Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El réquiem de un corazón roto
Destinada a mi gran cuñado
El día afuera de aquel edificio lleno de apartamentos se encontraba particularmente bonito, las nubes se encontraban tapando el sol de manera leve sin indicios de que fuese a llover como los días anteriores; las personas parecían disfrutar incluso de la suave brisa que soplaba por las calles por las que paseaban, todos excepto aquel omega pelirrojo que se encontraba afuera de su casa como todos los días, exhibiendo sus pinturas a todos los transeúntes del lugar, algunas de sus pinturas eran paisajes naturales, flores en jarrones, ojos que de animales viendo a través de los arbustos, fondos de
algunas tiendas que le habían gustado lo suficiente como para mantenerlas en un cuadro, criaturas mitológicas y animales en su habitad natural, algunas de esas eran las que las personas solían comprarle mientras que las otras pinturas que solía hacer cada dos o tres días eran las más criticadas y temidas por las personas, más por los pequeños niños o al menos algunos de ellos.
Y es que desde hacía un año que Alan venía soñando con escenarios demasiado fuertes para alguien como él, todos los sueños se trataban de un asesino que capturaba solamente omegas, los torturaba y luego los mataba vilmente, arrancándole los ojos para su colección personal y por desgracia, en su sueño podía verlo todo con lujo de detalles como si estuviera siendo él mismo el que hacía todas aquellas atrocidades. Y para mucha más desgracia, no tenía a quién compartirle dichos sueños y no era lo suficientemente valiente como para buscar ayuda psicológica, así que prefería contarle todos esos sueños y detalles a sus lienzos, ya que, cuando él plasmaba el retrato de los omegas luego de haber sido asesinados entre pinturas, los sueños se detenían por un corto período de tiempo que lo dejaba descansar y dormir las horas necesarias para seguir sobreviviendo a la vida de adulto casi vago en la que vivía actualmente ya que no había podido terminar su carrera universitaria de arte por culpa de su familia.
Alan no tenía familia alguna, al menos no una que quisiera cerca, su padre había muerto de forma bastante extraña a pesar de haber sido catalogada como "natural" y su madre al no poder aguantar el haberse quedado sin su esposo, se suicidó lanzándose desde el balcón de la casa donde él y ella se habían estado quedando luego del funeral de su padre. Alan creía que la fémina ya venía con cierta tristeza en su corazón desde que perdió a su primer hijo, él era el segundo que tuvo y el único que sobrevivió al parto o al menos eso fue lo que su tío paterno le había contado una vez cuando tenía nueve años, aún no entendía por qué le había contado aquello y sinceramente no le tomó demasiada importancia en ese entonces, mucho menos en la actualidad puesto que era suficiente con él mismo siendo un omega en una familia que lo había desplazado por completo, no creía que fuese necesario tener otro familiar que lo desplazara también, sólo por su casta y menos si esa persona sería su hermano mayor porque estaba seguro que le afectaría más.
Ese día como muchos otros, Alan se encontraba sentado frente a su lienzo con el rostro en una expresión completamente concentrada, una paleta de colores en su zurda y un pincel en la diestra, plasmando un nuevo sueño/pesadilla; esta vez había aparecido en la cubierta de un barco que parecía estar anclado en el puerto, no sabía cuál era exactamente por la hora en la que parecía estar sucediendo todo, era completamente de noche y lo único que podía notar era lo poco que había allí; unos pocos postes de luz con bombillos parpadeantes que habían alrededor del barco, luego de pasear la vista por el lugar a través de los ojos del asesino notó que no estaba solo puesto que allí mismo también se encontraba una omega de quizá unos treinta o cuarenta y tantos años, morena con ojos castaños claros, claramente no era de su país; así que lo más probable es que era una turista que tuvo muy mala suerte al encontrarse a aquel asesino.
Como siempre, la vista que tenía era la misma del asesino por lo que nunca ha podido dibujar el rostro del hombre y éste era lo suficientemente inteligente como para no acercarse a ningún lugar que pudiera reflejar su rostro, pero creía que quizás era un alfa o era lo que solía pensar puesto que eran más fuertes que un beta promedio, tal vez podría ser un gamma, pero no estaba realmente seguro, de lo que sí estaba seguro era que el asesino era fuerte porque todos los omegas eran atrapados fácilmente y cargados con la misma facilidad, así que estaba seguro de que no se equivocaba al adivinar la casta del asesino.
