso en Logroño.

Pero en nuestro duodécimo aniversario de bodas, llegó la traición: Mateo entró oliendo al perfume de otra mujer, su asistente Isabel Riley, con una caja de puros cubanos, no flores para mí.

Miró con desdén la cena sencilla que preparé, solo para que yo le mostrara una foto de él y su amante, unida a la ecografía de un embarazo de tres meses que ella me envió.

Él me insultó, llamó "estéril" y "mueble", e incluso defendió a Isabel por recibir nuestras joyas de familia.

La humillación se volvió insoportable cuando, en una gala, Mateo rompió un collar de esmeraldas que era una reliquia Salazar, un regalo de mi abuela, y casi con orgullo me lo arrojó a los pies. Su madre, a quien salvé, me escupió odio por su ruina.

¿Cómo pudo el hombre al que di todo, por quien me arrodillé ante mi padre, por quien abandoné mis sueños, convertirme en un fantasma en mi propia casa? ¿Por qué me trató como basura mientras construía su éxito sobre mis sacrificios y los de mi familia?

Con el corazón destrozado y la ira ardiendo, llamé a mi equipo. "Quiero el divorcio," le dije. "Y te juro, Mateo Hewitt, que te dejaré sin absolutamente nada." La verdadera Sofía Salazar acababa de despertar, y su sed de venganza no conocía límites.

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5.0

El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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