Los Merodeadores de Fronteras
imiento que se experimenta, se adivina, por decirlo así, la aproximación de una desgracia; se sabe que se está amenazado, aunque sin poder fijar cuando ni como llegará el peligro; el día parece que se pone más sombrío;
ltercado con el Pawnee, no solo él, sino la población entera de la colonia se enc
; todos habían regresado, las reses habían sido encerradas en sus respectivos establos, y en la apa
de Mono; pero solo encontraron el caballo de que tan audazmente se apoderó el ind
ás inquieto de lo que aparentaba, había doblado los centinelas destinados a velar por la co
a y los criados se reunieron en la sala baja de la torre para la velada
aban a ser frescas, solía leer en algún libro antiguo de teoría militar, mient
a con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos fij
eza, y volviéndose ha
cómo llora
oven; no se les puede acallar. Hace lo menos una ho
más conveniente que dejarlos conf
go se oyó su voz en el piso superior, que er
argento que estaba en un rincón de la sal
VV. imposible alcanzar a ese maldito indio q
parecen culebras; por todas partes se deslizan. Afortunadamente he enco
entimiento el perderle. ?No le ha herido el indio? Ya sabe V. que es
te el indio se habrá visto obligado a abando
xaminado V. cuidados
. Los pieles rojas se han de mirar mucho antes de atacarnos;
nvencido de que querrán vengarse de nosotros, y de que algún día, q
pero creo que si se aventuran a hacerlo,
e todo ahora que, merced a nuestros trabajos y cuidados, nos hallamos próxi
ue un ataque de esos bandidos no
dado prevenir los proyectos que sin duda están formando contra nosotros esos di
e estén muy vigilantes. No creo que los Pawnees
rel, respondió el capitán movie
n, se agitó con fuerza la campana situada en el recinto exterior y que serv
de la pared en frente de él; son cerca de las ocho de la noche: ?
se levantó; cogió su rifle, y haciendo una se?a al
migo mío? le preguntó u
con su mujer, que había entrado de
mpana? le dijo. Alg
eres tú quien debe ir a ab
precisamente a estas horas es cuando debo ir a abrir la puerta, porque puede ser peligroso hacerl
sonó por segund
l capitán volviéndos
caer sobre un sillón, muy pálid
o, seguido de Bothrel y de cuatro
negro; era imposible distinguir los objetos a la distancia de dos pasos; una brisa
o en el puente levadizo no ha dado
ma, sabiendo que desde la torre
aron avanzando. Muy luego oyeron un ruido sordo de voces,
. que aguardar algunos minutos. únicamente les aconsejo, por su propio in
italidad de una manera singular. No importa; aguardaré, y puede V. levantar el ca
egó el capitán a lo
ob? preguntó
tán, respondió Bob. Allí, en la orilla del foso
qué quiere? gr
es? replicó
edada, a estas horas, a los vagabundos desconocidos. Vuelva V. a la salida del so
ondió el forastero; su obstinación en dejarme
el capitán con impaciencia, que no e
ido V. ya una falta grave; no vaya V. a cometer otr
rendió al capitán y
e un inst
rantiza que no me hará V. traición? La noche está oscura, y
un solo compa?ero de qui
da vez más indeciso; y d
?
ua con tal perfección que se le podr
ia: soy canadiense y
ntonces ese celebre cazador de los bosque
o que me hallo persuadido es de que
aré entrar; pero ?quién es el hombre
rimer sachem de los
el capitán, ?y qué
si quiere abri
cuenta que, a la más leve apariencia de traición
en si falto a la
mpa?eros que se mantuviesen dispuestos para cualq
el Ciervo-Ne
, O al menos no las
e sus sospechas, y después que se hubo vuelto a alzar el puente le
dijo a los d
sin responder, y c
e sin haber pronun
en que mistress Watt se hallaba sola
una mirada suplicante que el capitán comprendió, porque no insist
anca que ya le conocemos; nada en su aspecto parecía demost
el contrario, estab
asientos junto al f
ben tener necesidad de calentarse. ?Viene
ador con tono bonachón; hasta ahora nuestras intenciones son buena
se negarán VV. a ac
recía hallarse encargado de llevar la voz por sí y por su compa?ero;
a que nada bueno le presagiaba; entonces hable V., que ya le escuc
que si estoy aquí, solo puede ser con el objeto de evitar las co
agradecimiento, y el canadiense
í, en dos palabras, el motivo que nos trae: los Pawnees-Serpientes acusan a V. de haberse apoderado,
ue los pieles rojas se negaban a entregármela; pero niego que lo haya hecho por traic
ndose con viveza, ?el rostro pálido t
ece está bastante embrollada. Perdone V. si insisto, caballero, repuso dirigiéndose al capitán; pero la cuestión
s primeras relacion
r qué llegaron
ntra la fe jurada y la palabra dad
?Ceder e
e me habían vendido el
itán, eso exig
buena fe con que obro en este asunto
vo-Negro cambiaron u
o entiendo, d
o el capitán, que voy a buscar
de la ha
t juntando las manos en ademan suplic
tristeza; según el aspecto que van to
án entrando en la sala,
tó con dirigirle una mira
o es falso, d
apitán lleno de estupor. Entonces m
gracia ha sucedido
murmuró maquina
levantó y dijo co
os pálidos, que un
pero el jefe le impuso silencio
do la sabiduría; también los Pawnees-Serpientes son justos, quieren vivir en paz con mi padre
del jefe; la joven sobre todo, al oír aquellas palabras, sintió que
donar los territorios de caza de los Pawnees y a retirarse en compa?ía de todos los rostros pálidos que han venido con él; los Pawnees renunciarán a la veng
alabras hubo un mo
Aquellas condiciones eran inaceptables, y por
re? preguntó el jefe
puedo aceptar tales condiciones, es imposible. Lo más
os desde?osamente y dijo co
cado; los rostros pálidos tienen
obstinación ciega que caracteriza a su raza, nada quiso oír, y cuanto más intentaron
el canadiense y el Ciervo-Negro, acompa?ánd
vo a la torre. En el umbral de la puerta tropezó con un
ue realmente quieren la guerra? ?Vi
echas atadas con una piel de serpiente; los dos extremos de e
, había dejado caer detrás de
ba desvanecida, y era preci
a amanecido, hizo que despertasen a todos los colonos y los reunió delante de la torre con el fi