El verano que me cayo en infierno

El verano que me cayo en infierno

Gavin

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Mi vida pasada fue una pesadilla de traición y ruina. A los dieciocho, creí que el falso cortejo de Mateo y Lucas, orquestado por la manipuladora Carla, era amor. En realidad, fue el inicio de una humillación que me llevó a la pérdida de mi futuro, a ser acusada de plagio, al abandono tras la muerte de mis padres y, finalmente, a una muerte solitaria en la miseria. Pero, ¿qué pasa cuando se te concede una segunda oportunidad? De vuelta al verano trágico, con la piel sin las marcas del sufrimiento, sabía que mi destino podía cambiar. Sin embargo, ellos intentaron repetir la historia: sus falsas promesas, la traición en mi propia fiesta, incluso el intento de ahogarme en Ibiza, o el ataque brutal en Valencia que sus familias silenciaron con dinero y poder. Me di cuenta de que la justicia no vendría por las vías legales cuando la corrupción era tan profunda. La ira y la injusticia por todo lo que me hicieron era un fuego frío en mi interior. ¿Cómo se atrevían a pensar que podían seguir controlando mi vida? ¿Creían que sus imperios eran intocables? La verdad de su vileza me golpeó con fuerza. No. Esta vez no sería la víctima. Con la memoria de una vida entera de dolor y el conocimiento de sus verdaderos rostros, el juego ha cambiado. Regresé, no para jugar según sus reglas, sino para reescribir la partida por completo. Esta vez, yo pongo las reglas para destruir a quienes me destruyeron, de una forma que ni el dinero ni el poder de sus familias podrán detener.

Introducción

Mi vida pasada fue una pesadilla de traición y ruina.

A los dieciocho, creí que el falso cortejo de Mateo y Lucas, orquestado por la manipuladora Carla, era amor.

En realidad, fue el inicio de una humillación que me llevó a la pérdida de mi futuro, a ser acusada de plagio, al abandono tras la muerte de mis padres y, finalmente, a una muerte solitaria en la miseria.

Pero, ¿qué pasa cuando se te concede una segunda oportunidad?

De vuelta al verano trágico, con la piel sin las marcas del sufrimiento, sabía que mi destino podía cambiar.

Sin embargo, ellos intentaron repetir la historia: sus falsas promesas, la traición en mi propia fiesta, incluso el intento de ahogarme en Ibiza, o el ataque brutal en Valencia que sus familias silenciaron con dinero y poder.

Me di cuenta de que la justicia no vendría por las vías legales cuando la corrupción era tan profunda.

La ira y la injusticia por todo lo que me hicieron era un fuego frío en mi interior.

¿Cómo se atrevían a pensar que podían seguir controlando mi vida?

¿Creían que sus imperios eran intocables?

La verdad de su vileza me golpeó con fuerza.

No. Esta vez no sería la víctima.

Con la memoria de una vida entera de dolor y el conocimiento de sus verdaderos rostros, el juego ha cambiado.

Regresé, no para jugar según sus reglas, sino para reescribir la partida por completo.

Esta vez, yo pongo las reglas para destruir a quienes me destruyeron, de una forma que ni el dinero ni el poder de sus familias podrán detener.

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Introducción Me desperté en mi propia cama, el sol de La Rioja se filtraba suavemente por las persianas de mi habitación. Por un momento, el familiar aroma a madera vieja de la bodega llenó el aire, y todo pareció extrañamente normal. Pero entonces, un escalofrío glaciar me recorrió, no del frío, sino de un recuerdo que me heló hasta el alma. Era la vívida pesadilla de estar atrapada en un cuerpo diminuto y peludo, ladrando desesperadamente sin que nadie entendiera mis gritos. El recuerdo pavoroso de ver mi propio rostro, o el cuerpo que una vez fue mío, sonriendo mientras el veterinario inyectaba la letal dosis en una fría y maloliente perrera. Vi a Carmen, la esposa de mi hermanastro, habitar mi cuerpo, celebrando mi muerte con una copa de nuestro mejor reserva. A su lado, mis cómplices: mi prometido, Javier, y mi hermanastro Mateo. Habían intercambiado nuestras almas, todo por la herencia y la bodega familiar que mi padre me había destinado. Fui traicionada por los que más amaba, robada de mi vida y condenada a la agonía de un animal doméstico. La injusticia me quemaba, la crueldad de su plan era simplemente inconcebible. Miré mis manos, eran mis propias manos, no las patas de un cachorro. Toqué mi piel, era la mía, no el pelaje blanco y rizado de un Bichón Frisé. Había renacido. Estaba de vuelta. En el día de mi compromiso, el día exacto en que todo había comenzado. Esta vez, armada con la desgarradora memoria de mi muerte y una sed insaciable de justicia, ellos no tendrían escapatoria.

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