¿Te quedas conmigo? Princesa y esposa por contrato.
Autor: Elizabeth SSM
GéneroRomance
¿Te quedas conmigo? Princesa y esposa por contrato.
—Hermano, tengo algo que hablar contigo.— Dijo el menor de los Campbell, dándole una mirada desdeñosa a la rubia que se había situado junto a ellos.
—Podrías haber esperado un poco, o dejado un mensaje de texto, Jimmy.— Dijo ella con cierto veneno. Pero el menor de los tres hijos, Campbell, de alguna forma siempre había podido ver a través de su magnífica actuación, probablemente era el único inmune a sus infalibles lágrimas de cocodrilo, conocía de primera mano cómo la maldad de aquella mujer venía desde lo más profundo, víbora hasta la médula.
—¿Y quién eres tú para indicarme como debo comunicarme con mi hermano?, como dije, son problemas personales, específicamente, familiares.— señaló el menor, Aiden repentinamente tenía un horrendo dolor de cabeza.— Le recomiendo que vaya a mover el rabo a otra persona más estúpida.
—¡Si serás!, ¡Desgrac…!— comenzó ella, Pero era Aiden quien estaba hasta el colmo.
—¡Es suficiente!, —exclamó y ambos le miraron.— ¿Qué es tan urgente, James?
Preguntó él usando su nombre completo, Aiden estaba molesto y mucho. Pero su hermano no daría su brazo a torcer, si podía dañar al menos un poco aquella víbora, entonces que así sea. Le dio una mirada de desprecio a la rubia. Aiden suspiró.
—Amelia, vete dentro, por favor.— Pidió Aiden apretando sus sienes, la mandíbula de la rubia casi llegó al suelo.
—¿Te das cuenta de que es mi casa? —Preguntó ella indignada
—De hecho es el estacionamiento compartido de nuestras casas.— Señaló el menor de los hermanos, En la villa privada, posesión del patriarca Campbell, no solo estaba la casa de los Hamilton, sino también, la de los Campbell y una más pequeña que compartían los tres hermanos, una especie de guarida donde no se aceptaban mujeres o niños invitados, ahí dentro dejaban de competir o negociar, ahí dentro solo eran los tres hermanos, dispuestos a darse de tumbos y conversar de cualquier cosa que los pusiera nerviosos, lamentablemente, la vida, las responsabilidades y las oportunidades, los había alejado, y desde que el mayor de los tres se había casado, cada vez se encontraban menos por ahí. —Así que técnicamente…
—James por favor…— pidió Aiden y tomó la mano de Amelia— mañana cenaremos juntos, los dos, solos, en la azotea en el centro.— prometió y la rubia de mala gana asintió y se dio media vuelta para marcharse, no sin antes fulminar al menor.
Ambos comenzaron a caminar hacia la residencia de los hermanos, nada más al llegar y luego de abrir un par de botellines de cerveza. Aiden dejándose caer en uno de los sofás de la pequeña sala que daba a unos enormes ventanales, afuera de estos, una piscina profunda y grande, con capacidad para sesenta personas. Algo desmedido para solo tres hombres, pero más que adecuado para las fiestas universitarias que se habían llevado ahí en sus mejores tiempos. Aiden sonrió levemente recordando aquellos tiempos.
—Debes dejar a Amelia en paz, será mi mujer, tarde o temprano lo será.— dijo secamente él, James se dejó caer a su lado y suspiró.
—Nunca me ha agradado y nunca lo hará, pero Aiden, independiente de eso, ¿No deberías tratar un poco mejor a tu esposa? - preguntó y el mayor le dio una mirada escéptica— Rossette pudo haber ido a los medios y hacerte añicos, de su reputación ya no queda mucho por hacer, pero la tuya… Estuvo en la cuerda floja.