Para su desgracia y también suerte sólo podía observar, más no escuchar lo que el asesino hablaba con sus víctimas antes de cortar la piel de algún lado de su cuerpo sin llegar a tocar ninguna vena ni ninguna arteria, a veces comenzaba rompiéndole los dedos de las manos y luego los de los pies, el hombre gozando de la vista que tenía frente a él -él mismo no era fanático de eso, pero no podía siquiera apartar la mirada ni cerrar los ojos- antes de comenzar a mecer la cabeza de un lado al otro como si cantara alguna canción que se le era desconocida completamente mientras cortaba más la piel ajena con una navaja militar, las reconocía por su abuelo que hacía mucho tiempo había sido uno, así que de seguro el asesino trabajaba como militar en la actualidad o quizá mucho antes de comenzar los homicidios, no estaba realmente seguro.
Con la omega de anoche parecía haber sido más personal puesto que la había torturado por mucho más tiempo que a los demás; había comenzado arrancando las uñas de sus manos una por una, echándole alcohol en los dedos antes de arrancar la otra que le seguía, hasta que ambas manos quedaron sin uñas, el asesino alzó la mirada y fue cuando comprendió la razón de que estuviera tan tranquilo con los gritos de la mujer y es que no había tales gritos porque la mujer tenía una mordaza en la boca que le impedía hablar o en ese caso, gritar, la ropa estaba completamente desgarrada en el momento en el que él mismo se conectó al sueño, debajo del cuerpo había un pequeño charco de sangre que prontamente se haría más grande ya que el asesino había sacado su navaja, rozando la punta afilada de esta por la pierna de la mujer, demostrando que era bastante buena la hoja de la navaja por como cortaba fácilmente la piel de la mujer. El miedo podía verse claramente en los ojos castaños de la mujer, pero también había otro sentimiento allí que no pudo saber en ese momento de cuál se trataba.
En algún punto el asesino se descuidó lo suficiente como para haberse dado cuenta tarde que alguien se estaba acercando a ver qué sucedía en aquel barco, así que el asesino no tardó en degollar a la mujer y sacarle los ojos como parte de su colección, tal como hacía con todas sus demás víctimas; luego de eso pudo despertar del sueño, sintiendo demasiado pánico mientras su cuerpo estaba cubierto de sudor y temblores, su mirada se encontraba nublada y desorbitada por el terror de lo que presenció y su cerebro no parecía querer procesar todo lo sucedido, pero su estómago sí fue más rápido y antes de arruinar el suelo de su apartamento, corrió rápido hacia el baño para vaciar lo que había cenado la noche anterior.
En la mañana antes de salir a trabajar había querido ignorar el sueño, incluso creyó que podría distraerse fácilmente una vez sentado en su puesto de venta de cuadros, pero debió imaginarse que no se le sería posible, las imágenes no dejaban de llegar una y otra vez a su cabeza como si fuera una maldita película de terror, por ello fue que una vez más tuvo que sentarse a dibujar la nueva víctima de aquel desconocido asesino. Acomodó un lienzo nuevo en el caballete y tomó la paleta de colores junto a su cartera de pinceles totalmente limpios antes de comenzar a plasmar todo poco a poco, la pintó en la misma posición en la que el asesino la dejó y el fondo donde la había dejado abandonada a su suerte, al no haber podido ver realmente qué tenía detrás, lo colocó en rojos y negros con algunas rosas a modo de luto para esas víctimas justo como en todas sus demás cuadros, aquellas pinturas se habían vuelto una especie de serie o saga, no tenía idea de cómo se decía realmente, sólo sabía que podrían ser parte de una película de terror que sólo sucedía mientras él dormía y estando despierto se encargaba del póster para la película, o así había comenzado a verlo desde de un par de días después de todo comenzara.
