Moscú, Rusia.
Lina
Ha pasado una semana desde mi graduación del instituto, no es por presumir, pero me he graduado como la mejor de mi promoción llenando así de “orgullo” a mis padres, quienes han organizado una fiesta con algunos de sus amigos y socios en uno de los salones de nuestra mansión, todo esto para supuestamente como ellos dicen «celebrar por todo lo alto aquel primer logro de su única hija».
Ante los ojos de cualquiera de los presentes, los Katiev somos la familia perfecta. Pero, a puertas cerradas salta a relucir la realidad, una completamente diferente de la que le muestran mis padres a la sociedad y que no es otra cosa más que solo apariencias.
Yo he vivido siempre presionada por las exigencias de mi madre, Anna es amante de la excelencia y disciplina y, me somete a cumplir con lo que me pide, yo, en la medida de lo posible lo hago para no tener problemas.
No recuerdo ya cuando fue la última vez que había recibido una muestra de cariño por parte de mi madre, pero a mis diecisiete años he comprendido que a ella le importa más un par de zapatos costosos, que yo. Mi padre, aunque un poco más razonable que mi madre, espera que yo cumpla a cabalidad sus altas expectativas.
Al ser hija única, todo el peso del legado de mi padre cae sobre mi, Andrei es el tipo de padre que vive metido en su oficina, piensa que con solo generar dinero es suficiente aporte de su parte.
—¡Esta maldita fiesta no tiene nada que ver conmigo! —pienso sintiéndome aburrida en este lugar rodeada por personas que solo están aquí por mis padres—. ¿A que hora piensa venir Natalya?
Caminaba a través del salón, buscando
desesperada con la mirada a mi única amiga, tengo la suerte de tenerla, es la única chica de mi edad a la que mi madre me permite hablarle.
Pasaba en medio de la multitud de personas, fingiendo siempre una sonrisa en mi rostro, todos con copas de vino y champaña en las manos, todos vestidos elegantemente, portando relojes y joyas costosas, mostrando su lado más superficial a los demás, ya estoy harta de aparentar que me siento bien en este ambiente, pero no puedo quejarme, debo seguir sonriendo.
Veo a mis padres conversar con los Chernov, antiguos socios de sus empresas de tecnología. Los Chernov tienen dos hijos, uno llamado Dimitri de veintiocho años ya casado y otro de veinticinco años llamado Erich, el rebelde consentido de la familia y que no para de molestarme cada vez que se encuentra conmigo.
Caminando al encuentro con mis padres y como si de una broma de mal gusto del destino se tratase, Erich salió a mi paso, colocándose frente a mi con una sonrisa de suficiencia y ojos llenos de lujuria.
—Hey, Linita…
—Erich… Estoy ocupada ¿qué quieres?
—¿Siempre tienes ese carácter? Solo quería saludarte… Por cierto, felicidades por tu graduación.
—¡Gracias!... Si eso es todo, debo seguir mi camino. Con permiso.
—¿Por qué parece que siempre estás enojada y con prisa? Relájate un poco, disfruta de mi compañía.
—¡Ja! ¿Por qué siempre pareces tan antipático? Ah ya sé, no me respondas… Es por que lo eres. Debo decirle algo a mis padres, déjame pasar.
—Incluso sin tu amiguita la fiera, te defiendes muy bien… Buenas noticias para ti, así como eres tú me gustan y mucho.
—Pues siendo ese el caso, así como eres tú me repugnan y mucho…
—Cariño, del odio al amor hay un paso… Tus padres están hablando con los míos, ¿ya viste como nos miran? Apuesto a que se imaginan que seríamos una linda pareja.
—¡No me digas así! Y no digas estupideces, me metería a monja antes que tener algo contigo.
—Eso ya lo veremos, cariño.