Ya algo hastiado y cabreado de tanto, Aiden tomó medio botellín de un solo trago, entonces Jimmy sacó una vieja fotografía, referente al mismo evento que había sucedido tres años atrás, tomada desde otro ángulo, se veía él, borroso tomando en brazos al estilo de princesa un cuerpo cubierto por una brazada, se podía notar como acunaba dicho cuerpo con cuidado contra su cuerpo, el lenguaje corporal de él era sumamente protector, casi como si necesitara ponerla en la mayor de las protecciones posibles, lógicamente, en aquella foto, no se reconocía el rostro de la chica en sus brazos, y una parte de Aiden suspiro de alivio, aun así su cara fue inescrutable, conocía a su hermano mejor que nadie, sabía, perfectamente claro lo maquinador que podía ser, y si le estaba mostrando aquello, algo debía tramar, dio otro sorbo a su botellín con la misma expresión tranquila.
—¿Y eso? —Preguntó Aiden como si no supiera de ella. James, algo decepcionado por aquella nefasta e insignificante reacción, contestó la primera mentira que se le vino a la mente.
—Unos paparazzi la iban a lanzar en la prensa amarillista, me costó un buen dineral obtenerla, lo único que quieren esas ratas es causar polémica cuando recién te has casado. —señaló Jimmy, Aiden sacó su cartera y sacó un cheque y lo firmó, luego lo dejó delante de su hermano.
—Escribe la cifra ahí, —dijo con despreocupación y se guardó la fotografía en el bolsillo interior de su chaqueta.
Algunas horas después, la impaciencia o tal vez, la melancolía por haber recordado aquella fotografía y el menudo peso de su cuerpo lo hicieron dejar una vez más la casa Campbell para, como un mocoso acosador, encontrarse frente a que era su casa también, la que debía ser su lecho de matrimonio, donde su esposa estaba desde aquella tarde, se estacionó en una posición donde no podría ser visto, la ventana del dormitorio principal daba hacia donde estaba él, ¿ella se habría quedado finalmente con aquel dormitorio? Entonces como si la hubiera invocado, salió al balcón, salía recién de la ducha iba en su bata de baño, y su seda negra hecha melena estaba húmeda, toda acomodada en uno de sus hombros, traía un café en las manos e iba descalza, siempre descalza… El recuerdo de ella de aquella misma forma por la biblioteca lo hizo sonreír y no podía evitar apreciar su belleza tan fina y tan pura, era simplemente maravillosa, casi imperial… No supo cuando había tomado el móvil o marcado su número, solo se deleitó, mirándola, dejando la taza a un lado y dudando unos segundos antes de contestar.
—¿Aiden? - Aquella dulce voz lo sacó de la ensoñación. — ¿Qué sucede ahora?
¿Por qué siempre que le hablaba a él, su tono era duro, hastiado y lleno de descontento? ¿Dónde estaba la risa vibrante y el dulce cada vez que pronunciaba su nombre? ¿El suspiro y los ojos mermelados?
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó para sentirse inmediatamente un imbécil. El silencio fue un cuchillo, incluso a través de la línea, la vio tensa incluso desde donde estaba, dejó que su cabello cayera hacia atrás.
—Te aseguro que no estoy maquinando un nuevo plan para hacerte más infeliz o destruir su novela romántica.— dijo con un tono tajante y duro.— Y le puedo prometer, señor Campbell, treinta días, y no sabrá absolutamente de mí ni una vez más.
Sin más, la llamada se cortó, Rossette comenzaba a estar cansada del odio incomprendido de Aiden hacia ella, y estaba aún más cansada de lo mucho, le gustaba señalar lo horrendo que era estar casado con ella, ¿para eso la había llamado? ¡Joderla una vez más!
Mientras, Aiden no terminaba de comprender cómo una criatura tan dulce se había convertido en… Aquello suspiró, hastiado, frustrado y sumamente enojado, furioso con el destino, consigo mismo por haberse quedado contemplándola. Debía hacer frente a esta situación y lo haría, pero por ahora, se dedicaría a calmarse, de otra forma no podría enfrentarla sin exigirle una explicación del por qué… ¿Por qué había aniquilado sus esperanzas tres años atrás de forma tan cruelmente?