Sus manos se encontraban manchadas con pintura y partes de su rostro también al secarse el sudor frío que le recorría la frente cada que retrataba un detalle de aquella escena, pero no le importó en absoluto ya que estaba más al pendiente de asegurar que a su pintura no le faltara ningún detalle en el cuerpo de aquella mujer y cuando confirmó que tenía todo tal como la vio antes de despertar, colocó el lienzo junto a los demás, firmando la parte de atrás con su nombre y colocando la fecha de la noche anterior, dejando el espacio de «nombre:» que solía colocar en caso de que en las noticias dijeran su nombre y así pudiera llenar ese espacio en blanco, así los recordaba a todos y no sólo por su número como víctima.
Luego de terminar de acomodar la nueva pintura se alejó de esta antes de ver hacia atrás al escuchar los murmullos y se sorprendió al notar un grupo pequeño de personas que habían estado esperando a que terminara para ver el nuevo cuadro, así que dejó que lo vieran, pero tal como sucedía con las anteriores a ella; las personas colocaban una mueca de terror y asco antes de dispersarse para ver las demás pinturas, dejando solamente a un señor de tez bronceada con gafas de sol, observando demás las diferentes pinturas sin expresión alguna antes de acercarse a donde él mismo se encontraba.
—¿Cuánto por las pinturas? —Cuestionó el hombre señalando la serie de pinturas de los omegas muertos que había estado observando.
La cara de Alan era todo un poema luego de escuchar la pregunta y rió nervioso antes de negar levemente hacia el hombre.
—No, ninguna de ellas está en venta —Respondió Alan tranquilamente mientras se quitaba la pintura de las manos con una toallitas húmedas que sacó de su bolsillo. —Son sólo de exhibición, las otras sí están en venta —Señaló hacia el resto de las pinturas que eran observadas por un par de personas.
—Curioso. ¿Por qué querrías exhibir ese tipo de pinturas sin venderlas? —Cuestionó el hombre con curiosidad y una sonrisa asomándose en sus labios. —Son algo grotescas y muchas personas pueden darte malos comentarios o no comprar ninguna de tus pinturas —Señaló, aunque vio al pelirrojo alzar los hombros con una mueca en sus labios.
—Es algo complicado de explicar y estoy seguro que no lo entendería —Respondió Alan sin dejar de negar hacia el hombre, era mejor que nadie más que él mismo supieran la razón por la cual las exhibía.
—Podrías intentarlo —Insistió el hombre.
—No quiero. Mejor váyase si no va a comprar nada más —Pidió Alan apretando los labios antes de seguir con su labor de quitarse la pintura de las manos, el rostro y de seguro también tenía en el cabello, pero no estaba seguro.
—Volveré a intentarlo mañana, así que hazte la idea de que me llevaré algunas de esas pinturas —Aseguró el hombre con una sonrisa ahora más amplia.
—Y yo seguiré negándome a venderlas.
Alan no entendía del todo el comportamiento del hombre frente a él, era demasiado extraño que justamente quisiera esas pinturas que no estaban a la venta, no porque no quisiera deshacerse de ellas, después de todo eran el recuerdo constante de sus horribles sueños, pero había una razón por la cual las mantenía y es que estaba casi completamente seguro de que el asesino las veía y por ello era que tenía aquellos descansos libres de malos sueños por un par de días, a veces llegaban a ser tres o cuatro días seguidos los que podía dormir tranquilo si el insomnio no lo agarraba primero, así que era posible que el asesino sí las viera, era lo que quería creer puesto que de otra forma no entendía la razón de sus descansos, pero realmente no estaba seguro y no creía estarlo en algún punto.
El hombre se fue después de eso y Alan lo agradeció enormemente porque no quería tener que recoger su puesto de pinturas tan temprano por culpa de ese extraño hombre, caminó hacia la pareja de ancianos que le hacía señas desde un trío de cuadros y se detuvo a un lado de estos mientras comenzaba a limpiarse el rostro, disculpándose con los dos mayores por su aspecto y sólo recibiendo la risa de la mujer que negaba levemente antes de hablar luego de que su esposo se lo permitiera, no era algo raro de presenciar, pero sí algo molesto de ver porqué ya no estaban en los tiempos de antes.
—Todo artista siempre debe llevar la marca de su trabajo, ya sea en las manos, el rostro o el cabello, como parece ser tu caso —Comentó la anciana con una sonrisa divertida.