La Reina del Vino: Una Venganza Perfecta

La Reina del Vino: Una Venganza Perfecta

Gavin

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Diez años. Diez años fui la sombra de Mateo, la sirvienta silenciosa de su hacienda andaluza. Pero esa noche, por primera vez, dejó un vestido rojo en mi cuarto y encendió una chispa de estúpida esperanza. La fiesta empezó, llena de música y risas, y yo, en un rincón invisible, servía vino. Entonces la vi a ella, Sofía, su amante, y toda mi esperanza se convirtió en ceniza, especialmente cuando "tropezó" y derramó jerez sobre mi vestido. Pero el verdadero horror llegó cuando Mateo me arrastró a una sala secreta, delante de diez hombres con miradas depredadoras. "El premio de esta noche... es ella", dijo con una sonrisa de demonio, señalándome. De repente, en la pantalla, aparecieron imágenes de mi humillación más profunda: las cicatrices que él y Sofía habían marcado en mi piel. La palabra "Impura" se proyectaba junto a mi cuerpo; fui subastada, mi linaje y mi honor arrastrados por el fango. ¿Cómo podía la nieta de "El Fénix", el héroe nacional, ser tratada como un pedazo de carne, su dolor un espectáculo público? ¿Era este el final de una década de silenciosa devoción, la recompensa por una vida salvada con un trozo de pan seco? Justo cuando mi mente se rompía, una voz cortó el silencio: "Un millón de euros". Javier, el chico de la hacienda vecina que nunca olvidé, apareció en el umbral, su furia helada una promesa de liberación. Me sacó de allí, de las cenizas de mi vida, y me prometió un futuro donde mi nombre significaría renacimiento y venganza. Ahora, Isabella, experta en vinos, estoy lista para desmantelar el imperio de Jerez que me esclavizó.

Introducción

Diez años.

Diez años fui la sombra de Mateo, la sirvienta silenciosa de su hacienda andaluza.

Pero esa noche, por primera vez, dejó un vestido rojo en mi cuarto y encendió una chispa de estúpida esperanza.

La fiesta empezó, llena de música y risas, y yo, en un rincón invisible, servía vino.

Entonces la vi a ella, Sofía, su amante, y toda mi esperanza se convirtió en ceniza, especialmente cuando "tropezó" y derramó jerez sobre mi vestido.

Pero el verdadero horror llegó cuando Mateo me arrastró a una sala secreta, delante de diez hombres con miradas depredadoras.

"El premio de esta noche... es ella", dijo con una sonrisa de demonio, señalándome.

De repente, en la pantalla, aparecieron imágenes de mi humillación más profunda: las cicatrices que él y Sofía habían marcado en mi piel.

La palabra "Impura" se proyectaba junto a mi cuerpo; fui subastada, mi linaje y mi honor arrastrados por el fango.

¿Cómo podía la nieta de "El Fénix", el héroe nacional, ser tratada como un pedazo de carne, su dolor un espectáculo público?

¿Era este el final de una década de silenciosa devoción, la recompensa por una vida salvada con un trozo de pan seco?

Justo cuando mi mente se rompía, una voz cortó el silencio: "Un millón de euros".

Javier, el chico de la hacienda vecina que nunca olvidé, apareció en el umbral, su furia helada una promesa de liberación.

Me sacó de allí, de las cenizas de mi vida, y me prometió un futuro donde mi nombre significaría renacimiento y venganza.

Ahora, Isabella, experta en vinos, estoy lista para desmantelar el imperio de Jerez que me esclavizó.

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