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Venganza de La Esposa Despreciada

Venganza de La Esposa Despreciada

Gavin

5.0
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11
Capítulo

Llevaba cinco años casada con Mateo, un arquitecto exitoso que me eligió a mí, una simple panadera. Mi vientre, ahora de ocho meses, era el testimonio de un milagro, la culminación de años de tratamientos y de nuestro amor. Hoy era su cumpleaños y horneaba su pastel favorito, el de tres leches, lista para darle una sorpresa. Encendí el monitor de bebés para saber el momento exacto en que él terminaría su llamada de trabajo. Pero la voz que escuché no era de negocios, era la de su socio: "¿Cuándo le vas a decir a la panadera que el bollo que tiene en el horno no es suyo?". La risa de Mateo llenó el altavoz: "Es épico. La tienes creyendo que es infértil durante cinco años, metiéndole pastillas en su té, y ahora la usas de incubadora para tu verdadera reina, Camila". Mi mano soltó el cuchillo, que cayó con un estruendo metálico sobre el mármol, rompiendo mi corazón. ¿Cinco años creyendo que era yo la defectuosa? ¿Mi vientre, mi bebé, era solo un engaño, un medio para un fin depravado? El té amargo que me daba cada noche. Las fotos que tomaban de mi cuerpo mientras dormía. La humillación pública en la fiesta de cumpleaños de su amante, donde un "cóctel sin alcohol" provocó una hemorragia y la pérdida de mi hijo. Ellos creyeron que me habían destruido, pero solo lograron despertar a un monstruo. Mi venganza comenzó en ese instante, fría, calculadora y letal. Iban a pagar por cada lágrima, cada humillación, por la vida de mi bebé.

Introducción

Llevaba cinco años casada con Mateo, un arquitecto exitoso que me eligió a mí, una simple panadera.

Mi vientre, ahora de ocho meses, era el testimonio de un milagro, la culminación de años de tratamientos y de nuestro amor.

Hoy era su cumpleaños y horneaba su pastel favorito, el de tres leches, lista para darle una sorpresa.

Encendí el monitor de bebés para saber el momento exacto en que él terminaría su llamada de trabajo.

Pero la voz que escuché no era de negocios, era la de su socio: "¿Cuándo le vas a decir a la panadera que el bollo que tiene en el horno no es suyo?".

La risa de Mateo llenó el altavoz: "Es épico. La tienes creyendo que es infértil durante cinco años, metiéndole pastillas en su té, y ahora la usas de incubadora para tu verdadera reina, Camila".

Mi mano soltó el cuchillo, que cayó con un estruendo metálico sobre el mármol, rompiendo mi corazón.

¿Cinco años creyendo que era yo la defectuosa? ¿Mi vientre, mi bebé, era solo un engaño, un medio para un fin depravado?

El té amargo que me daba cada noche. Las fotos que tomaban de mi cuerpo mientras dormía.

La humillación pública en la fiesta de cumpleaños de su amante, donde un "cóctel sin alcohol" provocó una hemorragia y la pérdida de mi hijo.

Ellos creyeron que me habían destruido, pero solo lograron despertar a un monstruo.

Mi venganza comenzó en ese instante, fría, calculadora y letal.

Iban a pagar por cada lágrima, cada humillación, por la vida de mi bebé.

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Me despidieron. Máximo Castillo, el hombre que amaba y mi jefe secreto, me entregó una caja de cartón con una falsa compasión. La filtración de planos de un proyecto vital, culparme a mí, la "chivo expiatorio perfecta", fue solo una excusa barata. Él necesitaba librarse de mí para su "verdadero amor", Sofía Ramírez, la heredera que acababa de regresar. Mientras salía del edificio, los vi: Máximo, abriendo con ternura la puerta del coche para Sofía. Una ternura que nunca me había mostrado a mí, su amante de tres años. La misma mañana, tras pasar la noche sola esperándolo, Máximo regresó, frío y distante. "Estaba con Sofía," declaró, "solo eres un hermoso adorno". Ese adorno, yo, Lina, acababa de ser diagnosticada con un glioblastoma en fase avanzada. ¿Un adorno moribundo? La humillación no había terminado: la mejor amiga de Sofía, Valeria Reyes, me atacó brutalmente en público, revelando mis mensajes privados a Máximo antes de empujarme y dejarme inconsciente. Desperté en el hospital, y Máximo no se preocupó por mi dolor, solo por proteger a Sofía. Me llamó "malcriada" por no aceptar las disculpas falsas de quien me agredió. En ese momento, mi corazón, aunque ya roto, se hizo pedazos. ¿Cómo pudo tratarme así, después de todo? ¿Realmente era tan ciega su indiferencia? Una verdad fría me golpeó: no era solo un despido, no era solo un abandono, era una aniquilación sistemática de mi existencia. Pero no me iría en silencio. No lucharía por vivir si no podía luchar por justicia. Con una sentencia de muerte en mis manos y el apoyo de mi único amigo, el Dr. Leon Chávez, trazé un plan. Un plan para que cada uno de ellos pagara, y comenzaría con la boda de Valeria. Este era solo el principio de mi venganza.

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Mi vida giraba en torno al flamenco, el legado de mi madre, Elena Vargas, hasta que su muerte trajo a Sofía y a su madre a casa, convirtiendo mi hogar en un campo de minas. Para protegerme de aquel ambiente hostil, contraté a Alejandro Gallardo, "El Halcón", un guardaespaldas implacable que prometía lealtad. La pesadilla comenzó cuando Sofía rompió el abanico de mi madre, mi último recuerdo, y tras humillarla públicamente, los hombres de Alejandro me secuestraron. En un cortijo abandonado, mi supuesto protector ordenó destrozarme los tobillos y las muñecas con una fusta, acabando con mi futuro como bailaora. El dolor físico era insoportable, pero la verdad de la traición me aplastó: el teléfono para pedir ayuda estaba sin batería y sin SIM, una burla cruel orquestada por él. Mis gritos en la bodega, donde me encerró días sabiendo mi claustrofobia, fueron ignorados mientras mi padre y mi hermano, Mateo, me daban la espalda, eligiendo a mis verdugos. Cegada por la desesperación, me preguntaba cómo pude amar al monstruo que había acogido en mi casa, al hombre que convirtió mi vida en un infierno, quitándome todo lo que valoraba. La esperanza se volvió ceniza, dejándome con un vacío inmenso y un único deseo: la muerte, mi única escapatoria de su control y la crueldad de mi falsa familia. Pero la humillación final encendió una nueva fuerza en mí: en la fiesta de cumpleaños de Sofía, aunque lisiada y con el cuerpo roto, desvelé su farsa y la barbarie de Alejandro ante todos. Con un grito y un acto de autoflagelación, expuse sus crímenes y el vídeo de cómo mi madrastra incitó la muerte de mi madre, rompiendo oficialmente lazos con la familia Montoya. Ahora, aunque marcada por la batalla, había elegido vivir y vengarme, buscando un nuevo camino y una verdadera protección junto a Javier Crespo.

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