Los Merodeadores de Fronteras
a desaparecer bajo los hachazos precipitados de los squatters y de los desmontadores americanos, cuya ac
ramas seculares, solo dejaban penetrar a duras penas los rayos del sol, y cuyas inexploradas profundidades cobijaban animales de todas clases, sirviendo al paso de gu
so a paso delante de ella; han ido a buscar a lo lejos otros retiros más seguros, llevándose consigo los huesos de sus padres a fin de que no fuesen de
merece todas nuestras simpatías. Sin embargo, no podemos menos de experimentar un sentimiento de dolorosa conmiseración hacia esa raza infortunada puesta brutalmente fuera de la ley, acorralada sin compasión por
ptos del Evangelio, en vez de cogerlos rifles, las teas incendiarias y los sables, hubiera llegado, en un tiempo dado, a verificar una fusión de las dos razas, blanca y roja, y a obtener un resultado más provechoso para el progreso, p
sangre inocente, sin que al fin esa sangre clame venganza, sin que el día de la justicia bri
o debía llegar a tener; acababa de comenzar, por decirlo así, y los vastos bosques que se extendían y cubrían un espacio inmenso entre las fronteras de los Estados Un
s de mencionar, es donde comienza nuestro relato, e
an la sombra de los árboles, y la brisa de la tarde, que acababa de levantarse, refrescaba la atmósfera y se llevaba a
nas partes, flamantes de color de rosa, garzas blancas plantadas sobre sus largas patas, pescaban su comida con esa mansedumbre indolente que por lo general caracteriza a la raza de los grandes zancudos; pero de impr
petido por los ecos del bosq
ho del río, y comenzó a perseguir a los dos flamantes que habían caído al agua: uno de ellos había quedado muerto en el acto,
ragua india construida con corteza de abedul a
ifle, colocado en la proa, y que todavía echaba hum
, que está llamado a representar un
e?a, se hallaba unida por un cuello robusto a unos hombros de una anchura poco común; músculos duros como cuerdas se destacaban en s
etaba el conjunto de sus facciones regulares y de su ancha boca sobre la cual se deslizaba una eterna sonrisa de buen humor. Tendría, cuando más, de veintitrés a veinticuat
abellera, que caía en desorden sobre sus hombros; una blusa de caza, de percal azul, oprimida en las caderas por un cinturón de piel de gamo, le caía hasta cerca de sus nervudas r
as consistían en un buen rifle, un cuchillo de monte de hoja recta de diez pulgadas de longitud y dos de anchura, y una hacha de hierro que brillaba como un esp
r un paisaje imponente, el aspecto de aquel hombre tenía algo
umerosos tipos del Nuevo Mundo que no tardarán en desaparecer
con que la sociedad sujeta a sus miembros, y que, sin más objeto que el de vivir y morir sin verse avasallados por ninguna otra voluntad que no sea la suya, nunca impulsados por la esperanza de ningún lucro, cosa que despreciaban por completo, abandonaban las ciudades y se internaban resueltamente
er normando hay algo de osado y aventurero, que es muy a propósito para ese género de vida lleno de peripecias sin
intentado imponerles; se han considerado siempre a sí mismos como franceses; sus ojos han queda
eses; su fusión con la raza anglo-sajona solo es aparente, y bastaría el prete
ara con sus colonias del Canadá una mansedumbre que se
do en aquella tierra envilecida ya por la ocupación extranjera, escogieron la ruda profesión de cazadores de los bosques, y prefirieron adoptar esa existencia de miserias y de peligros, a sufrir la vergüenza de someterse a la ley de un vencedor aborrecido. Sacudiendo el polvo de sus zapatos en los umbrales del paterno techo, se echaron la
po hubo una lucha de rapidez entre el pájaro herido y el cazador; sin embargo, el primero fue perdiendo gradualmente sus fuerzas, sus movimientos se tornaron vacilantes, agitó
se puso a cargar su rifle con ese esmero que consagran a tal operac
buen estado, el canadiense dirigió e
me perdone, pero creo que, sin sospecharlo, he llegado al sitio de la cita. No, no me enga?o; allí a la derecha están los dos sauces derribados
los matorrales se apartaron con violencia, y un negro apareció súbitamente en l
tras de la más profunda agitación; pero aquella detención fue muy corta, pues apenas hubo permanecido así algunos segundos cuan
agua, cuando varios perros llegaron corriendo a la plat
ua colgando, los ojos inyectados en sangre y el pelo
el desventurado negro, que nadaba con esa energía de la desesperación que centuplica las fuerza
ta maniobra, cuando se alzó en la
cio, demonios! ?S
nos aullidos lastimeros,
e les había re?ido gritó
de la pira
a la otra orilla; varó la piragua en la arena y se vo
dados; su fisonomía era brutal y repugnante; cuatro hombres, que parecían ser criados suyos, se mantenían
metros de orilla a orilla, lo cual establecía, al menos provisionalmen
tronco de un árbol y replicó
én se dirige V.
ncolerizado el primer interlocutor. Vamos, procu
esas preguntas, si V. gusta?
ndo, bergante! dijo
cogió de hombros
jo, e hizo un movim
ano, o si no, tan cierto como me llamo John
amenaza se echó la
riéndose; ?Es V. John Davis,
qué? dijo John
más que de oídas; ?pardiez! C
onoce V., ?se halla dispuesto
e qué género s
ha hecho
ce un momento se tiró al agua desde la
?dónd
, a m
abía sostenido durante la encarnizada persecución de que fue objeto, se había arrastrado
untó las manos con esfuerzo, y alzando hacia él su rostro inund
?Sálveme V.,
eo que podremos entendernos, mocito, y que n
e tasa la carne humana en vuestro país de tan de
s por un neg
o el canadiense hacie
rece a
or ci
a V. ganar ese dinero, solo
uál
, meterle en la p
en poder de V., suponiendo que yo consienta en devo
es cue
no lo preguntaba sin
edo perder tiempo en malgastar
que al obedecerle no hacen más que lo que su instinto les ense?a, es esto: que es V. un miserable
amó el americano rechinan
iéndose hacia su
re él! ?Fue
isparó. Sus criados le imitaron: resonaron cuatro tiros, y se confundieron e